Radio Mil
En enero de 1970, Gustavo se trasladó a la Ciudad de México para iniciar una nueva vida. Llegué en calidad de aventura, a sobrevivir en la naciente Ciudad Netzahualcóyotl, que entonces se llamaba Aurora. Vendía cubiertos en las casas. Creo que en aquel entonces pude haber ganado cualquier competencia olímpica de 100 metros, porque les ganaba a todos los perros que me perseguían. Y es que había más perros que seres humanos en el fraccionamiento Aurora. Mi intención era estudiar en el Instituto Politécnico Nacional, pero llegué a la mitad del curso porque los periodos escolares eran diferentes y fue un poquito difícil ingresar. Sin embargo logré entrar a la Vocacional 6 del Politécnico, que es de ciencias médico-biológicas, para lo cual yo no tenía ni facultad, ni interés ni curiosidad siquiera. Todos los días escuchaba la radio, desde las cinco de la mañana, antes de irme a la escuela. Mi sueño dorado era estar en Radio Mil, una emisora que se me hacía moderna, muy dinámica y novedosa. Tenía un noticiero llamado Primera Plana, una síntesis muy ágil de quince minutos que conducía Germán Carvajal. Así que llegué directamente a Radio Mil a pedir trabajo, con tan buena fortuna que de inmediato me contrataron.
Radio Mil era la competencia de la XEW. Transmitía contenido familiar y buenos programas en vivo. La estación había nacido en 1942, en plena guerra mundial, y su primera emisión había sido la novena sinfonía de Beethoven. Fue una de las primeras en transmitir música grabada, en contraposición con las que tenían músicos ejecutando en vivo en el estudio, innovación recientemente adoptada en Estados Unidos. Radio Mil también fue de las primeras en acortar el tiempo de los comerciales a veinte o treinta segundo
s, en lugar de minutos. Trabajé durante veinte años de locutor en Radio Mil, recuerda Alvite. Me llamaba mucho la atención la producción, y con el permiso del director artístico, Arturo Venegas, comencé a hacer pequeñas producciones, a inventar promociones, como en el día de las madres. En ese tiempo (en los años 70) nació el día del compadre, y con eso hacia campañas; trataba de movilizar la estación, sin que me correspondiera.
A Radio Mil se agregó en 1953 la XEBS, Radio Sinfonola, que con su especialización en música ranchera llegó a posicionarse como una de las estaciones más populares entre la población capitalina, sobre todo la que provenía de zonas rurales y de provincia. El nombre de Radio Sinfonola, de acuerdo a Guillermo Salas, fundador de Núcleo Radio Mil, fue en recuerdo de las sinfonolas que se encontraban en los establecimientos de una cadena de cafés muy populares en aquel tiempo. A mí se me ocurrió ponerle Radio Sinfonola (para que) el público escogiera lo que quisiera escuchar y así lo tocaran, comentó en alguna ocasión el ya desaparecido empresario. Desde sus orígenes, Radio Sinfonola se decantó por la música ranchera. Una de sus columnas vertebrales consistió en La Hora de Pedro Infante, que existía desde que el cantante vivía y que el gusto popular había mantenido en el aire durante todos esos años. Después de un breve experimento con la música grupera en los años 80, que devino en una pronunciada caída de la emisora en el gusto de la gente, en 1992 Héctor Aguilera dejó la gerencia y el puesto fue ocupado inmediatamente por la voz institucional de la estación, Gustavo Alvite Martínez, quien devolvió la emisora al formato original bajo el slogan En ranchero, norteño y banda, Sinfonola es la que manda. Pero para entonces, precisa, la gente ya no tenía idea de qué era una sinfonola. Había que modificar algo. En ese tiempo comenzaba a generalizarse la palabra “perrón” para calificar algo de extraordinario, y se lo pusimos como apellido. Así, quedó Radio Sinfonola: La más perrona. Bajo Alvite, la estación comenzó a repuntar. El entusiasmo y liderazgo del nuevo director se vio reflejado, de acuerdo a Sosa y Esquivel en Las Mil y Una Radios, en locutores con una nueva actitud hacia el público, una nueva imagen visual y auditiva para la estación, entrevistas con artistas reconocidos —como en épocas anteriores, mucha gente acudía a la estación para saludar a los invitados—, promociones, transmisiones especiales con artistas renombrados —como la caravana hacia el Panteón Jardín, a la tumba de Pedro Infante— y mayor presencia en las celebraciones del calendario, como en el día de la madre. Recuerdo que en ese tiempo llegó una empresa brasileña a medir las audiencias en el país, y el dueño del grupo donde yo trabajaba me mandó llamar para preguntarme si yo sabía de quién era una emisora que se llamaba La Mas Perrona. Con gran sorpresa le dije que era nuestra; y es que a los dueños del Grupo Radio Centro les había llamado la atención que La Mas Perrona había obtenido un lugar importante en los ratings. Con eso, no tuvimos ya más opción que llamarle simplemente “La Mas Perrona”, para que sonara un poquito diferente a una denominación —Sinfonola— que algunos decían que ya era anacrónica.
En la emisora tuve mucho contacto con su audiencia, añade Gustavo. Gracias a eso gané algunas cuentas como locutor comercial — fui voz institucional de empresas como Suburbia, Herdez, Comermex, Grupo Modelo y Corona, que hice durante aproximadamente 35 años— porque platicaba mucho con la gente. Los habitantes de provincia que llegaban al Distrito Federal buscaban conservar el arraigo con su tierra, y se apoyaban en nuestra emisora. No dejábamos de tocar novedades, pero nunca abandonamos el catálogo. En ese tiempo se hablaba que la gente no pasaba ni dos horas escuchando una señal radiofónica, y yo intenté que la audiencia se quedara un poco más, sabiendo que lo que venía no sería una repetición de la hora y media anterior. Eso determinó la supervivencia de la emisora. Cuando salí en 2012, estaba en el lugar numero diez de una lista de sesenta estaciones del área metropolitana, solamente superada por las frecuencias moduladas.
Fin de la 2da parte
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