La historia del cartucho de audio

Conozca en detalle cómo funcionaban, cuáles eran sus ventajas y desventajas y cuál fue el legado de esta gran herramienta de transmisión de audio para la radio.

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Cuando comencé a trabajar en radio, por allá en 1975, la estación en la que trabajaba, Emisoras El Poblado de Medellín, pasaba sus identificaciones y frases promocionales en discos de acetato que giraban a 78 RPM, y las cuñas comerciales se transmitían en casetes.

Los dos sistemas eran engorrosos y difíciles de manejar, y solo con el tiempo uno aprendía a usarlos de manera fluida.

En esa época, cuando la música venía en discos de vinilo, ya fueran long-plays o sencillos de 45 RPM, poner a sonar una canción no era tan complicado: la tornamesa, que tenía un paño encima, giraba a la velocidad ideal y uno dejaba que el disco rodara hasta que la aguja encontraba el punto exacto donde debía comenzar a sonar.

Tornamesa Russco Studio Pro Modelo B con su recubrimiento de felpa que permitía sostener el disco mientras el plato giraba.

El disco flotaba sobre ese paño y al llegar al punto de inicio de la canción, uno simplemente lo frenaba con el dedo y lo devolvía un poco hacia atrás. De esta forma, al momento de lanzar esa canción, siempre comenzaría en el sitio preciso.

Sin embargo, esto era imposible con los discos de acetato a 78 RPM precisamente porque el plato de la tornamesa giraba demasiado rápido. Por esta razón, la única forma era tratar de tener la puntería necesaria para que la cuña que estaba grabada allí comenzara a sonar en el punto ideal.

Y con los casetes era peor. Tratar de ubicar el inicio de la cuña en un casete era muy difícil. Para lograrlo, generalmente se daba play hasta el inicio de la grabación, luego se daba stop y se sacaba el casete. Después se introducía un lapicero para devolver la cinta un poco y, finalmente, se introducía de nuevo el casete en el reproductor.

Escena típica de quienes trabajábamos con casetes…

Esto implicaba tener todas las cuñas listas para arrancar en la próxima tanda, lo que a su vez obligaba al operador a estar muy ocupado mientras sonaban las canciones.

Y si usted tenía la mala fortuna de trabajar, como yo, en una emisora que solo disponía de un deck de casetes, tenía que hacer verdaderos malabares para parar la cinta tan pronto terminaba una cuña, expulsar el casete con un botón y, mientras esa cinta giraba en el aire, tratar de introducir el otro casete y darle play, para evitar ese bache silencioso.

Pero los tiempos fueron cambiando, y ya en 1978 entré a trabajar en la emisora La Voz del Cine que, a diferencia de la anterior, contaba con 2 equipos de reproducción de cinta llamados cartucheras.

La vida era mucho más fácil para el operador. De alguna manera que yo no entendía, uno insertaba esa cajuela con cinta en el equipo reproductor, apretaba el botón de play y, tan pronto terminaba de sonar, prácticamente quedaba lista para volver a transmitir en la siguiente ocasión.

El cartucho

En esa emisora teníamos un problema frente a la grabación de las cuñas y material promocional: no había una máquina grabadora de cartuchos. Por el contrario, teníamos que enviar el material en cinta magnetofónica a otra emisora para que allí realizaran esa labor, con lo que se perdía inmediatez. Además, podían hacer seguimiento de nuestro trabajo, incluyendo el tema comercial.

Mi eterna curiosidad me llevó a explorar cómo funcionaban esos cartuchos, especialmente porque la empresa no tenía un ingeniero o un técnico de cabecera que me diera la explicación correspondiente.

Muerto de miedo al no saber con lo que me iba a encontrar, finalmente me decidí a abrir uno. Lo primero que me llamó la atención es que usaba cinta magnetofónica similar a la de las grabadoras de carrete abierto, es decir, de 1⁄4 de pulgada (6,4 mm) de ancho.

