Los oyentes de radio son unos holgazanes

La mayoría de la gente no lo piensa mucho antes de escoger su emisora favorita. Es perezosa. Vive de hábitos. Lo hace casi de manera inconsciente. Eso hay que entenderlo a la hora de hacer la programación musical de su emisora.

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Nada más sencillo que escuchar radio...

Dentro de un mes, el domingo 18 de agosto, el municipio colombiano de Itagüí celebrará otra edición de su tradicional Día Mundial de la Pereza. Obviamente lo de “mundial” es otra exageración paisa, ya que solo se celebra en esa población, vecina de Medellín.

Este festival fue creado en 1985 por Carlos Mario Montoya, quien en compañía de algunos amigos se dio a la tarea de abrirles un espacio al ocio creativo y a la expresión artística. «Lo que queremos es que la gente se apropie del espacio, que salga a la calle y se entretenga, que juegue. Es un espacio para el ocio, pero visto este como la posibilidad de crear«, le dijo Montoya al periódico El Tiempo hace unos años.

Y aunque parece una oda a la holgazanería, su eslogan sugiere lo contrario: «Por el derecho a la pereza, todos a trabajar«.

La verdad es que muchos ven a la pereza como algo negativo y la llaman “La madre de todos los vicios”, pero, aunque no lo crean, los científicos encuentran en ella aspectos muy positivos y eso lo entendían claramente nuestros abuelos y sus antecesores.

La pereza alivia el estrés y la ansiedad, pues un buen descanso es fundamental para una buena salud. También, cuando la mente se relaja, pueden surgir ideas nuevas y disparar la creatividad.

Las personas perezosas suelen ser más eficientes, por una sencilla razón: procuran maximizar el tiempo y tratan de terminar sus actividades lo antes posible para luego poder dedicarse a “no hacer nada”.

De hecho, Bill Gates, el fundador de Microsoft, señaló que prefiere escoger a empleados perezosos para los trabajos difíciles, pues siempre “encontrarán una manera fácil de hacerlos”.

Y, como si fuera poco, algunos científicos aseguran que los adultos más perezosos no se aburren por tener un más alto cociente intelectual y, en consecuencia, pasan más tiempo absortos y en exploración de sus ideas y pensamientos.

En cambio, los de coeficiente intelectual más bajo sí se aburrirían y por eso buscarían ocupar el tiempo con tareas diversas y actividad física.

Como sea, la pereza es una característica de algunas personas, y se ve mucho más reflejada en acciones sencillas, de nuestro día a día, en las que muchos nos vemos reflejados.

Y una de esas acciones tiene que ver con la radio y la forma como debemos programar su música.

Cómo es de fácil encender un radio. Cómo es de sencillo encontrar lo que uno quiere y, más aún, si ese receptor tiene memorias. Solo hay que encenderla y dirigirse a su estación favorita. Sin conexiones especiales, sin pagar por los datos, con una señal que no se cae.

Sí, la radio ha vuelto perezosas a las personas a la hora de escuchar música. Bueno, a la mayoría de ellas.

Y es que cuando hablo del gusto por la música, para mí existen dos tipos de personas: las que la escuchan con detenimiento, les prestan atención a las voces, los arreglos, la instrumentación, la calidad del sonido, y la comparan con trabajos anteriores o con la que producen otros músicos.

Pero hay otros –y creo que son la amplia mayoría- que solo oyen la música como diversión: porque tiene una letra romántica o un ritmo pegajoso, o simplemente porque es la canción que está de moda.

Los primeros, los musicólogos, los melómanos o como los quieran llamar, por ser fanáticos de la música son muy difíciles de complacer. Habitualmente piensan que solo la música que ellos escuchan es la mejor, y que todo lo demás es malo o mediocre.

Por eso no oyen radio “comercial”, y buscan otras alternativas, particularmente en los servicios de música por internet o en sus amplias colecciones de vinilos, CD y casetes.

Invierten dinero en música: se suscriben a servicios como Spotify Premium. Disfrutan visitando una tienda de discos y, si consiguen discos de vinilo, mejor, pues han comprado tornamesas o revivido las que sus padres habían guardado en una bodega.

Piensan que el reggaetón es lo peor que le pudo pasar a la música. Les gusta lo alternativo, lo que no escucha todo el mundo. Experimentan, abren sus oídos a música nueva, que para el común de la gente es rara. Se extasían cuando encuentran una “joya”, uno de esos discos que no fue exitoso, pero que nadie más tiene.

Y no hablo solo de los Rockeros: Ahí están también los Salseros, los amantes de la música Clásica y los del Hip-hop, por mencionar algunos.

Por otro lado, están los que oyen la música como acompañamiento, para pasar un buen momento; para tener compañía; para revivir algún momento o acompañar un sentimiento.

