En 1996 tuve la oportunidad de hacer el turno del mediodía en la emisora Caracol Estéreo de Bogotá, la que más tarde se convertiría en W Radio. Se me ocurrió que a esa hora caería bien un programa de complacencias, teniendo en cuenta que mucha gente de oficinas tenía su hora de almuerzo.
El programa se llamaba “Conexión Virtual”. Internet era algo nuevo en esa época y quise darle un nombre vanguardista, aprovechando el hecho de que la gente ya comenzaba a usar el correo electrónico para sus comunicaciones.
La idea era darle prioridad a las canciones que pedían por email, aunque también complacía a quienes llamaban por teléfono.
Durante esas dos horas de programa recibía, en promedio, unas 200 llamadas. Siempre tuve la costumbre de anotar, una a una, todas las canciones que el público solicitaba. Así mismo, después de cada programa, hacía una tabulación de lo que pedían e iba archivando esas solicitudes.
Por esos días, la revista Billboard publicó un listado de las 100 canciones suaves más populares de la historia, y me sorprendió ver que la gran mayoría de ellas eran las mismas que me solicitaban a diario en mi programa.
Así fue: temas como “Total eclipse of the heart de Bonnie Tyler, “Take my breath away” de Berlin, “Unchained Melody” de los Righteous Brothers o “You’re the inspiration” de Chicago ocupaban los primeros lugares, tanto en el listado de la revista como en el número de solicitudes que yo recibía.
Y la sorpresa vino al tener en cuenta que Colombia es uno de los países donde menos se habla inglés. En la edición 2021 del English Proficiency Index que publica la firma Education First, y que presenta un ranquin global que determina el nivel de inglés de cada una de las naciones, quedó confirmada mi percepción.
Ese reporte concluye que los países con peor nivel de inglés, en Latinoamérica, son: Brasil, en el puesto número 60 a nivel mundial. Le sigue Guatemala, en el puesto 61. Panamá y Venezuela figuran en el puesto 73 y 74 y Nicaragua se encuentra en el puesto número 76.
Colombia ocupa el puesto 81, seguido de Ecuador en el puesto número 90, México en el 92 y Haití en el lugar 105 a nivel mundial.
Estas son cifras relativamente recientes, así que, con seguridad, hace 25 años los niveles de inglés en nuestro continente eran muchísimo más bajos.
Entonces, ¿cómo es posible que la gente que escuchaba mis programas tuviera un gusto por la música similar al del público estadounidense? ¿Por qué les gustaban esas canciones si no entendían lo que decían sus letras?
Probablemente la respuesta la tiene el legendario músico estadounidense, quien dijo lo siguiente en su éxito “Sir Duke”, una canción dedicada al gran Duke Ellington:
“La música es un mundo en sí mismo.
Con un lenguaje que todos entendemos
Con igualdad de oportunidades
Para que todos cantemos, bailemos y aplaudamos”
Como dice Wonder, la música en sí misma es un mundo, es un hermoso lenguaje que sirve para expresar los sentimientos. No requiere de un idioma en especial para expresar esas sensaciones.
Las expresiones musicales son las mismas en cualquier lenguaje. Si estamos felices lo expresamos con un ritmo alegre. Si estamos tristes, lo expresamos con sonidos melancólicos. Si estamos enamorados, lo expresamos con tonos melosos, edulcorados. Si estamos molestos o nos sentimos rebeldes, lo gritamos.
En pocas palabras, la música afecta emocionalmente a la gente.
Obviamente, las letras también son importantes. Al fin y al cabo, son las responsables de la historia que se quiere contar. Pero la imaginación de una persona puede llevar a que, incluso, con solo escuchar el título traducido se imagine lo que dice la canción en un idioma que no entiende.
No creo que haga falta saber de qué trata una canción que se llama “I love you”, pero la cosa se complica cuando los títulos no son tan fáciles de traducir o, simplemente, no dan ningún indicio de lo que podría tratar su letra.
Recuerdo que había oyentes que querían dedicar “Luka”, de Suzanne Vega, pensando que era una canción romántica, especialmente por el ritmo, la melodía y la forma casi inocente como la interpretaba la cantante.
Lo que no sabían esos oyentes es que la canción trataba acerca de un niño que ha recibido maltrato por parte de sus padres. Por eso en una parte de la letra dice:
“Si escuchas algo tarde en la noche
Algún tipo de problema, algún tipo de pelea
Solo no me preguntes qué pasó”
Y más adelante dice:
“Solo te golpean hasta que lloras
Y después de eso no preguntas por qué
Simplemente no discutes más”
Ahora, ni hablar de los significados que muchas personas les dan a las letras cuando tratan de llevar al español lo que escuchan en inglés. Seguramente muchos de ustedes se han divertido escuchando bromas como la de este video. Incluso, es muy posible que ustedes también lo hayan hecho alguna vez en sus programas:
Otra forma de entender el fenómeno es pensar en las bandas sonoras de las películas. Por lo general, no tienen letra, pero nos involucran emocionalmente de manera poderosa y nos hacen sentir de cierta manera.