Otra curiosidad es que se creaba un loop o bucle sinfín. El inicio de la cinta estaba pegado al final. De esta forma, la cinta se iba desenrollando a medida que sonaba, pero siempre regresaría al punto de inicio.

Así se ve un cartucho en su interior con la cinta haciendo un bucle sin fin.

Siguiendo con mi investigación, saqué la cinta y la puse a sonar en una grabadora de carrete (open reel) y descubrí que la cuña estaba grabada en el canal izquierdo y que el canal derecho permanecía en silencio casi todo el tiempo.

Sí, casi todo el tiempo. La sorpresa estaba al final: en ese canal derecho, que estaba en silencio y cuya señal no sonaba al aire, había un pito o tono de 150 hercios.

Y así descubrí que ese era el mecanismo que usaba el sistema para detener la cinta y dejarla lista para arrancar de nuevo en el punto exacto.

Lo más chistoso es que, en medio de mis experimentos, decidí grabar una cuña solo en el canal izquierdo y en el canal derecho, que dejé en silencio, al final imité con mi voz el ‘cue tone’. Sí, con mi voz me acerqué al micrófono y dije “¡Piiiiií!”

Por muy chistoso e inocente que esto suene, lo cierto es que tomé esa cinta, la metí en un cartucho vacío, la puse a sonar… ¡y funcionó!

Un poco de historia

Esta tecnología, técnicamente conocida como «cartucho NAB«, Fidelipac o simplemente «cartucho», es un formato de grabación de sonido en cinta magnética utilizado para transmisiones de radio para la reproducción de material por aire, incluidos comerciales de radio, jingles, identificaciones de estaciones y música, así como para música de fondo interior.

Fidelipac es el nombre oficial del cartucho de cinta de audio estándar de la industria. Fue desarrollado en 1954 por el inventor George Eash (aunque también se le atribuye a Vern Nolte de Automatic Tape Company).

Varios cartuchos Fidelipac.
(Imagen: Museum of Obsolete Media)

Este cartucho fue introducido comercialmente en 1959 por Collins Radio Co. en la Convención de la National Association of Broadcasters (NAB) en 1959.

El de Eash se basó en el diseño del cartucho de cinta de bucle sin fin desarrollado por Bernard Cousino en 1952, cuando Eash compartía espacio en la tienda de electrónica de Cousino a principios de los años 50.

En lugar de fabricar él mismo el formato Fidelipac después de desarrollarlo, Eash decidió conceder la licencia de fabricación a Telepro Industries, en Cherry Hill, Nueva Jersey. Luego Telepro fabricó y comercializó el formato con la marca Fidelipac.

Formato de cinta

El cartucho Fidelipac consistía originalmente en una cinta de grabación analógica de 1⁄4 de pulgada (6,4 mm) de ancho, en formato de dos pistas.

Como lo mencioné arriba, una de las pistas se utilizaba para grabar el audio de manera monoaural; el otro se usaba como pista de entrada para controlar el reproductor, donde se grababa un tono para detener automáticamente el cartucho.

Teniendo en cuenta que muchas veces quedaba un pedazo de cinta en silencio después del audio de la cuña, con el tiempo se comenzó a grabar un tono secundario que permitía adelantar la cinta manera automática hasta quedar en el punto de partida.

Incluso, en algunos modelos se grabó un tono terciario que se usaba para activar otra cartuchera. De esta forma se automatizaba la reproducción de los cartuchos. En las emisoras mejor equipadas era común ver una batería de 4 o más cartucheras, que disparaban de manera automática los otros equipos, facilitando el trabajo.

Con el paso del tiempo se empezaron a usar 3 pistas: dos para audio estéreo y la tercera para los ‘cue tones’. De esta forma no solo se podían pasar grabaciones comerciales y promocionales en estéreo, sino que se volvió común grabar las canciones en los cartuchos.

La velocidad estándar de reproducción era de 7,5 pulgadas por segundo, aunque algunos reproductores y grabadores de carrete se podían configurar para grabar a otras velocidades, como 3,75 (Harris y un par de Broadcast Electronics) o a 15 pps (de la Pacific Tomcat).

