La cadena colombiana de pollo frito Frisby, con más de 45 años de historia en el país, se enfrenta actualmente a un conflicto legal con unos empresarios españoles que, al parecer, abrieron restaurantes en España utilizando el mismo nombre, logotipo y mascota que la reconocida marca colombiana.

La disputa tiene su origen en un aparente vacío legal aprovechado por empresarios europeos. Frisby Colombia, con 48 años de trayectoria y 280 restaurantes en su país natal, registró su marca en la Unión Europea en 2005, pero nunca la utilizó comercialmente en territorio europeo.
Este hecho fue aprovechado por una empresa española que en 2024 registró la misma marca y solicitó la cancelación del registro colombiano.
El conflicto se fundamenta en el principio legal «úselo o piérdalo» que rige en materia de propiedad intelectual a nivel mundial. Como explicó Andrés Barreto, exsuperintendente de Industria y Comercio: «El solo registro no concede esa titularidad. Si uno no usa la marca, pierde el uso, como lo que le sucedió a Frisby en este caso«.
La empresa española, constituida legalmente en Bilbao, no solo utilizó el nombre sino también adoptó los mismos colores corporativos, logo e incluso la icónica mascota del Pollo Frisby. Aunque todavía no han abierto locales físicos, ya anunciaron su búsqueda de franquiciados bajo el eslogan «una leyenda del pollo cruza el océano».
Frisby Colombia sostiene que cuenta con un registro de marca vigente en la Unión Europea hasta febrero de 2034 y ha iniciado acciones legales para defender su propiedad intelectual. Sin embargo, los expertos señalan que la falta de uso comercial en Europa podría complicar sus opciones legales.
Lo más llamativo de este caso ha sido la reacción colectiva en Colombia. Empresas competidoras como KFC, Presto, La Brasa Roja, y otros restaurantes nacionales han mostrado su solidaridad con Frisby mediante campañas de apoyo en redes sociales.
Este fenómeno de respaldo empresarial y ciudadano evidencia que Frisby ha logrado trascender de ser una simple marca para convertirse en un símbolo de identidad nacional.
¿Esto también podría afectar a la radio?
Este tipo de situaciones, aunque parecieran escandalosas desde el punto de vista ético, son comunes en el mundo del registro de marcas internacionales.
Las leyes de propiedad intelectual suelen premiar el uso real y efectivo en un territorio específico más que la creación original en otro. A Frisby le está costando su nombre en España por no haber anticipado la necesidad de registrar su marca en el viejo continente.
Como lo acabo de mencionar, este tipo de apropiaciones indebidas no es nuevo. En el mundo de la radio, por ejemplo, también han ocurrido situaciones similares.
Hace poco, durante un viaje por España, sintonizando el dial encontré una emisora llamada «Olímpica». ¿Será que los Char decidieron internacionalizar su cadena radial?
Nada de eso. Era una emisora que, además del nombre, tenía una programación musical similar, con ese mismo sonido tropical y festivo que caracteriza a la cadena original, incluyendo la producción sonora y hasta las frases y gritos tradicionales de la cadena colombiana.
Pero ahí no para la cosa. Justo el miércoles de esta semana, un amigo que tiene unas emisoras en el departamento de Boyacá compartió un reel en Facebook en el que decía:
“¡No solo a Frisby le roban la identidad… a La Sonora también!
En España están copiando descaradamente el nombre, y usurpado la producción, el eslogan e incluso el color de nuestro logo.
No es coincidencia, es plagio. Y no vamos a quedarnos en silencio.
Defenderemos La Sonora con la misma fuerza con la que la hemos construido: con autenticidad, trabajo y respeto por lo nuestro“.
Frisby es una ‘Love Mark’
Y aquí surgen preguntas similares a las que se hacen los socios de Frisby: ¿Se puede patentar una voz? ¿Se puede registrar un estilo? ¿Se puede proteger la identidad de una emisora más allá de su nombre y frecuencia?
Legalmente, es difícil. Pero hay algo que sí se puede proteger y, más importante aún, construir: el vínculo emocional con el público. Eso que no se puede copiar. Eso que no aparece en ningún registro, pero vive en la mente y en el corazón de la audiencia. Eso que las marcas más queridas del mundo han logrado crear: una Love Mark.
