En 1971, yo era un simple oyente de radio que nunca había pensado que este medio se convertiría en su profesión. Ese año, en mi ciudad natal Medellín, se realizó un evento de rock llamado Festival de Ancón, que pretendía emular el Festival de Woodstock, realizado 2 años atrás en los Estados Unidos.
A mis 17 años, yo no quería perderme ni un instante de lo que estaba sucediendo en esa serie de conciertos, no solo por la música sino por la forma en la que la gente joven de esa ciudad tan conservadora se comportaba durante ese fin de semana.
Por estar inmerso en otra actividad no pude asistir al festival, pero sí pude seguir paso a paso lo que sucedía gracias a dos estaciones de radio que transmitieron en vivo todo el evento: Radio 15 y La Voz de la Música.
Radio 15 pertenecía a la cadena Caracol, así que disponía de todos los equipos necesarios para emitir su señal desde allí, incluyendo seguramente sus unidades móviles, pero La Voz de la Música era una emisora independiente, que se sostenía al aire más por la pasión por la radio y el amor por la música de su propietario que por su situación comercial, que era muy precaria.
La Voz de la Música, en esa época, era mi emisora favorita. Su programación estaba destinada 100% al rock, en una época de grandes cambios en la música y, por coincidencia, su propietario, Aurelio “El Grillo” Toro, decidió mudarse con su emisora a solo un par de cuadras de mi casa, así que terminamos convirtiéndonos en buenos amigos.
Por eso, luego del evento, fui a hablar con él para que me comentara cómo le había parecido el festival, cómo le había ido con la transmisión y cómo había hecho para llevar su señal.
El sitio del evento, conocido como el ancón sur del Valle de Aburrá, era muy complicado en esa época para una transmisión de esa naturaleza. No solo quedaba en campo abierto, sin líneas telefónicas a la mano, sino que había un gran cerro que impedía enviar la señal desde allí directamente a sus estudios.
Al no disponer de unidades repetidoras, “El Grillo” me contó que al hacer sus primeras pruebas encontró una pared de rocas en el costado de una montaña y calculó que enviando la señal de su enlace de FM hacia ella, rebotaría y llegaría a los estudios donde podría captarla.
En esa época, lo único que yo sabía de radio era encender el aparato y cambiar de emisoras en el dial, pero aún así no me tragué el cuento. La idea, aunque con cierta lógica, no me parecía viable. No me imaginaba una señal de radio rebotando en una roca para ser captada después.
Solo en 2006, 35 años después, en una visita a los transmisores de las emisoras del Grupo Latino de Radiodifusión de Costa Rica, pude entender lo que “El Grillo” me había contado.
Luis Rodríguez, el técnico de la empresa, me llevó al cerro Chayote, en la provincia de Alajuela, donde estaban ubicados los equipos de transmisión. Allí, en medio de un potrero y en la cima de una montaña, me mostró una estructura de metal que, según me dijo, había sido usada durante mucho tiempo como “espejo” de algunas emisoras para retransmitir su señal a otros lugares.
Era una especie de pirámide metálica alargada. Parecía una escultura moderna, herrumbrada y semiabandonada, pero al parecer seguía cumpliendo con su función gracias a que las señales de radio “rebotaban” en sus paredes y continuaban su viaje.
Allí entendí perfectamente lo que me había explicado el dueño de La Voz de la Música de Medellín.
¿Y qué tiene que ver esta historia con la radio satelital?
Bueno, que el principio es básicamente el mismo.
Una de las principales preocupaciones de la radio ha sido la de llevar su señal lo más lejos posible para lograr un gran alcance. Sin embargo, esto no es tan fácil.
Más allá de la potencia de salida, el factor de la topografía influye mucho en el avance de la señal, y si se trabaja en un país como Colombia, que está atravesada por 3 grandes cordilleras o ramales de los Andes, la situación se complica aún más.
Cuando comenzaron a surgir las cadenas radiales, el método usado para enlazar sus señales era la transmisión por onda corta. Aunque esto permitía enviar la señal desde un sitio y llegar casi a cualquier lugar del planeta, la calidad del sonido no era la mejor y menos aún para ser retransmitida.