Formato del cartucho

A diferencia del cartucho de 8 pistas que se comercializó para escuchar música en los carros, desarrollados en 1964 por Bill Lear, y que tenía el rodillo de presión integrado en el cartucho, el Fidelipac tenía un orificio en la esquina frontal inferior derecha del cartucho, donde entraba el rodillo de presión de la máquina que ajustaba la cinta contra el cabezal de reproducción.

Aunque con el tiempo se logró que el rodillo de presión engranara automáticamente el cartucho cuando se presionaba el botón de reproducción (el motor del cabrestante ya estaba funcionando cuando se insertaba el carro), las primeras cartucheras -como Sparta, Spot-matic y otras- requerían que el operador también empujara una palanca separada para insertar el rodillo de presión en su lugar antes de que pudiera comenzar la reproducción.

Antigua cartuchera con palanca para activar el rodillo de presión.

Había cuatro tamaños de cartuchos disponibles:

  1. El tamaño AA (simple) de una pulgada de ancho por dos pulgadas de largo, capaz de contener el mismo material que un disco Extended Play de 45 RPM (seis minutos por pista).
  2. El tamaño A de 4 pulgadas de ancho (Fidelipac Modelo 300, 350 y MasterCart), que era un cartucho de tamaño estándar de 8 pistas con un tiempo de reproducción máximo de 10 minutos (el tamaño más común y ampliamente utilizado)
  3. El tamaño B de 6 pulgadas de ancho (Fidelipac Modelo 600), un cartucho más grande diseñado para realizar programas más largos
  4. El tamaño C, aún más grande, de 8 pulgadas de ancho (Fidelipac Modelo 1200), que se utilizaba a menudo para aplicaciones de música de fondo.

Ventajas y desventajas

El atractivo para los operadores de audio era obvio. A partir de mediados de los años 70, simplemente sacaban los cartuchos con el material que iban a transmitir, los apilaban y los iban metiendo en las cartucheras, uno tras otro.

Solo había que apretar el botón verde de play y, mientras sonaba, esperar a que el otro cartucho se detuviera de manera automática, sacarlo y reemplazarlo por el siguiente.

Generalmente los cartuchos se armaban con cinta magnetofónica de duración limitada. Por ejemplo, un cartucho en el que se quisieran guardar 2 cuñas de 30 segundos podía tener una longitud de cinta con una duración de 65 o 70 segundos, en decir de 1:05 0 1:10 minutos.

Ahora, muchas veces los audios tenían otras duraciones no tan exactas, así que quedaba una ‘cola’ al final de la cinta que podía tener varios segundos de duración antes de terminar el bucle.

Y sucedía lo siguiente: digamos que uno transmitía una cuña de 20 segundos en un cartucho de 35 segundos. Esto quiere decir que luego del audio quedaba un silencio de 15 segundos.

Si la cuña que seguía duraba 30, no había problema. El primer cartucho seguía rodando en silencio durante los 15 segundos sobrantes hasta detenerse.

Pero si la cuña que seguía solo duraba 10 o 15 segundos, y solo había 2 cartucheras, había que detener la primera cartuchera antes de completar el bucle.

Esto podía solucionarse fácilmente al finalizar la tanda. Tan pronto empezaba a sonar la música, el operador reproducía nuevamente los cartuchos que no habían podido terminar el bucle para dejarlos en el inicio.

El problema es que a veces se les olvidaba hacerlo. De esta forma, cuando el operador tenía que volver a transmitir ese cartucho, había un silencio que duraba los segundos que habían quedado por sonar la vez anterior.

A la izquierda, cartucheras reproductoras con botones secundario y terciario. A la derecha, cartuchera grabadora.

Estas máquinas eran muy fiables, aunque era necesario que los técnicos pasaran regularmente a limpiar los cabezales, que se impregnaban del óxido de ferrita de la cinta magnetofónica, lo que dañaba la calidad de sonido.

También era necesario desmagnetizar esos cabezales de manera regular y alinearlos adecuadamente para lograr una calidad de sonido óptima.

