Estábamos en la época de navidad en 1992. Radioactiva ocupaba el primer lugar de audiencia en Bogotá, por encima de todas las emisoras habladas y musicales. Y Caracol tenía un equipo de ventas implacable.
Las cuñas las pasábamos en cartuchos. Se necesitaba un cartucho para cada cuña. Esto quiere decir que si en el siguiente break teníamos 15 minutos de cuñas –lo que era normal para esa época del año- había que apilar sobre la mesa al menos 30 cartuchos (cada cuña dura 30 segundos).
Era habitual ir armando el break antes de la última canción para tener todas las cuñas en orden, asegurándose de que no sonaran juntos dos anuncios seguidos de gaseosas, de bancos, de restaurantes de comida rápida, de prendas de moda, etc.
Pero no era raro abrir el micrófono para despedir la canción e invitar a los oyentes a que siguieran en sintonía, y que, de pronto, uno golpeara con el brazo del micrófono la torre de cartuchos, los cuales caían al suelo de manera estrepitosa.
Bueno, esa era alguna de las situaciones que teníamos que enfrentar quienes hacíamos radio el siglo pasado y que hoy, para las nuevas generaciones, no deben significar mucho, pues la tecnología digital ha facilitado toda la operación.
Sin embargo, en mi artículo anterior y en este he querido recordar y rendir un pequeño homenaje a todos aquellos quienes tenían que realizar el arduo trabajo que significaba sacar al aire un turno perfecto, sin baches ni errores.
En mi artículo anterior presenté algo de la tecnología usada el siglo pasado para hacer radio. En este artículo presentaré la segunda parte de la lista de una serie de equipos, aparatos y técnicas que nos ayudaban a sacar las transmisiones al aire antes de la llegada de los computadores y la digitalización. A ver cuáles recuerdan:
Cartucheras: Pasar cuñas y promos en acetato era una labor extenuante, dispendiosa y muy costosa. Además, los discos se rayaban o se llenaban de ‘scratch’, ese molesto ruido que produce el constante desgaste de la aguja sobre el vinilo.
Por eso inventaron las cartucheras, una especie de casetes grandes que contenían cinta magnetofónica similar a la usada en grabadoras de carrete abierto.
Al principio solo usaban 2 canales. En el izquierdo se grababa el audio (monofónico) y en el derecho se dejaba limpio y solo se grababa un tono al final para que el cartucho se detuviera. A medida que fue avanzando la tecnología, comenzaron a aparecer los cartuchos en estéreo.
La cinta estaba enrollada en un loop o sinfín, y el inicio se pegaba con el final. Por eso, cuando pasaba la cuña, quedaba lista para volver a comenzar. Por esto era necesario usar “cinta lubricada”, bañada en grafito, que evitaba el desgaste natural.
La cinta dentro del cartucho se cortaba habitualmente dependiendo de la duración que se necesitaba. Un cartucho tradicional contenía un poco más de 1 minuto de cinta para albergar dos veces una misma cuña de 30 segundos.
Obviamente se podía tener más cinta, dependiendo de la necesidad. De hecho, muchas emisoras comenzaron a usar los cartuchos para grabar sus canciones y evitar el desgaste de los discos de vinilo, así que los cartuchos podían tener cintas de 4 o 5 minutos.
También había cartuchos más grandes que permitían meter más cinta, por lo que se podían grabar programas completos de hasta media hora. De cualquier forma, la calidad de sonido era bastante buena, pues la cinta viajaba a una velocidad de 7 ½ pulgadas por segundo.
De hecho, la calidad era tan buena y el sistema era tan sólido y confiable que muchos radiodifusores en Estados Unidos se demoraron años antes de cambiar esta tecnología por la de los softwares de emisión digital.
Uno de los problemas de los cartuchos es que algunas veces quedaban unas ‘colas’ al final de las cuñas o canciones. Había operadores que olvidaban dejar rodar el cartucho hasta el final. Por esta razón, muchas veces uno disparaba el cartucho y no sonaba nada, mientras la cinta corría hasta el punto de arranque.
Otro problema es que la cinta se desgastaba con el tiempo y había que cambiarla. A veces, la cinta se enredaba en el rodillo de caucho (pinch roller) que la hacía mover. Pero también se caían las esponjitas que empujaban la cinta contra los cabezales o una varillita de metal que alineaba la cinta.
Tonos de cue inaudibles: Cuando comencé a trabajar con cartuchos a finales de los años 70, decidí abrir uno para entender cómo funcionaba. Lo que hice fue sacar la cinta, despegar la cabeza de la cola y reproducirla en una grabadora de carrete abierto.
Mi sorpresa fue grande cuando me di cuenta de que el audio solo sonaba por el canal izquierdo y que en el derecho solamente estaba grabado un tono de 1 kilohertzio de un segundo al final de la grabación.
De esta forma entendí que cuando la cabeza reproductora de la cartuchera captaba el tono, disparaba un comando que detenía la cinta inmediatamente. De esta forma, los cartuchos fueron claves en la automatización de las emisoras.
Mediante la grabación de un segundo y un tercer tono era posible disparar otras cartucheras. De esta forma, cuando una cuña o una canción estaban por terminar se disparaba otra cartuchera.
En un viaje a Estados Unidos a finales de los años 80 conocí una emisora que trabajaba 100% automatizada. Sus equipos tenían unos gigantescos carruseles llenos de cartuchos que se iban disparando de manera automática cada vez que terminaba la canción anterior.
Infortunadamente, que recuerde, en Colombia no se aprovechó esa opción, que habría sido de gran ayuda para los largos breaks comerciales que caracterizan la radio de nuestro país.