Entonces llegaron los enlaces de microondas que conectaron a las ciudades. Para ello se instalaron puntos de retransmisión en los cerros más altos e inhóspitos de la geografía colombiana, de forma que no hubiera obstáculos geográficos que interfirieran con la señal.
Es fácil entender que, aunque era una solución muy lógica, al mismo tiempo era costosa y difícil de manejar. El mantenimiento en esos sitios era muy difícil. Muchas veces, ni siquiera llegaban vehículos hasta allí y había que utilizar bestias de carga para llevar equipos, repuestos e incluso a los mismos técnicos.
Los transmisoristas vivían allí en condiciones muy precarias. Estaban alejados de la civilización. Tenían que permanecer allí por largos periodos de tiempo aguantando las inclemencias del clima. El transporte para conseguir víveres y artículos de primera necesidad era muy complicado.
Los servicios eran muy inestables y había apagones regulares. Además, las mismas condiciones meteorológicas atentaban contra la inestabilidad de los equipos. Todo esto sin contar que, más adelante, algunos de esos puestos de transmisión se volvieron el blanco de los grupos guerrilleros.
A pesar de todo lo anterior, las grandes cadenas crearon unas poderosas redes de FM con las que cubrieron prácticamente a todo el país. De esta forma, cerca del 95% del territorio colombiano tuvo acceso a la radio.
Hasta que llegaron los satélites.
El concepto de un satélite de comunicaciones fue propuesto por primera vez por Arthur C. Clarke, junto con Mikhail Tikhonravov y Sergey Korolev basándose en el trabajo de Konstantin Tsiolkovsky. En octubre de 1945, Clarke publicó un artículo titulado «Relés extraterrestres» en la revista británica Wireless World.
El artículo describió los fundamentos detrás del despliegue de satélites artificiales en órbitas geoestacionarias con el propósito de transmitir señales de radio. Por esta razón se habla de Arthur C. Clarke como el inventor del concepto de los satélites de comunicaciones, así como el término «Clarke Belt» (“Cinturón de Clarke”) empleado para describir la órbita en la que se encuentran esos satélites.
La idea, similar a la roca contra la que se envió la señal durante el festival de Ancón o a la estructura metálica del cerro Chayote en Costa Rica, era la misma: tener una especie de “espejo” que permitiera reflejar las ondas de radio, pero ahora desde el espacio, evitando obstáculos geográficos.
El primer satélite terrestre artificial fue el Sputnik 1, puesto en órbita por la Unión Soviética el 4 de octubre de 1957, que estaba equipado con un transmisor de radio a bordo.
El satélite no se puso en órbita con el propósito de enviar datos de un punto de la tierra a otro sino para estudiar las propiedades de la distribución de ondas de radio en toda la ionosfera.
El lanzamiento del Sputnik 1 fue un paso importante en la exploración del espacio y el desarrollo de cohetes, y marcó el comienzo de la llamada Era Espacial.
Luego, el 10 de julio de 1962, AT&T Bell Telephone Laboratories y la NASA lanzaron el Telstar 1, el primer satélite de comunicaciones. Por primera vez, las transmisiones de televisión en vivo y las señales telefónicas se pudieron transmitir entre los EE. UU. y Europa por medio de este satélite.
El tamaño y el peso del satélite estaban limitados por la capacidad de los cohetes que lo podrían poner en órbita. Por esta razón, solo medía unos 80 centímetros de diámetro y tenía un peso de 77 kilos aproximadamente.
En su interior cargaba algunos de los componentes electrónicos más complejos conocidos por la humanidad hasta entonces. Contaba con 3.600 células solares para obtener energía y un tubo de onda progresiva para amplificar las señales de radio.
La tarea clave de Telstar 1 fue recibir señales transmitidas desde los EE. UU., amplificarlas 10 mil millones de veces y retransmitirlas a audiencias en vivo en Europa y viceversa.
Telstar 1 le daba la vuelta al planeta cada dos horas y media. Solo estaba en la posición correcta para realizar transmisiones entre los EE. UU. y Europa durante 20 minutos en cada órbita antes de perder contacto.
Para lograr una transmisión continua y lograr el efecto “espejo”, más adelante se crearon los satélites que se ubicaban en las llamadas órbitas geoestacionarias. En ellas, un satélite viaja a una velocidad sincronizada con la tierra y parece permanecer siempre en el mismo punto.