Y Frisby es el ejemplo perfecto de una Love Mark.
Una «Love Mark» es un término de mercadeo que podría traducirse como «marca entrañable» o «marca amada», y se refiere a aquellas marcas que van más allá de una simple preferencia comercial: generan vínculos emocionales profundos, fidelidad y hasta sentido de pertenencia en sus consumidores
Según Kevin Roberts, quien acuñó el término, una Love Mark es una marca que genera amor y respeto, que forma parte del tejido emocional del consumidor. Frisby lo ha logrado por varias razones:
- Autenticidad: es una empresa de origen familiar, con raíces en Pereira, y con una historia de esfuerzo y cercanía.
- Consistencia: ha mantenido su sabor, su servicio y su identidad a lo largo del tiempo.
- Cultura de marca: Frisby ha sabido conectar con los valores colombianos: amabilidad, sabor casero, alegría familiar.
- Innovación sin perder esencia: desde ser pioneros del pollo broaster hasta campañas publicitarias afectivas.
- Compromiso social y ambiental: ha promovido acciones de sostenibilidad y bienestar laboral.
- Emoción en la experiencia: más que un producto, ofrece recuerdos, rituales y afecto.
Ese cariño, acumulado durante décadas, no se puede falsificar, y por eso las redes sociales se volcaron en su defensa. Frisby ya no es solo dueña de una marca: es dueña de un pedazo del corazón del consumidor.
Y lo que ocurrió tras el escándalo fue lo realmente poderoso. Una por una, las principales cadenas de comida rápida en Colombia comenzaron a expresar su apoyo a Frisby.
KFC, Presto, La Brasa Roja, Pan Pa’ Ya, Sándwich Cubano, Buffalo Wings y muchas otras marcas, algunas de ellas competidoras directas, salieron en defensa de lo que consideran una empresa ejemplar.
No porque les convenga comercialmente, sino porque saben que Frisby hace parte del corazón del colombiano promedio.
Las redes sociales se inundaron de mensajes de apoyo, de recuerdos, de fotos de infancia comiendo pollo en caja amarilla, de frases como «Frisby no se toca«, «Frisby es de nosotros» o «con Frisby no se juega«.
Y ahí está la clave.
Una Love Mark no se construye solo con un buen producto o una campaña creativa. Se construye con años de coherencia, de cercanía, de autenticidad. Se construye siendo parte de la vida de la gente, acompañando sus momentos importantes, ganándose su confianza, respetando su memoria y adaptándose sin perder el alma.
Frisby es una marca que no solo alimenta: representa tradición, esfuerzo, alegría, familiaridad. Por eso, cuando alguien la ataca, el público reacciona como si lo estuvieran atacando a él.
Eso mismo puede pasar en radio. Y ha pasado. En Colombia, por ejemplo, emisoras como Olímpica, La Superestación, La Voz de Colombia (de Medellín), Radioacktiva, Tropicana, Caracol Estéreo o Veracruz Estéreo, por nombrar algunas, en su momento, han sido más que emisoras: fueron parte de la cultura popular.
Cuando alguien intentaba copiarlas, el público lo notaba. Cuando alguna de ellas cambiaba su programación, la audiencia se quejaba. Porque no eran solo frecuencias: eran suyas. Las habían hecho suyas.
¿Puede una emisora de radio convertirse en una Love Mark?
La respuesta es un sí rotundo. Pero no es fácil. No se trata de tener la mejor voz ni los mejores equipos, ni siquiera de tener la música más popular. Se trata de conectar. De hablarle a la audiencia como si se le conociera desde siempre. De construir un lenguaje común, un código compartido, un estilo único e irrepetible.
Y eso ha quedado reflejado, por ejemplo, en lo que sucedía con dos emisoras a finales de los años 80 en Colombia. La guerra entre La Superestación y Radioactiva lo comprueba. Fueron marcas que se metieron en el corazón de los jóvenes, hasta tal punto, que se desataban batallas campales entre los seguidores de estas emisoras.
Esto sucedía en el colegio, en los conciertos, en la calle. Incluso, recuerdo un evento realizado en el centro comercial Bulevar Niza de Bogotá al que invitaron a estas dos emisoras junto a Todelar Estéreo.
