Hasta 1989, mi trabajo en radio se había realizado siempre en emisoras independientes. Luego de haber crecido escuchando a las emisoras de las grandes cadenas, yo tenía claro que no quería pertenecer a ellas. Pensaba que al trabajar en una cadena de radio sería una persona más del montón.
Siempre me imaginé a esas empresas como lugares de trabajo con cientos de empleados, decenas de jefes, toda la burocracia del mundo y toma de decisiones por parte de personajes inalcanzables, más aún en emisoras que contaban con las grandes estrellas de la radio.
De hecho, y estando en la legendaria Veracruz Estéreo de Medellín, Humberto Restrepo Jr., conocido como ‘Flincho’, me llamó para dirigir y programar Caracol Estéreo de Medellín en 1986. Lo pensé, pero al final rechacé su invitación. Definitivamente, no quería trabajar en una gran cadena de radio.
Por el contrario, trabajar en emisoras independientes daba más libertad, había más cercanía con los jefes, que muchas veces eran amigos personales, se tomaban más rápido las decisiones y, sobre todo, el ambiente de trabajo era mucho más fraternal y de camaradería, al haber menos gente y conocernos entre todos.
Por esta razón quedé sorprendido cuando Carlos Arturo Gallego, gerente de programación y sintonía de Caracol, me llamó en junio de 1989 para que me fuera a trabajar en esa empresa. Y mi primera respuesta, casi que de manera automática, fue que no estaba interesado.
No solo le expliqué que Fernando Pava, gerente de 88.9 Súper Estéreo, había hecho un gran esfuerzo económico para llevarme a Bogotá a ayudarle en la dirección de su emisora y a montar el Morning Show, sino que también le expuse todas mis razones para no trabajar en una gran cadena.
Gallego insistió un par de veces más y yo continué negándome, hasta que me dijo que le aceptara una reunión con Ricardo Alarcón, presidente de la empresa.
Yo nunca esperaba eso. Ni siquiera sabía quién era el señor Alarcón. Y me asusté, porque nunca había hablado con el presidente de una empresa y, menos aún, de la cadena de radio más importante del país. Y pensé que sería muy descortés de mi parte no aceptar esa reunión.
Ellos me citaron en un bar o restaurante que estaba en el World Trade Center de Bogotá. Sobra decir que yo ya tenía mi discurso preparado para negarme a trabajar en la empresa, y debo reconocer que iba muy prevenido, porque pensaba que me iban a tratar de enredar para aceptar la invitación.
Cuando llegué los saludé. Ellos me dijeron que si quería un trago. Yo me negué. Pensé: “me quieren emborrachar para convencerme”. ¡En serio! Hoy me río de esa estupidez…
Luego de presentarnos comencé a echar mi discurso. Expliqué lo feliz que estaba en Súper Estéreo, especialmente sabiendo que éramos número 1 y habíamos revolucionado a Bogotá con “El zoológico de la mañana”.
Luego de mi exposición de unos 5 minutos, Alarcón me miró y me dijo: “Entiendo perfectamente su punto. Ahora déjeme contarle mi propuesta. Yo quiero que esa labor que usted realizó en Veracruz Estéreo de Medellín y en la Súper Estación de Bogotá la repliquemos en todo el país”.
Y prosiguió: “Usted sería la persona encargada de montar un sistema de emisoras enfocadas al público joven de todo el país. Al retirarse de la otra empresa le daremos un bono y su salario será más del doble de lo que gana actualmente”.
Me quedé callado unos segundos. Era como un golpe en el estómago. Nunca pensé que una empresa tan importante, que las grandes ligas de la radio me hicieran una propuesta de este tamaño, especialmente siendo un provinciano que no llevaba ni 8 meses en la capital del país.
Luego solo atiné a extenderle mi mano y le dije: “No puedo decir que no a semejante oferta. Mil gracias. ¿Cuándo comenzamos?”
El 31 de julio de 1989 comencé a trabajar en Caracol. Sí, un día antes de que iniciara mi contrato. Y advierto que mi decisión no se dio por el salario. Claro, era muy bueno. Mucho más de lo que habría soñado. De hecho, hoy en día pienso que pude haberlo negociado mejor. Pero ese no era el motivador.