Una órbita geoestacionaria circunda la Tierra a unos 36.000 kilómetros del ecuador terrestre y sigue de manera sincronizada la dirección de rotación de nuestro planeta.
Un objeto en dicha órbita tiene un período orbital igual al período de rotación de la Tierra, es decir, un día, por lo que para un observador en tierra parece que estuviera inmóvil, en una posición fija en el cielo.
Por estar a 36.000 kilómetros de la tierra, la señal tiene una demora de casi medio segundo en regresar. Recordemos que la señal viaja a la velocidad de la luz, que es de aproximadamente 300.000 kilómetros por segundo.
En su viaje de subida y bajada, esa señal tiene que recorrer 72.000 kilómetros aproximadamente. Lo anterior sin contar con la latencia que se produce en el momento de comprimir la señal digital.
Por esta razón, y aunque parece un retraso muy corto, quienes hemos hecho transmisiones vía satélite hemos tenido que acostumbrarnos a manejar ese retardo de la señal que, al principio, nos hacía gaguear al tratar de escucharnos por los audífonos.
El concepto de órbita geoestacionaria también fue popularizado por el escritor de ciencia ficción Arthur C. Clarke en la década de 1940 como una forma de revolucionar las telecomunicaciones. El primer satélite que se colocó en este tipo de órbita se lanzó en 1963.
El uso del satélite en Colombia
A pesar de esos avances tecnológicos de los años 60, solo 30 años después se pudieron utilizar en Colombia de manera comercial por las empresas privadas. La legislación colombiana había frenado la incorporación de esas y otras nuevas tecnologías para los medios de comunicación.
Sin embargo, a partir de 1991 se inició un proceso de apertura que los autorizaba a utilizar el satélite para la transmisión de datos, con lo cual se ganaba inmediatez y calidad, no solo para la radio sino también para otros medios, entre ellos los periódicos.
Con el uso de los satélites, las dos grandes cadenas de radio, Caracol y RCN, dejaron de usar los servicios de Telecom, la empresa estatal de comunicaciones, para conectar todas las estaciones de la cadena y llevar su señal a lugares tan apartados como San Andrés, cerca de Nicaragua; Leticia, en el Amazonas o Arauca, en la frontera con Venezuela.
De esta forma, Telecom servía de intermediario para firmar los convenios con las propietarias de los satélites, y las antenas emisoras y receptoras se localizaron en sus sedes y no en la población de Chocontá, donde Telecom tenía su centro de emisión y recepción satelital.
Caracol comenzó a usar el satélite privado PanAm Sat y RCN se inclinó por el de la Organización Internacional de Comunicaciones por Satélite, Intelsat, que era el que utilizaba Telecom.
En mi caso personal, este fue un avance extraordinario para el crecimiento de la cadena de emisoras musicales que yo dirigía, Radioactiva de Caracol. Gracias a esta nueva tecnología pudimos conectar 16 emisoras en todo el país para transmitir algunos de nuestros programas en vivo.
De esta forma, la gente joven del país pudo conocer y compartir sus gustos y su estilo de vida. Las emisoras de las ciudades tenían participación en vivo en estos programas y gracias a ellos surgieron excelentes talentos que, sin el satélite, probablemente no hubieran podido darse a conocer a nivel nacional.
La transmisión vía satélite también tuvo sus desventajas. Si bien en un principio se convirtió en una gran novedad, las empresas comenzaron a aprovecharlo para reducir sus costos de personal basados en la economía de escala.
Ahora la idea era emitir desde la capital del país una sola señal de manera uniforme para las demás ciudades.
En momentos en los que el país comenzaba a padecer la crisis económica de finales de los años 90, el satélite apareció como una tabla salvadora. Al fin y al cabo, ejemplos como los de la cadena Los 40 Principales de España mostraban que era factible emitir contenidos unificados vía satélite para todo el país.
En Chile sucedía igual: las estaciones de la capital comenzaron a retransmitir sus señales al resto de su territorio sin ver afectadas sus audiencias.
Sin embargo, en el caso colombiano sucedió todo lo contrario: por ser un país con un choque de culturas muy marcado por las diferentes regiones, al perderse el sabor local Radioactiva colapsó y estuvo a punto de desaparecer, e incluso tuvo que cambiar su formato. Hoy en día solo subsisten 2 estaciones: las de Bogotá y Medellín.