Las 3 fueron a transmitir en vivo su programación desde la plazoleta central un fin de semana. Los fanáticos de cada una llenaron el recinto desde el viernes. Cada emisora, especialmente La Superestación y Radioactiva comenzaron a activar a sus fans.
La temperatura fue subiendo. Aunque le idea era solo transmitir por la radio, de repente, Radioactiva instaló un equipo de amplificación que tronaba por todo el centro comercial. Los de la Superestación no quisieron quedarse atrás y al rato llevaron su propio equipo.
El volumen subió, en un verdadero enfrentamiento. Los fans de estas dos emisoras tomaron partido para animar a su emisora favorita, lo que desencadenó, al final, una verdadera batalla campal que tuvo que ser disuelta por la policía, con lo que, además, terminó el evento.
Sí, los oyentes peleaban, se hacían matar por su emisora favorita. De ese tamaño era la pasión que despertaban estas dos emisoras…
Aquí presento algunos elementos clave para lograrlo, desde las perspectivas de producto, marketing y publicidad:
- Desde el producto (el contenido):
- Coherencia editorial: mantener un tono, estilo y propuesta de valor clara.
- Conexión con el entorno: ser reflejo y acompañante de la cultura local y de los momentos colectivos.
- Experiencia sensorial y emocional: cuidar el sonido, las voces, la música, los silencios. Generar momentos memorables (como lo hace una canción significativa).
- Interacción auténtica: permitir que la audiencia se sienta escuchada, representada e incluso protagonista.
- Personalidades que generen empatía: locutores y presentadores que sean parte de la vida del oyente, más allá de la voz.
2. Desde el marketing:
- Construir comunidad, no solo audiencia: fomentar la participación activa del público, con eventos, encuestas, llamadas, redes sociales.
- Valores visibles: tomar postura en temas sociales, culturales o ambientales que importen al oyente.
- Consistencia visual y verbal: el logo, las campañas gráficas, los jingles… todo debe ser coherente y reconocible.
- Storytelling emocional: contar su propia historia como emisora, con alma y con verdad.
3. Desde la publicidad y promoción:
- Campañas afectivas, no solo comerciales: celebrar fechas importantes, generar mensajes que inspiren.
- Alianzas con marcas queridas: asociarse con otras Love Marks locales o nacionales.
- Contenido generado por la audiencia: usar las voces reales de los oyentes en las promos, identificaciones o mensajes tesimoniales.
- Lenguaje cercano y emocional: no hablarle al consumidor, sino al ser humano.
En un lenguaje más sencillo:
- Cuente su historia: las emisoras que tienen relato, raíces y memoria generan identificación.
- Sea coherente: no cambie de estilo, de género o de tono cada mes. La coherencia construye confianza.
- Tenga personalidad: que su emisora suene diferente a todas las demás. Que tenga un tono propio.
- Conozca a su audiencia: entienda lo que les gusta, lo que les duele, lo que los mueve.
- Involúcrelos: deje que participen, que opinen, que propongan, que se sientan parte.
- Cuide cada detalle: desde el saludo del locutor hasta el orden de las canciones. Todo comunica.
- Respete su esencia: evolucione, sí, pero sin perder lo que la hace única.
Porque cuando una emisora se convierte en una Love Mark, ya no le pertenece solo a sus dueños. Le pertenece a sus oyentes. Y eso, en estos tiempos de copias fáciles y plagios sin vergüenza, vale más que cualquier marca registrada en papel.
Conclusión
Para hablar de radio no hay que tomar como referencia únicamente temas de radio. Situaciones como la de Frisby nos sirven de ejemplo de cómo una emisora puede volverse no solo indispensable, sino que entre a formar parte del corazón del oyente.
Lo que Frisby ha logrado no es solo una lección para marcas de alimentos, sino una inspiración para los medios. Una emisora también puede ser una Love Mark si entiende que lo que ofrece no es solo música o noticias, sino compañía, identidad y emociones.

Tito López hace radio desde 1975 y ha creado formatos radiofónicos exitosos en Colombia, Portugal, Chile, Panamá y Costa Rica.
Es coach de talentos, intérprete de investigaciones de audiencia, productor, blogger, libretista y conductor de programas de radio.
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