Mi pasión es la radio, y solo quería ver que lo que había hecho junto a mis amigos muy talentosos de Medellín y Bogotá ahora se iba a convertir en un proyecto nacional. Yo soñaba con ver muchas Veracruz Estéreo y Súper Estéreo en todo el país.
Y así fue.
Pero la llegada a Caracol fue toda una aventura para mí. Y hoy quiero recordar algunos de los aspectos más curiosos, divertidos y conmovedores de mi llegada a esa empresa, a la que le presté mis servicios por 19 años y que me permitió aprender lo que nunca hubiese logrado en otro lado, trabajar con las leyendas de la radio que siempre había escuchado, admirado y copiado, y desarrollar una carrera que me llevó a trabajar a varios países para montar y manejar diferentes proyectos radiales.
A continuación, 8 anécdotas de mi llegada a Caracol hace 35 años.
- La “nueva” sede
Llevaba menos de un año viviendo en la capital y aún me faltaba mucho por conocer de esa gran ciudad. Al aceptar el trabajo, me voy con mi esposa en nuestro flamante Renault 9 de 1985 y tratamos de encontrar la sede de la que, a partir de la semana siguiente, sería mi nueva casa de trabajo por 19 años.
En plena zona industrial de Paloquemao llegamos a un vetusto edificio en donde, hasta hacía pocos meses, funcionaba la desaparecida Radio Sutatenza. Alrededor sólo estaban la fábrica de Icasa, la embotelladora de Gaseosas Colombianas y varias bodegas.
Desde fuera se notaba que se estaba trabajando a toda marcha en la reconstrucción del edificio. Obreros entraban y salían con carretillas y herramientas de trabajo.
Al llegar a ese sitio y ver las condiciones en las que se encontraba llegué a pensar: “me retiro de la emisora número 1 de Bogotá, con una sede cómoda y recién renovada en Teusaquillo, para venir a meterme en este oscuro y despoblado sector… ¿habré tomado la decisión correcta?”
31 de julio de 1989. Luego de firmar el contrato ingreso por primera vez a esa sede. Era un edificio de 5 pisos. En el primero estaba la recepción, aún sin construirse. En el segundo, en el ala norte, quedarían la Presidencia y las Vicepresidencias, y al sur las salas de redacción de noticias y deportes.
En el ala norte del tercer piso se adecuaban las oficinas del departamento Comercial y de Pautas, y al sur se construían las cabinas de la Cadena Básica, Radio Reloj y Radio Deportes.
Y, luego de pasar brincando y esquivando charcos y montículos de arena, llego al cuarto piso. Al lado derecho estaba la sala de locutores de la emisora. Había una pared con canceles de madera y vidrio. Estaba pintada con grafitis. Parecía un túnel oscuro y descuidado. La verdad, me dio un poco de susto…
A mi izquierda, apenas entrando, estaba la cabina de Radioactiva, una emisora que había sido lanzada solo 4 meses atrás para competir contra 88.9, Súper Estéreo, que según la última medición entregada en noviembre de 1988, era la emisora más escuchada de Bogotá.
Y yo, que fui su director hasta este momento, debía trabajar ahora contra ella para tratar de ser número 1 con este nuevo proyecto. Una labor muy difícil y casi imposible de lograr.
Arriba, en el quinto piso, todo parecía el fin del mundo. Picas, palas, carretillas y obreros taladrando el piso. La idea era quitar las antiguas baldosas para cambiarlas por un piso nuevo, más moderno.
En esta nueva sede solo estaban Radioactiva y Radio Recuerdos. Mientras tanto, las oficinas centrales y demás emisoras de Caracol seguían operando desde la antigua sede de la avenida 19, entre carreras 8ª y 9ª.
Y allí, descubriendo un nuevo mundo, comencé a trabajar sin pensar que iba a pasar casi la tercera de mi vida dentro de sus paredes.
- Taladros sobre la cabeza
Antes de mi llegada, Armando Plata Camacho, creador del concepto Radioactiva, tenía a su lado gente tan valiosa como Hernán Orjuela, director de Bogotá, Jorge Marín, Deysa Rayo y, entre otros, a Camilo Pombo.