Sin embargo, aunque la señal se transmitía vía satélite, a esa radio no se le puede considerar “Radio Satelital”.
Entonces, ¿qué es la “Radio Satelital”?
Una cosa es enlazar las emisoras mediante el uso de satélites, de forma que lo que se produce desde la matriz de una emisora en una ciudad pueda ser recibido desde el satélite y puesto al aire por otra emisora en una ciudad diferente. Al fin y al cabo, lo que se escucha en el radio es la señal tradicional de AM o FM.
Otra cosa es que uno pueda captar la señal de radio directamente desde un satélite.
En 1992, la FCC de los Estados Unidos aprobó la transmisión de radio para ser captada directamente desde un satélite, pero las empresas tardaron años en recaudar el dinero, construir un sistema y lanzar los satélites.
Por esa época aparecieron dos empresas interesadas en esa nueva tecnología: XM Satellite Radio y Sirius Satellite Radio. La primera comenzó su servicio comercial en 2001 y la segunda al año siguiente. En 2008, las dos empresas se fusionaron para formar SiriusXM Radio.
La radio satelital se diferencia de la radio tradicional no solo en que su señal es recibida directamente desde un satélite, sino que emplea tecnología digital, ofreciendo una gran calidad en su sonido, libre de estática e interferencias.
Además, tiene una gran cobertura. Usted podría irse manejando su carro desde Miami a Los Ángeles en los Estados Unidos escuchando la misma emisora todo el tiempo, muchas veces sin comerciales.
Así mismo, el servicio ofrece más de 300 canales para gustos variados, con formatos especializados en géneros diferentes y ‘curados’ o supervisados por artistas o celebridades reconocidas. Y no solo hay programación musical: también hay canales especializados en deportes, noticias, tráfico, clima y comedia.
La desventaja es que el usuario tiene que pagar una tarifa mensual para escucharla. Actualmente ronda entre los 13 y los 17 dólares al mes. Además, si el radio del usuario no está configurado para la recepción por satélite, también deberá comprar hardware compatible, que puede ser relativamente costoso y es posible que no proporcione música con calidad de CD.
Y aunque el servicio tiene cobertura nacional, la señal del satélite puede ser bloqueada por túneles, pasos elevados, grandes edificios, montañas e incluso árboles, provocando algunos baches en la programación.
Para abordar este problema, el contenido se transmite simultáneamente desde dos satélites, cada uno en una ubicación diferente en el cielo. Además, SiriusXM utiliza una red de repetidores terrestres para recibir las señales y retransmitirlas. La mayoría de los repetidores se encuentran en grandes ciudades con edificios altos.
Hoy en día, la mayoría de los fabricantes de automóviles incluyen radios satelitales como equipo de fábrica en los Estados Unidos, pero también se consiguen receptores para ser usados en el hogar o la oficina, incluyendo kits de antenas exteriores opcionales para recibir mejor la señal.
Además, SiriusXM hace que su contenido esté disponible en línea y a través de su aplicación para iPad, iPhone y iPod touch de Apple, así como para teléfonos inteligentes con Android y otros dispositivos conectados.
Conclusión
Luego de estar al borde de la quiebra, hoy en día SiriusXM se ha convertido en la única fuente de Radio Satelital, y solo tiene presencia en Estados Unidos, Canadá y desde abril de este año, en México.
En México, los servicios de Connected Vehicle están disponibles actualmente para el Nissan Sentra 2021 (en grado Exclusive) y en el Nissan Kicks 2021 (en grado Platinum), y se anticipa que varios otros vehículos Nissan e INFINITI se agregarán más adelante en 2021.
Varias empresas han tratado de replicar su modelo alrededor del mundo, especialmente en África, Japón y el Medio Oriente, pero se han quedado en el camino.
Sé que el artículo está largo y espero no haberlo cansado con tantos detalles técnicos y anecdóticos. La intención, simplemente, es la de hacer clara la diferenciación en el término “Radio Satelital”, que al igual que el de “Radio Digital” ha sido confundido y mal empleado por muchas personas, en gran parte por su desconocimiento.