“¡Desde septiembre se siente que viene diciembre!”
En Colombia, la cadena de emisoras Olímpica comienza a bombardear a sus oyentes con esta frase desde ese mes, preparándonos para recibir la temporada final del año.
Mucha gente se deja contagiar de ese espíritu. No ve la hora de que llegue ese momento en el que las familias se reúnen para reencontrarse, hablar de lo bueno y lo malo que les ha sucedido a lo largo del año que termina, tomarse unos tragos y entregar obsequios.
Pero hay otra gente que, simplemente, detesta la navidad. Infortunadamente, en Colombia no tenemos estadísticas al respecto, pero me encontré una investigación realizada por el sitio británico YouGov en la que dice que, mientras que a dos tercios de los británicos (67%) les gusta celebrarla, a otro 16% no les importa y a uno de cada siete (15%) realmente no les gusta.
El estudio analizó el comportamiento de 240 000 personas para tener una mejor idea de quiénes emulan al famoso Grinch de los cuentos para niños.
Como era de esperarse, el tema religioso es un factor para odiar la navidad. El 58% de las personas a las que no les gusta esta celebración dicen no pertenecer a ninguna religión en particular, lo que equivale a casi la mitad de la población británica. Supongo que en Latinoamérica la situación puede ser muy diferente.
La edad también es un factor clave. El 55% de las personas que sufren de mal humor durante esta temporada tienen más de 50 años. También es probable que vivan solos: poco más de una cuarta parte (26%) viven solos en casa.
Por otro lado, muchos consideran que la navidad realmente es una celebración para niños, y a quienes no les gusta esta celebración generalmente no tienen hijos. Alrededor del 46% de los británicos a quienes no les gusta la navidad no tienen hijos.
De hecho, frente al gusto por la navidad, las proporciones de padres y no padres que odian la navidad son similares hasta que llegan a los 30 años. De ahí en adelante la brecha se hace mucho más amplia.
Al 20% de la gente de entre 36 y 40 años y que no tiene hijos no le gusta la navidad. En cambio, solo el 9% de la gente de esa edad que sí tiene hijos no gusta de esta celebración.
El tamaño de esta brecha permanece constante hasta que las personas alcanzan los 50 años, momento en el que la tasa de padres a quienes no les gusta la navidad aumenta para igualar la de los no padres, posiblemente como resultado de que sus hijos vuelan el nido y se llevan el espíritu navideño con ellos.
Por otra parte, un estudio de la American Psychological Association (Asociación Estadounidense de Psicología), encontró que el 38 por ciento de las personas dijo que su nivel de estrés aumenta durante estas fiestas.
Los participantes mencionaron la falta de tiempo o dinero, el comercialismo, las presiones por tener que entregar obsequios y las reuniones familiares como sus principales factores de estrés.
Otras razones encontradas en la encuesta fueron:
- Una tragedia familiar que hace muy triste la celebración.
- No todo el mundo ama las reuniones obligatorias.
- Quienes trabajan en almacenes y tiendas ven emerger lo peor de la gente que sale de compras.
- Otros encuentran a esta temporada como algo pasado de moda.
Y usted, ¿en qué grupo se encuentra? ¿Qué tanto de Grinch tiene?
No importa. Quiéralo o no, la mayoría de la gente vive y siente la navidad, época donde impera el comercialismo y nos vemos en la penosa tarea de comprar regalos para nuestros seres queridos. Qué bueno que fuera realidad que los regalos los trae el Niño Dios o Papá Noel y que no fuéramos nosotros quienes tuviéramos que gastar nuestro dinero en ello.
En Colombia, muchos de quienes celebran la navidad rezan la tradicional Novena de Aguinaldos, una vieja tradición llegada desde Ecuador y tomada como propia. La gente se reúne en su casa o en la de los vecinos y familiares frente al pesebre, reza y entona diferentes cánticos y villancicos acompañados de las comidas tradicionales y unos buenos tragos.
Y en medio de ese rezo, los niños -y los adultos- le piden sus regalos al Niño Dios. De hecho, hay una parte de la Novena que dice: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”.
Pensemos por un minuto que somos gente de radio y que este sería el momento preciso para hacer nuestra lista de regalos. ¿Usted qué pediría?
Por mi parte, ya escribí de mi puño y letra en un papelito esta lista de regalos, con la confianza de que mi súplica sea acogida favorablemente. Veamos:
- Que la emisora para la que trabajo sea número 1 por siempre, y que mi horario sea el de mayor audiencia.
- Que, gracias a ese magnífico desempeño, el aumento de salario sea igualmente proporcional.
- Que los famosos que he entrevistado, les he puesto su música y he promovido sus presentaciones, me tengan en cuenta con algún detalle, aunque sea una entrada gratis para su próximo concierto.
- Que, gracias al uso de las videocámaras por parte de la gente, el público se acostumbre tanto a ver gente fea que por fin yo pueda dar el paso a la televisión o al menos a convertirme en youtuber o tiktoker sin preocuparme por mi apariencia.
- Que a quienes me dicen “Yo antes oía radio, pero ahora sólo escucho Spotify” no les alcance el dinero para comprar planes de datos y tengan que regresar a oír radio.
- Que la gente deje de preguntarme para qué emisora trabajo y después me diga: “Ah, no. Esa yo no la oigo…”
- Que quienes entren a la cabina de radio mientras yo esté en un programa o en un turno entiendan para qué sirve ese aviso encendido que dice ‘Al Aire’.
- Que mis amigos, y especialmente mis familiares, dejen de pedirme que les envíe un saludito al aire.
- Que todos aquellos que creen que hacer radio y hablar frente a un micrófono es lo más fácil del mundo, y que cualquiera puede hacerlo, los contrate alguien y traten de triunfar.
- Que la gente me siga en las redes sociales y me considere un gran influencer, aunque solo sé hablar de cómo sobrevivir con el sueldo que me pagan.
- Que no me toque trabajar el 24 y el 31 de diciembre en la madrugada.
- Que, si me toca trabajar en esas fechas, en la empresa se acuerden de que existo y al menos me hagan llegar algo de comida.
- Que por fin haya más de 5 personas escuchando mi pódcast. Y que ojalá alguien se interese en patrocinarlo o hacer algún aporte o donación.
- Que la oyente con la que hablo tanto en las redes sociales sea tan bonita en persona y sin usar filtros como aparece en sus fotos.
- Que me llamen de otra emisora para poder negociar un buen aumento con mis jefes.
- Que me salgan muchos eventos y me llamen a animar todo tipo de fiestas como disc-jockey.
- Que, si me toca madrugar, me acostumbre lo más pronto posible a ese horario para no pasar todo el día como un zombi, muerto de sueño.
- Que mi jefe me deje tocar las canciones que a mí me gustan y que me deje hablar todo lo que quiera y de lo que desee.
- Que la inteligencia artificial sea tan inteligente que entienda que yo soy irreemplazable.
- Que la radio perdure por los siglos de los siglos… ¡Amén!
Conclusión
No quiero extenderme en la lista. Seguramente Papá Noel tendrá que arrastrar un trineo con regalos para otras personas alrededor del mundo y no quiero que algunos de mis obsequios se caigan en una curva o en un bache del camino.
Además, seguramente usted también tendrá una larga lista de pedidos, así que yo no debería acapararlos todos.
Mientras llega esa fecha, aprovecho para desearles una feliz navidad a todos mis lectores, un año nuevo lleno de prosperidad y que la vida los colme de regalos… incluso a quienes no disfrutan de esta época.