La cabina de Radioactiva estaba, inicialmente, en el 4º piso. Usaba una gigantesca consola de radio, nada menos que la antigua mesa de controles de Radio Sutatenza, algo exagerado teniendo en cuenta que solo se iban a poner discos y a hacer locución.
La estructura de madera que sostenía esta gigantesca y pesada mesa de mezclas estaba desvencijada y se balanceaba de un lado a otro con el peso de la consola.
Camilo nunca había hecho controles y debutaba como disc-jockey. Debido a su falta de experiencia, y a lo complicado que era manejar una consola de 32 canales, creada para una emisora básica de noticias, decidió autonombrarse “Juan Sebastián Bache”, haciendo referencia a los largos silencios que dejaba entre canción y canción mientras aprendía a manejar los equipos..
Armando era el único en Caracol que tenía secretaria privada bilingüe. Ni siquiera la Presidencia tenía una. Además contaba con un equipo de 16 practicantes, entre quienes se contaba el genial Félix Riaño, uno de los precursores y mayores impulsores del podcast en Colombia.
Para esa época no se usaban CD’s. La música se pasaba en discos de vinilo de 45 R.P.M. o en Long-plays. Exactamente arriba, en el 5º piso, una máquina taladraba el piso incesantemente a lo largo de varias semanas.
Esto hizo que se abrieran pequeñas grietas en el techo de la emisora por las que caía arena, no solo sobre nuestras cabezas durante el turno sino encima de los discos. Esa arena, al ser molida por las agujas de las tornamesas, acabó, prácticamente, con la incipiente discoteca de la emisora, y hacer un turno con ese ruido era un verdadero martirio.
Afortunadamente yo tenía una gran colección de música. Los llevé a la emisora y pude reemplazar rápidamente toda la discoteca. La empresa me repuso luego los discos.
- Cambio de mando
Cuando llegué a Radioactiva había un programa de la mañana presentado por Hernán Orjuela, director de la emisora, y Jorge Marín, quien se había retirado de 88.9 y hacía el papel de una señora chismosa llamada “Doña Jesusita”.
El programa no tenía nombre. Hernán trabajó hasta finales de agosto de ese año. No fue fácil para mí convertirme en su jefe al reemplazarlo en la dirección de la emisora. Se trataba de uno de los talentos de radio y televisión más populares del momento en Colombia y a quien siempre admiré.
Pero seguramente fue mucho más difícil para él sentir que la empresa había decidido quitarle la dirección de la emisora y entregársela a un desconocido recién llegado de provincia y que nadie conocía en la capital del país.
Hernán continuó haciendo su turno de disc-jockey. Hasta ese momento, cada talento que se sentaba frente a la consola ponía las canciones que quisiera y en el orden que deseara, pero yo quería hacer algo diferente.
Ya había trabajado en Veracruz Estéreo y luego en 88.9 Súper Estéreo con un sistema de rotación de canciones creado por mí, para lo cual se contrató a desarrolladores de software.
Mi jefe, Carlos Arturo Gallego, es ingeniero de sistemas, y le encantó la idea de crear un nuevo software de programación, así que bajo mis instrucciones se procedió a su desarrollo en Caracol, lo cual tomó un par de semanas.
Tan pronto estuvo listo les pedí a todos quienes trabajaban en la emisora que, de ese momento en adelante, tendrían que seguir la programación que entregaba el software.
Tan pronto se lo dije a Hernán Orjuela me dijo más o menos lo siguiente: “Tito, ya esto cambia drásticamente mis condiciones. Recuerda que yo venía programando la música de Radioactiva y comprenderás que no me sentiría cómodo siguiendo tu programación, así que hasta aquí llego”. Entonces, presentó su renuncia inmediata.
Andrés Nieto quedó encargado de la programación y, ante la renuncia de Hernán, me senté con Jorge Marín a realizar el Morning Show, que todavía no tenía nombre. Marín creó un nuevo personaje llamado “Simplicio”.
Supuestamente era mi asistente, un joven inocente e ignorante, pero que en medio de su estupidez creaba situaciones muy divertidas, y se emocionaba hasta las lágrimas cada vez que cantaba con su voz temblorosa “Y te necesito…”, la canción de Los Hombres G.