Muchas veces no conocen ni el título ni el intérprete. Ni siquiera entienden lo que dice la letra. Solo saben que les gusta, que se saben el corito y que cuando suena, sus amigos la cantan en coro “a grito herido”, la bailan, la dedican, la lloran, la comparten.

Pero, así como los primeros hacen lo que sea por conseguir su música favorita, crean y comparten playlists y presumen ante sus amigos la versión que consiguieron de determinada grabación, los segundos simplemente oyen radio para saber qué está de moda, y luego corren a escucharlas en las plataformas de audio y video, o viceversa.

No se preocupan por la calidad del sonido. No saben si está en MP3, AAC, WAV, AIFF, OGG, FLAC, ALAC, PCM ni les importa, siempre que suenen. Por eso no tienen ningún problema en dejar sonando una playlist de YouTube, con su pésima calidad de sonido.

Son los que no compran el equipo de sonido de mejor calidad sino el que suene más fuerte. Usted se monta en su carro y, para mostrar lo “bueno” de su equipo de sonido, le suben el volumen al máximo, casi destrozando las bocinas.

Y este público no se pierde un concierto de Bad Bunny, va a bares donde se mezcla todo tipo de música, asiste a recitales de Ricardo Arjona, se sabe los movimientos de “YMCA” y canta a todo pulmón “Adiós amor, me voy de ti, y esta vez para siempre. Me iré sin marcha atrás porque sería fatal…

Sí, son perezosos para oír radio. Es cierto: muchos cambian de emisora, pero no para buscar nuevas alternativas sino para ver cuál está pasando su canción favorita. Y la oyen durante dos minutos y la cambian rápidamente por temor a que se estén perdiendo de otra de las canciones que le gustan.

Pero también está el público adulto, el que sabe lo que quiere. El que ha perdido ese interés en explorar y que prefiere oír la música con la que creció, con la que se enamoró, la que le recuerda un paseo o un momento en particular. Allí donde ponen “los clásicos”.

Y la curiosidad se despierta si uno de los artistas de su juventud saca una nueva canción, solo para decir que ya no canta igual que antes, y que las canciones de su época eran las mejores.

Esta gente, la que no es fanática, no considera que la radio sea algo importante en su vida. Oyen música, oyen radio, les dan grandes cifras de audiencia a las emisoras más populares, pero no lo hacen de manera consciente.

Es un acompañamiento. Es un ‘ruidito’ que llena el ambiente, que quiebra el silencio, y que los hace tararear, mover el pie o la cabeza mientras estudian, manejan o trabajan.

Esa gente, hace años, probablemente compró un iPod o similar. Lo llenó con la música que tenía en ese momento. Metió 1.550 canciones pirateadas. Ponía ‘play’ y adelantaba la mayoría de las canciones para terminar oyendo las mismas 40 de siempre. Y le daba pereza bajar más canciones y borrar las que tenía.

Eso era demasiado trabajo, sabiendo que ahí estaban la radio, los discos piratas de los semáforos y las emisoras on-line, pero luego llegaron las playlists de Spotify y Youtube creadas por otras personas y el trabajo se facilitó.

Por eso Apple descontinuó los iPods.

Por todo lo anterior insisto en que la gente, en el amplio sentido de la palabra, en los que no son fanáticos de la música, es perezosa. Y no es por menospreciar a nadie. No lo digo en sentido peyorativo. Para mí es una realidad actual, no de hace 30 años ni de hace 50.

Pero para los especialistas, los afiebrados, los inquietos, los fanáticos de la música, está internet con su infinita variedad de opciones.

También están las emisoras que no tienen compromisos comerciales. Esas que existen porque hacen parte de una fundación, de una universidad, o que son de carácter público. Incluso las emisoras que solo suenan por internet.

Emisoras que se pueden dar el lujo de hacer lo que les dé la gana, experimentar, poner la música que quieran y hablar de lo que deseen.

Esa libertad tiene que ser un motor de innovación permanente, de asumir riesgos, de sorprender.

Pero si usted trabaja en una emisora comercial, que pertenece a un grupo económico y debe generar ingresos a sus accionistas, indudablemente debe ir “a la fija”, debe llegarles a las masas, buscar las músicas y contenidos que gusten a las mayorías.

Aunque usted pertenezca al grupo de los melómanos…

ACERCA DEL AUTOR
Tito López hace radio desde 1975 y ha creado formatos radiofónicos exitosos en Colombia, Portugal, España, Estados Unidos, Chile, Panamá y Costa Rica.
Es coach de talentos, intérprete de investigaciones de audiencia, productor, blogger, libretista y conductor de programas de radio.
Lo puede seguir en Facebook como Oscar.Tito.Lopez y en Twitter como oscartitolopez.
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