Casetes: Un casete usa cinta magnetofónica, al igual que los cartuchos o las grabadoras de carrete abierto, pero la diferencia es que el ancho es de solo ⅛ de pulgada y su velocidad es muy lenta, de 1 ⅞ de pulgada por segundo.
Por eso la calidad de sonido no es óptima para la radiodifusión y su uso siempre se desaconsejó. Sin embargo, recuerdo que en la primera estación de radio que trabajé, Emisoras El Poblado de Medellín, las cuñas se emitían en casetes, y eran un dolor de cabeza
Para rebobinar o ajustar las cintas era necesario un instrumento muy especial: un lápiz o un bolígrafo. Con ellos se adelantaba o se atrasaba la cinta para dejarla en el punto exacto de inicio. También se usaban para adelantar o retroceder toda la cinta o evitar que se destemplara.
Equipos de transmisión remota: En los inicios, las transmisiones se hacían por teléfono. Cuenta la historia que para las transmisiones de las primeras Vueltas a Colombia en bicicleta, los locutores se tenían que trepar a los postes telefónicos al lado de la carretera y conectarse desde allí.
En Colombia, el término usado para que alguien se comunicara con la emisora era “dame una línea de 500”. El término viene de un modelo de teléfono creado por Western Electric y distribuido por Bell System, y que se convirtió en el aparato estándar para uso en el hogar entre los años 1950 y 1984.
“Pato”: Para las transmisiones remotas por teléfono comenzaron a usarse diferentes equipos. En Colombia se popularizó el uso de las consolas Shure, especialmente el modelo M67, que permitía conectar 4 líneas, ya fueran de audio o micrófonos.
El problema es que el sonido que entregaban era muy… telefónico. La voz era clara pero sin cuerpo. Entonces llegaron unos equipos que producían un sonido más grueso, realzando brillos y bajos. En inglés se les conoce como Low Frequency Extenders (Extensores de Frecuencias Bajas).
Para ello era necesario comprimir la señal y darle cuerpo. Los equipos de transmisión y recepción debían sincronizarse tanto en el estudio como en el punto de transmisión mediante el uso de un botón.
Si alguna de las partes olvidaba apretar el botón de compresión, la voz sonaba muy chistosa, como de un marciano. Por esta razón, los técnicos de transmisiones decidieron llamarlo ‘Pato’, pues sentían que el sonido era similar al de la voz del Pato Donald.
“Cacorro”: En Colombia, el término ‘cacorro’ se usa vulgarmente para describir al hombre que en las relaciones homosexuales mantiene una actitud más activa que pasiva.
Y en la radio, este término fue usado por aquellos técnicos que usaban equipos de FM para transmisiones remotas portátiles. El nombre real de estos equipos es Remote Pickup Transmitter o RPT. Los más usados eran de marca Marti.
Por su peso, y para poder movilizarse libremente durante las transmisiones, estos pesados equipos se colgaban en la espalda. De allí su singular apodo.
Otros equipos: Además de los que he mencionado atrás, siempre existieron otros equipos que facilitaban la transmisión, mantenían al aire la emisora y proporcionaban el contacto con los oyentes antes de la llegada de los chats y redes sociales.
Clavijero: Usado especialmente en las emisoras de radio hablada, el clavijero permitía interconectar todos los equipos de transmisión la emisora y canalizar los audios ha equipos específicos.
En las grandes cadenas existían las llamadas Salas de Conmutación, donde se enviaban y recibían los audios desde y hacia las diferentes estaciones que conformaban las cadenas de radio. Por allí llegaban las transmisiones remotas y se distribuían a las emisoras.
La conexión entre un canal y otro se hacía mediante cables que tenían una clavijas de conexión en cada punta. El operador tenía que tener claro por dónde llegaba la señal y enchufarla en el clavijero correspondiente para enrutarla de forma correcta.
Obviamente, los clavijeros instalados en las cabinas de las emisoras musicales eran mucho más sencillos, pero la operación, guardadas las proporciones, era similar.
Teléfonos: Siempre fueron la gran herramienta de interacción con los oyentes. Algunas emisoras solo contaban con una línea. Otras eran más sofisticadas y podían recibir varias llamadas simultáneas.
En los viejos tiempos, cuando los aparatos telefónicos eran de disco, era común que las directivas, para evitar altos costos, los bloquearan poniendo candados en el dial. Sin embargo uno podía llamar marcando con el dedo, y de manera repetida, los botones sobre los que reposaba el auricular.
Uno tenía que golpear repetidamente el número de veces que representaba cada cifra. Por ejemplo, para marcar el 4 había que golpear el botón 4 veces. Para pasar al siguiente número se esperaba medio segundo y volvía a empujar el botón el número de veces requerido.
Planta eléctrica: En algunas emisoras, especialmente las independientes, tenían una planta eléctrica local. Cuando no había energía, había que salir corriendo a encender ese generador, muchas veces tirando de una cuerda.
Cuando al fin encendía el ruido era infernal, y era prácticamente imposible hacer locución. Pero el mayor problema era cuando no había combustible o cuando, simplemente, a la planta no le daba la gana de arrancar, por más esfuerzo que se hiciera.
Conclusión
Hoy en día, hacer radio es mucho más sencillo. Prácticamente lo único que hace falta es un computador, aunque, incluso, se puede hacer desde un teléfono inteligente.
Existen aplicativos, softwares y portales dedicados a permitir que cualquier persona cree su propia emisora. En último caso, con solo crear una playlist en Spotify, esa persona ya está haciendo radio.
Los tiempos han cambiado. Y a pesar de tanto avance tecnológico lo que no podemos perder quienes seguimos insistiendo en hacer radio es perder la pasión.