- El sitio correcto en el momento justo
Pero la idea era construir un equipo muy fuerte para competir contra “El Zoológico de la Mañana” que yo había armado en 88.9 y era la locura en ese momento.
El 14 de agosto, solo 15 días después de asumir la dirección de Radioactiva Bogotá, viajé a Medellín para la inauguración de Radioactiva Medellín que ocurriría al día siguiente. El viaje no duró más de 2 días.
Esa tarde, en medio de los preparativos, empecé a escuchar radio local. Necesitaba un nuevo talento para la emisora de Bogotá. Cuando sintonicé Todelar Estéreo, que también transmitía música en inglés, escuché una voz que me encantó. Se trataba de Claudio Rojas.
Claudio, un talentoso venezolano, venía de trabajar en la radio caleña, pero quería buscar nuevos horizontes, así que viajó a Medellín. El primer sitio donde tocó las puertas fue en esa emisora y, justamente ese día estaba haciendo una demostración de su locución al aire.
Lo llamé y le dije que me encantaba su forma de hacer radio, que me encantaría tenerlo en la emisora de Bogotá y que si estaba dispuesto a radicarse allí. Él, gratamente sorprendido, dijo que sí, que justamente estaba buscando trabajo.
Pero quedó más sorprendido aún cuando le dijimos que empacara sus cosas porque al otro día nos íbamos a la capital. Y aceptó.
Y así entró a formar parte del equipo.
- El ave está en el aire
El siguiente refuerzo fue Alejandro Villalobos. Siempre comenzaba sus turnos de discjockey usando sus iniciales, A. V., para identificarse. Por eso decía, “A partir de este momento, el Ave está en el aire…”. Bueno, y siempre terminaba su turno mandando sus “abrazos en estéreo”.
Era él quien interpretaba a “Don Fulgencio” y a “Carlotica” en 88.9, personajes que había creado Jorge Marín en esa emisora. Al llegar Villalobos en septiembre, Jorge renunció inmediatamente. Estaba muy molesto desde que salió de 88.9 porque Villalobos lo había reemplazado en las voces de esos personajes y, obviamente, no quería trabajar con quien se había convertido su rival.
Con la salida de Marín hubo que crear otro nuevo personaje. Usando el distorsionador electrónico de voz, Villalobos se inventó un personaje llamado ‘Pity’, una niña tierna que, en medio de su inocencia, hacía preguntas acerca de temas adultos que ella no entendía.
Y fue Alejandro quien ideó el nombre del programa. La idea era la siguiente: crear dentro del programa una serie de secciones que se pudieran comercializar y darle cuerpo al programa, todas bajo un mismo concepto.
Cada sección sería un ‘vagón’ (el vagón del entretenimiento, el vagón de los deportes, el vagón del humor, etc.), los cuales eran arrastrados por “La Locomotora”.
- El ‘Clan del Papanapunch’
Como lo comenté arriba, en septiembre de ese año llegó a Radioactiva Alejandro Villalobos. La idea era fortalecer el equipo de Radioactiva.
En Caracol había varios grupos de ventas, y uno de sus directores era Álvaro Upegui. Ellos aún no se habían pasado a la nueva sede, pero un día llegaron Álvaro y tres ejecutivas a ver el avance de la obra y a conocer su sitio de trabajo.
Alejandro y yo fuimos a saludarlos. Serían nuestros compañeros de trabajo. Álvaro, muy orgulloso, nos mostró la que sería la elegante oficina del Vicepresidente Comercial, Jorge Vargas.
En medio de la conversación, Álvaro nos dice que si nuestra idea era que trabajáramos en equipo deberíamos hacer parte de un club muy especial, el ‘Clan del Papanapunch’, y que esperaba que estuviéramos listos para unirnos a él.
Como buenos relacionistas públicos aceptamos unirnos a ese club, pero Álvaro nos dijo que para ingresar teníamos que pasar por una dura prueba. Entonces abrió un cajón y sacó de allí una botella de Aguardiente Néctar y un par de vasos.