La operación era silenciosa. El único ruido que ocasionalmente se escuchaba cuando se usaban era cuando el operador, en un descuido, golpeaba la pila de cartuchos y caían al suelo, muchas veces con el micrófono abierto…

Finalmente, las ventajas operativas superaron las desventajas prácticas. La grabación en cartucho requería de una grabadora especializada. Además, era necesario borrar el audio que estaba grabado antes de sobrescribirlo con una nueva cuña o canción.

Para ello se usaba un aparato ruidoso, generalmente un electroimán, que se activava apretando un botón, se pasaba encima del cartucho haciendo círculos y alejando poco a poco la mano para evitar un clic o sonido de golpe al apagar el borrador.

Este ruidoso aparato servía para borrar el contenido de audio que estaba grabado en la cinta del cartucho.

Los cartuchos eran relativamente costosos, así que había que sacarles el mayor provecho posible. Por eso muchas veces estaban desgastados y comenzaban a fallar. Además, necesitaban de una cinta especial con lubricación de grafito para evitar un desgaste prematuro.

Final

La revolución del audio digital de los años 90 marcó el principio del fin de las cartucheras, ya que el almacenamiento y la reproducción de archivos de audio digitales en discos duros se convirtieron en la norma.

Si bien no existe una fecha exacta que marque el final para esta tecnología, su uso ya estaba llegando a su fin en 1999, luego de 40 años de su lanzamiento.

La llegada de otras opciones digitales como los DigiTrack, los MiniDisc y los sistemas automatizados de transmisión por computador fueron la causa principal para su desaparición.

Conclusión

Los cartuchos de cinta magnetofónica, esos fieles aliados de la radio durante décadas, marcaron una época dorada en la historia del medio. Su simplicidad, versatilidad y calidad de sonido los convirtieron en herramientas indispensables para la transmisión de audio, desde cuñas publicitarias hasta programas completos.

Gracias a ellos, las emisoras pudieron programar con mayor flexibilidad, optimizar tiempos de emisión y ofrecer una experiencia auditiva de calidad a sus oyentes.

Y aunque fueron reemplazados por las tecnologías digitales y de computación, su legado permanece imborrable, como un símbolo de la pasión y el ingenio que durante tantos años caracterizaron a este medio de comunicación.

Un adiós con gratitud, a un formato que supo ganarse un lugar especial en la historia de la radio.

ACERCA DEL AUTOR
Tito López hace radio desde 1975 y ha creado formatos radiofónicos exitosos en Colombia, Portugal, Chile, Panamá y Costa Rica.
Es coach de talentos, intérprete de investigaciones de audiencia, productor, blogger, libretista y conductor de programas de radio.
Lo puede seguir en Facebook como Oscar.Tito.Lopez y en Twitter como oscartitolopez
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2 COMENTARIOS

  1. Linda época que viví, soy operador de audio desde 1990, y trabaje muchas horas frente a esas cartucheras, habían cartuchos de todas las marcas y debías saber armar cualquiera, grabar audio allí era espectacular, era buen sonido, quisiera ver hoy en dia a los muchachos, armando una tanda de comerciales con publicidad de 20″ y 30″
    Debías ser rápido, precisó y hasta saberte los finales de cada publicidad para que no hubiera pausa, el bache es nuestro enemigo en la transmisión, saludos desde Caracas, Venezuela

  2. Interesantísimo relato no sólo sobre el funcionamiento sino también sobre las experiencias prácticas de los operadores.

    Si bien he trabajado en radio sólo unas pocas veces como productor conozco el tema por ser profesional de las Comunicaciones Sociales y docente universitario habiéndome especializado en radiodifusión, medios audiovisuales y TICs desde el punto de vista teórico.

    Siempre me interesaron los distintos sistemas tecnológicos desde sus orígenes históricos y evolución. Ahora, jubilado, dedico horas a documentarme sobre el tema.

    Saludos desde Buenos Aires (Argentina).

    Lic. Faustino Velasco.

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