La historia del Disc-jockey y su importancia en la radio

La figura del presentador de música ha sido decisiva para el desarrollo de la radio y de la industria musical.

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Anteriormente el disc-jockey podía tocar la música de su preferencia.

Cuenta la historia que cuando el periodista Yamid Amat se retiró de Caracol en Colombia, nadie esperaba que su reemplazo fuera a ser Darío Arismendi que, aunque había hecho algunos trabajos en radio, realmente era reconocido por haber dirigido los periódicos El Colombiano y El Mundo de Medellín.

Y uno de los más decepcionados, tal vez, fue Julio Sánchez Cristo, quien venía haciendo méritos para conducir el noticiero de la mañana de esa cadena, la de mayor audiencia en el país.

Para tranquilizarlo, cuenta la historia que el presidente de la cadena, Ricardo Alarcón, le ofreció la emisora Caracol Estéreo para que hiciera allí un programa de la mañana a su gusto.

Caracol Estéreo era una emisora musical de FM que tocaba los éxitos del mundo, enfocada al público adulto contemporáneo, con voces sofisticadas y música de grandes cantantes como Frank Sinatra y Barbara Streisand, algo de jazz y bossa-nova y programas amables de acompañamiento al oyente.

Julio Sánchez Cristo, en su época de disc-jockey
Foto: Revista Diners

La respuesta de Sánchez fue directa y al grano: “Yo solo quiero llegar a la cabina con mis discos y con una revista Playboy, para hablar de los temas de moda en el mundo”.

Sí, es que Playboy no era solo una revista que mostraba mujeres desnudas. Sus columnas, historias y artículos hablaban de política, economía y, en general, del estilo de vida de los ricos y famosos, y era muy influyente en el mundo ejecutivo.

Pero lo interesante no es lo de la revista. Lo que llama la atención es que ‘Julito’, como lo llaman sus oyentes habituales, simplemente quería hacer algo que pregona a los 4 vientos y que es lo que realmente más le gusta hacer en radio: ser un disc-jockey. Presentar canciones en radio.

Esa pasión, esas ganas de presentar música, de compartirla con los oyentes, es afín a muchos de quienes trabajamos en radio.

Uno de mis grandes ídolos de la radio, el estadounidense Scott Shannon, pudo haber sido un gran ejecutivo en alguna de las cadenas o empresas de comunicaciones. No solo ha sido un gran programador y productor, sino que su programa mañanero “Z Morning Zoo” de la emisora Z-100 de Nueva York ha sido el morning show más influyente de la historia.

Pero, tal como lo ha afirmado en varias ocasiones, él nunca se dejó llevar por las numerosas ofertas que posiblemente le han hecho para gerenciar estaciones de radio. Él solo quiere ser un disc-jockey. Y es de los mejores. Así lo explica en su libro electrónico «Living your dreams/Programming to win».

Scott Shannon, pionero de los ‘Morning Shows’

Scott Shannon in the Morning” es el nombre de su morning show actual en la emisora CBS-FM de Nueva York, y sigue siendo el número 1 del mercado.

Los tiempos han cambiado

Hubo una época en la que el disc-jockey de radio podía programar las canciones que quería. Sí, llegaba a su turno, seleccionaba las canciones que iba a tocar, buscaba información acerca de ellas y las ‘vendía’.

Claro, porque la labor de un disc-jockey siempre ha sido la de convencer a sus oyentes de que la música que está tocando en sus programas es la mejor, es la que vale la pena.

De hecho, y lo he contado varias veces, en mis inicios yo no sabía que existía la figura del programador. Con mi amigo Donnie Miranda, cuya foto adorna este artículo, seleccionábamos algunas canciones de las muchas que nos llegaban de Estados Unidos e Inglaterra y las guardábamos en unos cajones, ordenadas por su ritmo.

En el turno, cada uno podía escoger la canción que quisiera, siempre y cuando estuviera en los cajones y siguiendo una ‘curva rítmica’ predefinida. De esta forma, los oyentes preferían a unos disc-jockeys sobre otros, basados sobre todo en el gusto musical de cada presentador.

Sobra decir que esa preferencia no se daba solo por la música que cada disc-jockey escogía sino por la forma como la presentaba, la información que entregaba, la energía que transmitía, la forma como interactuaba con los oyentes.

Eran tiempos relativamente tranquilos. No había muchas emisoras. De hecho, ni siquiera había emisoras en FM. En Colombia solo había uno o dos canales de televisión. No existía la televisión por cable ni los canales de videos. No había música en MP3. No había internet. No había YouTube ni TikTok. No había redes sociales. No existía Spotify.

Por eso nos podíamos dar el lujo de improvisar al aire, de poner la música que nos diera la gana, incluso de salirnos de la programación para hacer alguna broma o simplemente por llamar la atención.

Pero poco a poco todo fue cambiando. El avance de la tecnología, la llegada de más emisoras, medios de comunicación y plataformas obligó a las emisoras a controlar sus contenidos, a definirlos, a segmentar sus audiencias y a crear los llamados ‘formatos musicales’, enfocados a segmentos de audiencia muy estrechos.