Sí, para poder entrar al clan había que tomarse un vaso lleno de aguardiente.
“¿Quién arranca primero?”, dijo Álvaro. “¡Yo!”, dijo Alejandro, tratando de impresionar a las vendedoras.
Alejandro no tomaba trago, y me quedé sorprendido cuando cogió el vaso, y sin pensarlo, empezó a beber sin parar hasta dejarlo vacío. Y fue ahí cuando entendimos por qué ese club se llamaba así: mientras lo iba tomando, el coro de vendedoras cantaba a todo pulmón: “Papanapunch, papunch, papunch, pararán pan pan…”
Eran las 10 de la mañana de un martes. Yo no podía creer lo que estaba pasando y, lo peor, ya no podía echarme atrás, así que seguí los pasos de Alejandro y me bogué el vaso de aguardiente al ritmo de la canción. No sé cómo lo logré…
Pero, tal vez, el más sorprendido fue Álvaro, quien sacó a relucir su ingenio y dijo inmediatamente que la prueba, realmente, no consistía en tomarse un vaso de aguardiente sino dos. Aunque nos quejamos, aduciendo que esa era una trampa, decidimos seguir con el juego…
Entonces Alejandro tomó el vaso lleno y comenzó a ingerirlo, pero al segundo trago no aguantó más… ¡y se vomitó en el piso! En medio de las risas, Álvaro comenzó a preocuparse: habíamos “estrenado” así la flamante nueva oficina de la Vicepresidencia Comercial antes de que se mudara allí su nuevo inquilino.
- Llega a Bogotá “El Profesor Dinario”
Los viernes, Yamid Amat dejaba de lado las noticias políticas de la tarde y le bajaba el ritmo a su noticiero con un poco de humor. Realmente, esa fue la base de “La Luciérnaga”. Juan Harvey Caycedo hacía 3 o 4 personajes muy divertidos mientras Yamid comentaba las noticias de la semana.
Un día de ese mes de septiembre estaba escuchando el programa y Yamid le dio paso a Óscar Rentería, quien le dijo que tenía como invitado al director del club América de Cali, Gabriel Ochoa.
La conversación se tornó chistosa, pues realmente se trataba de una imitación realizada por Guillermo Díaz. Allí Guillermo imitó además a Belisario Betancur y a Misael Pastrana, entre otros personajes de actualidad.
Por esos días, Guillermo acababa de salir de Grupo Radial Colombiano y llegó a Caracol Cali para narrar los partidos de visitante de los equipos de fútbol de esa ciudad, y prácticamente nadie en Colombia conocía sus habilidades de humorista e imitador.
El lunes llegué a contarle a mi jefe, Carlos Arturo Gallego, que había escuchado las imitaciones de Guillermo, y que ese era el personaje que necesitaba para el ‘Morning’ de Radioactiva, que ya comenzaba a tomar forma pero que necesitaba un ‘empujón’ final.
De esta forma, a los pocos días ya estaba conmigo en el programa, y junto a Alejandro Villalobos y Claudio Rojas fuimos fortaleciendo el programa.
Las imitaciones eran importantes, pero yo pensaba que estaban dirigidas para un público adulto, por tratarse de temas políticos. Entonces le pedí a Guillermo que creara un personaje que fuera una especie de ‘mandadero’ de la emisora, al que le pedíamos que hiciera trámites pero nunca las completaba.
Guillermo se inventó a “Hipocondrio”. El nombre se debía a que siempre se hacía el enfermo para no cumplir con su trabajo. Por ejemplo, un día lo llamamos a ver dónde estaba y nos dijo que no había salido de la casa porque tenía mucho miedo. “El médico me dijo ayer que yo tenía un esqueleto por dentro, y eso me tiene muy ‘asustao’…”
A Guillermo no le gustaba imitar o hacer voces femeninas. Por esos días surgió el escándalo de la reina Maribel Gutiérrez Tinoco, novia de Jairo ‘El Mico’ Durán, un supuesto empresario que resultó ser un hombre vinculado a negocios ilegales.
Le rogamos a Guillermo que imitara a la señorita Gutiérrez. Luego de mucho insistir por fin aceptó. Se fue al teléfono listo para hacer la imitación. Hacemos la supuesta llamada y nos responde una voz femenina con acento costeño.