Tomemos como ejemplo la música que John Williams compuso para “Star Wars”. No hay palabras. No hay frases emotivas. No hay frases emocionantes. Solo música, que al ser escuchada nos prepara ante lo que parece que se convertirá en una batalla épica.
Y es que la música, en general, se compone de 3 partes:
1. Armonía: Es la clave de la emoción. En términos muy simples, un acorde de tres notas en una tonalidad menor suena triste. Un acorde de tres notas en una tonalidad mayor suena feliz. Detrás de eso que suena tan simple se esconden fenómenos físicos muy complejos que no entraré a discutir acá.
2. Melodía: Trate de cantar la música del tema de “Star Wars”. No es posible porque no tiene letra, pero usted seguramente la puede tararear o silbar. Esa es la melodía. Piense en cualquier canción, y la parte que usted canta es la melodía.
Esa melodía está respaldada por la Armonía: los dos interactúan juntos y están estrechamente relacionadas.
3. Ritmo: Es la forma como se sincronizan las notas. Si usted cambia el ritmo del tema de “Star Wars”, deja de ser el tema de “Star Wars”. Ahora, el ritmo puede consistir solo en percusión y, por lo tanto, sería algo independiente de la armonía y la melodía, pero aun así cambia la sensación.
Hay otros elementos, pero esos tres son los principales.
¿Por qué nos gusta escuchar música en otros idiomas?
La razón principal por la que a algunas personas les gusta escuchar música en un idioma extranjero es, básicamente, porque así pueden concentrarse más en los sonidos de los instrumentos y la voz del artista.
Eso es lo que me pasó a mí. De hecho, antes de aprender a hablar inglés, ya me gustaba la música en ese idioma, pero lo que más disfrutaba -y aún lo hago- era tratar de identificar uno a uno los instrumentos usados en cada canción.
Cuando uno escucha música en español se enfoca mucho en la letra de la canción y la mayoría de las veces no les presta tanta atención a los instrumentos. Rara vez ignoramos la voz del artista, y por eso los cantantes se vuelven estrellas.
Sin embargo, y aunque no entendamos lo que ese músico está diciendo, su voz pasa a convertirse en un instrumento musical más.
Lo anterior me ha llevado a ser un fanático seguidor de un músico y productor estadounidense llamado Rick Beato, quien desmenuza o ‘deconstruye’ las canciones más importantes en su canal de YouTube “Everything Music”, haciendo énfasis en la forma como cada músico interpreta su instrumento.
A Rick Beato lo pueden seguir dando clic en este enlace.
El hecho de que uno no entienda la letra no hace que la experiencia sea necesariamente frustrante. Nuestro cerebro entra en modo pasivo porque no es necesario descifrar la letra de la canción, así que solo se escucha la música de manera pasiva.
Por eso es más fácil estudiar escuchando música en un idioma extranjero que en uno del que se entiende la letra. Aquí es cuando uno muestra más aprecio por la voz del artista en primer lugar y la combinación de los instrumentos musicales en segundo lugar. La letra es solo el complemento.
Durante este proceso, uno detecta sonidos que normalmente no detectaría al escuchar música en nuestro propio idioma. Esto lleva, incluso, a desarrollar un mayor interés en las canciones de un artista en particular, porque lo que se está escuchando es la esencia de su música.
Escuchar música en idiomas extranjeros también brinda un descanso de nuestra propia música cultural. A veces es muy interesante cuando uno se expone a la música de otras culturas y al final descubre que hay muchas similitudes entre esa música y la de nuestra propia cultura.
La música es un lenguaje universal que no puede ser restringido por el idioma o la cultura. La verdadera música es sincera y habla desde el alma del artista.
La cantante belga Lara Fabian, que interpreta canciones en francés, italiano, español, ruso, inglés, portugués y alemán, dijo una vez:
«No creo que un idioma limite una emoción, por lo que no hay un idioma específico para decir algo que viene del corazón. Puedes decir algo del corazón en japonés, indio, italiano, inglés; no importa, siempre y cuando sea sincero. Realmente creo que los sentimientos específicos, los sentimientos verdaderos no tienen limitaciones ni barreras cuando se trata de honestidad».