“Buenos días, ¿con quién hablamos?”, le pregunté, y me respondió: “Hablas con la mamá de Maribel…”. “Qué bueno… ¿y cuál es tu nombre?”. Y dice: “Mi nombre es Maribucha, mijo…”.
De esta forma iban surgiendo diferentes personajes con su voz prodigiosa, entre ellos “El mecánico”, “El Doctor Tuga” y un maestro que era un verdadero “torrente de sabiduría”, “El Profesor Dinario”, quien ante cualquier respuesta nos respondía, “¡Imbécil!”.
Con la llegada de “La Luciérnaga” un par de años después, Guillermo convirtió nuestro programa en su patio de entrenamiento para sus futuros personajes del programa de la tarde de Caracol, y poco a poco se fue alejando de nuestra emisora al llegarle a un público más interesante para él, y que acabó de proyectar su carrera como humorista.
- El humorista que fracasó y luego de desquitó
Además de ‘La Locomotora”, Guillermo Díaz participaba en Radio Deportes de Caracol. Allí hacía diferentes programas y narraba partidos de fútbol y competencias ciclísticas, su verdadera pasión.
Un día me dice: “Tito, le tengo un par de personajes que están haciendo prácticas en deportes pero que son muy chistosos. Creo que nos pueden servir para ‘La Locomotora’”. Yo le dije: “Claro, la competencia es muy dura y lo que necesitamos son buenos talentos…”
Al día siguiente aparecieron un joven rubio de ojos claros y nariz prominente, y un personaje flacuchento y de pelo largo, muy tímido. Eran Gabriel Delascasas y Martín de Francisco.
Gabriel se incorporó fácilmente al programa. Su humor negro e iconoclasta le dio un toque muy particular a nuestro programa, marcando una buena diferencia con el ‘Zoológico’.
Por el contrario, Martín no se pudo adaptar a nuestro estilo. En medio de su extrema timidez, la verdad es que no supe apreciar en ese momento la irreverencia que lo iría a caracterizar más adelante y con el cual se hizo famoso.
Nunca pensé que, 7 años después, iba a estar trabajando con él y con Santiago Moure en Radioactiva, con un programa de radio que marcó toda una generación.
Y, precisamente, uno de sus primeros programas en Radioactiva estuvo dedicado por Martín a contar de manera jocosa la forma como yo lo había despreciado. De allí surgió, además, el que nos hubiera incluido a Alejandro Nieto (“Tátara”), Carlos Arturo Gallego (“El doctor C. Jotas”) y a mí (Pito López”) entre los personajes que fueron objeto de burla en sus caricaturas de televisión.
- El cliente que despedí de la emisora
Radioactiva, además de su programa de la mañana y de sus conteos de éxitos del fin de semana, contaba con dos programas musicales especializados: uno de rock y otro de música New Age.
El de rock era presentado por Gustavo Arenas, más conocido como el “Doctor Rock”. El de New Age lo hacía el connotado publicista Fernando Martelo, cuyo hobbie es la música.
Infortunadamente para ellos, esos dos programas no iban con la línea programática que yo había diseñado para Radioactiva, así que le dije a mi jefe que no quería esos 2 programas y que era el momento de cancelar sus contratos.
Aproximadamente uno o dos años después la emisora ya era número 1 en Bogotá y estábamos conformando una gran cadena juvenil en todo el país, así que grandes anunciantes comenzaron a fijarse en nosotros.
Ellos buscaban a Radioactiva porque le estábamos hablando al público joven de 16 ciudades. Por eso, algunos de los primeros clientes fueron los de las bebidas gaseosas, las golosinas y, obviamente, los restaurantes de comida rápida, que estaban de moda y pasaban por un gran momento.
Ya contábamos con varios anunciantes de esa categoría y un día Martha Lucía Arrastía, una de las mejores ejecutivas de ventas de Caracol, me pidió que la acompañara para hacer la presentación de la emisora a un nuevo e importante cliente: Kokoriko, la cadena de restaurantes de pollo frito más grande de Colombia.
La reunión se realizó en la agencia de publicidad CB de Bogotá y, el ejecutivo encargado de manejar esa marca era… ¡Fernando Martelo!
Yo no lo conocía en persona. Solo sabía que estaba haciendo ese programa en Radioactiva antes de mi llegada y que yo no quería que continuara con nosotros.
Obviamente me entraron los nervios. Lo saludé y, de entrada, me disculpé y le expliqué que su salida se había debido a una nueva estrategia de programación y que no se trataba de nada personal, ni mucho menos que tuviera dudas sobre su talento.
Afortunadamente él sonrió, me saludó y me dijo que no me preocupara. También me confesó que ese programa le estaba quitando tiempo y que, de todos modos, ya no quería seguir haciendo el programa.
Kokoriko se convirtió en uno de nuestros clientes más queridos.
- Recibimientos explosivos
El 27 de noviembre de 1989 continuábamos en el cuarto piso. Todavía no habían terminado de construir las cabinas de las emisoras musicales en el quinto piso, pero la Cadena Básica ya estaba estrenando sus nuevos estudios en el tercero.
A las 7 y 11 minutos de la mañana quedamos todos sorprendidos al enterarnos de que un avión de Avianca, el vuelo 203 a Cali, acababa de explotar en el aire, producto de una bomba.
Era la dura época de la guerra entre carteles y contra el narcotráfico. Ese día decidimos terminar el programa a esa hora, luego de ofrecer condolencias a las víctimas, y nos conectamos a la Cadena Básica.
Pero lo peor estaba por llegar: el 6 de diciembre, solo unos días después, llegamos a trabajar como siempre y nos estábamos divirtiendo en “La Locomotora” con el humor de Guillermo Díaz y Alejandro Villalobos.
Claudio Rojas, un excelente disc-jockey venezolano que trajimos de Cali, presentaba noticias de música y entretenimiento.
De pronto, a las 7:30 de la mañana, una explosión nos aturdió. El edificio se estremeció. Los vidrios de las ventanas se inflaron como si fueran de caucho, y Claudio, que se sentaba en el borde de una ventana para poder fumar, por poco pierde el equilibrio y cae 4 pisos.
La confusión era total. No sabíamos qué había pasado. Salí corriendo a la Básica, que estaba un piso abajo, y allí nos informaron que una bomba acababa de explotar en un atentado contra el General Maza Márquez, cuyas oficinas estaban en el edificio del Departamento Administrativo de Seguridad, D.A.S.
Este edificio estaba a escasas 5 cuadras de Caracol. No sabíamos qué hacer. Obviamente dejamos de lado el humor y, nuevamente, terminamos conectando la emisora a la Cadena Básica para informar cómo transcurría ese duro momento de la guerra contra el narcotráfico.
Fueron esos dos hechos trágicos lo que nos dieron la “bienvenida” a esta nueva sede.
Conclusión
Esta es sólo una pequeña muestra de las miles de historias y anécdotas que surgen cuando se trabaja en un medio de comunicación tan importante como Caracol.
Aprovecho esta ocasión para agradecer, primero, a Carlos Arturo Gallego, quien insistió en llevarme a la cadena, a pesar de mis constantes negativas.
A Ricardo Alarcón, quien al lado de Carlos Arturo me entregó tantas enseñanzas y entregó en mis manos uno de los proyectos más importantes de la empresa, como lo fue la cadena Radioactiva, que en su momento llegó a estar conformada por 16 estaciones.
A Juan Piedra, quien me dio la oportunidad de desempeñarme como gerente general en Costa Rica, país al que amo y me ha acogido como si fuera mi propia casa, y a Jordi Finazzi, por darme la oportunidad de continuar haciendo radio como consultor de Prisa Radio en Costa Rica.
Y obviamente a todos quienes me acompañaron a lo largo del tiempo, desde 1989 hasta 2008, como director nacional de emisoras musicales y cuya lista sería interminable, luego de tener bajo mi batuta el manejo de más de 60 emisoras musicales en todo el país.
De todos aprendí y, gracias a ellos, puedo vivir hoy pensionado, procurando con mis escritos devolverle algo a la radio de lo que ella me ha entregado de manera tan generosa durante tanto tiempo.