Lo que dice la ciencia
“La mayoría de las veces, cuando escuchamos música en un idioma extranjero, disfrutamos las letras como sonidos y no como palabras”, le dijo Thea Tolentino, profesora de música y estudiante de maestría en musicoterapia con sede en Melbourne, al portal Vice.
Esto podría explicar por qué nos sentimos inmediatamente atraídos por una canción, incluso sin entender su letra.
Si bien cosas como la cultura y las experiencias personales afectan las respuestas de las personas a diferentes tipos de música, Tolentino explicó que existen ciertas técnicas musicales que generalmente se usan para transmitir ciertos estados de ánimo, uno de los cuales es la serie de notas, tonos o intervalos.
“Las canciones en una escala mayor generalmente tienen sonidos más brillantes y alegres, mientras que las escalas menores generalmente tienen una sensación un poco más oscura y melancólica”, dijo.
“El cerebro humano está diseñado para responder al sonido”, agregó Tolentino. En un proceso llamado arrastre, el cerebro “sincroniza nuestra respiración, nuestro movimiento, incluso las actividades neuronales con los sonidos que escuchamos”.
Esta es la razón por la que la música de ritmo rápido es tan popular para correr o trotar, por ejemplo, o por la que algunos profesores de yoga tocan pistas rítmicas y melódicas en sus clases.
Por su parte Lisa Decenteceo, etnomusicóloga de la Universidad de Filipinas, explicó que “la música afecta al texto”, ya sea por la forma en que se cantan las palabras o por la forma en que se usa la voz, por ejemplo, “si el canto se hace de manera carrasposa o si se hace de forma estridente”.
Pero también está lo que acompaña a las palabras. “Elementos del sonido y la música como el tono, la melodía, la armonía, el timbre y la amplitud tienen un impacto afectivo, emocional, psicológico, cognitivo e incluso físico en los oyentes. La música agrega mucho significado y dimensión a las letras gracias a esos elementos”, dijo Decenteceo.
La conclusión es que, posiblemente, los elementos de la música como la escala y la melodía se combinan con la voz para crear un significado independiente, diferente al significado literal de un texto.
Es lo que muchas veces llamamos “el tono” con el que se dicen las cosas. Una cosa es decir una frase seca, textual, sin inflexiones ni emoción, y otra cosa es ‘cantar’ esa misma frase, hacerla melodiosa. Eso lo saben muy bien los actores de la voz y los locutores comerciales.
Eso lo explica muy bien un chiste que acostumbraba contar el músico colombiano Jimmy Salzedo, muy popular en los años 70. Salzedo era conocido entre sus amigos no solo por su talento musical sino por su buen humor, y por contagiar de alegría a la gente que lo rodeaba.
Su chiste, difícil de contar en texto, y al que hay que ponerle un acento costeño, similar al de los cubanos o puertorriqueños, decía así:
Un tipo llega a la casa de su gran amigo y le dice: “Oye, te traigo una noticia muy triste…”
Su amigo responde: “Hermano, tú sabes que a mí me gusta gozar la vida. No me gustan las cosas tristes. Si me vas a decir algo, mejor que lo hagas con alegría, con emoción”.
El tipo le dice: “Oye, pero es que es una noticia realmente grave. No sé de qué manera contártela…”
A lo que su amigo responde: “No importa. Ponle música. Ponle sabor. ¡Ponle salsa!”
Entonces el tipo comienza (imitando el sonido de un piano): “Cunqui-concquin-canki cunquin-ka… Se murió tu mamá… Qui-cun-quin-can… La arrolló un camión…, qui-cun-quin-canqui…”
Conclusión
Todo lo anterior probablemente explique un par de fenómenos.
Primero, el de las emisoras que en Hispanoamérica tocan música en inglés y en otros idiomas. Por ejemplo en Colombia, estaciones como Veracruz Estéreo de Medellín y La Superestación de Bogotá tuvieron audiencias realmente masivas, ocupando el primer lugar de sintonía por encima de emisoras de otros géneros musicales más acordes con nuestra idiosincrasia.
Este es un fenómeno que se ha repetido en todo el mundo en países que no son angloparlantes. Claro, el fenómeno de la moda, impuesto por los videos musicales, influyó mucho en su éxito, pero lo cierto es que más allá de la letra la gente se enamoró de la música bien hecha, con arreglos cuidadosamente elaborados y melodías bien interpretadas.
Y, segundo, el éxito de la música bailable en inglés y en otros idiomas, que ha servido de base para una innumerable cantidad de DJ’s que han sabido aprovechar los ritmos y los sonidos de esas canciones para construir sus carreras profesionales.