Refinar los géneros musicales y la edad de las canciones generó un cambio en la forma de programar la radio musical. Y esto llevó además a reducir el número de canciones en rotación, bajo el concepto de que siempre que un oyente sintonice una emisora, entre la inmensa cantidad de opciones que tiene, siempre encuentre una de sus canciones favoritas.

Por eso la figura del programador obtuvo gran importancia y el disc-jockey cada vez fue perdiendo más la posibilidad de influir en la audiencia mediante sus gustos musicales.

Cómo surgió la figura del disc-jockey de radio

Debido a la naturaleza seductora única de la radio, desde sus inicios el disc jockey rápidamente ganó adoración, fortuna y notoriedad. El poder de alguien que pone discos a través de las ondas de radio pronto se volvió notorio, pero también comenzó a ser cuestionado.

El disc-jockey fue visto como un gran peligro por muchos artistas que vieron amenazados sus trabajos ya que, hasta entonces, la música que sonaba en las emisoras era interpretada en vivo por ellos, y temían que ahora serían reemplazados por los discos.

Incluso fue percibido como una amenaza económica por las compañías discográficas, que pensaron que la gente dejaría de comprar discos por escuchar música en radio.

Y algo que hoy en día nos parece lógico, por allá en los años 30 del siglo pasado no estaba tan claro. Las disqueras no estaban convencidas del valor general de la radio como medio de promoción de sus productos. Pensaban que era menos probable que la gente comprara un disco si podía escucharlo gratis.

Este temor fue confirmado por algunas cifras que mostraban que las ventas de discos estaban sufriendo una gran caída en algunas ciudades donde había emisoras de radio muy populares.

Claro, no se daban cuenta de que, casualmente, era la época de la llamada ‘Gran Depresión’, una de las mayores crisis económicas que han afectado a las economías de los países industrializados y que se vivió a partir del 20 de octubre de 1929, cuando la bolsa estadounidense cayó hasta valores nunca vistos anteriormente.

Las casas disqueras más grandes comenzaron a emprender acciones legales contra algunas de esas emisoras. A muchas las llevaron a juicio e incluso comenzaron a prohibir la difusión de los discos en la radio.

Por ejemplo, Fred Waring, famoso arreglista y director de orquesta, presentó una demanda para impedir que una emisora transmitiera discos de su orquesta. Su disquera, RCA Victor, incluyó en el sello del disco una frase que se volvió tradicional: “Prohibida su ejecución pública y radiodifusión”.

Fred Waring, músico, arreglista y director de orquesta

A pesar de este aviso, la emisora transmitió sus discos. La Corte Suprema de Pensilvania concedió una medida cautelar que sostenía, entre otras cosas, que el artista, intérprete o ejecutante tiene derecho de propiedad sobre su interpretación.

Y esa ley sigue vigente hoy en día a nivel mundial. Por esta razón, y aunque usted no lo crea, desde el punto de vista legal usted no puede transmitir por radio canciones que haya comprado, copiado o descargado de algún sitio.

Así como lo lee.

Y esta es la razón por la que las casas disqueras entregan sus muestras promocionales a las emisoras, es decir, dan permiso para que las estaciones de radio transmitan ciertas canciones: las que ellas decidan.

En pocas palabras: si la canción que usted está pasando en su emisora no le fue entregada como muestra promocional por la casa disquera, usted está violando la ley de derechos de autor.

«Prohibida la copia, ejecución pública y radiodifusión»

Incluso, esas muestras promocionales que las disqueras le han entregado a usted o a la emisora les pertenecen a ellas, y están en todo su derecho de reclamarlas. Sí, si ellos quisieran, podrían pedirle a usted que les devuelva esas muestras. Algo que nunca va a pasar.

Ahora, siempre habrá excepciones.

Una alternativa exitosa durante un tiempo fue el disco de transcripción eléctrica, o «ET», que estuvo en uso en los años cuarenta. Se trataba de un disco gigante de 16 pulgadas (40 centímetros de diámetro) que no estaba prensado en goma laca, como los discos de 78 RPM habituales, sino en vinilo.

Disco de transcripción eléctrica de 16 pulgadas
Foto: postcardelba.com

Giraba a la velocidad novedosa de 33 RPM, tenía un tiempo de reproducción de treinta minutos y contenía un programa completo, con anuncios y una orquesta en vivo que tocaba los últimos éxitos, todo capturado mediante una grabación electrónica de última generación.

El disco de transcripción estaba dirigido a las emisoras más pequeñas y se vendía como un servicio de suscripción mensual. De esta forma las emisoras ya no dependían de los locutores y, debido a que se crearon específicamente para ser transmitidos en radio, se evitaron los litigios con las compañías discográficas.

Por esa época, y debido a las leyes vigentes, las emisoras no podían poner discos, así que para tocar música tenían que llevar artistas en vivo. De ahí la importancia de ese servicio de transcripciones, ya que las emisoras pequeñas no tenían el presupuesto para contratar orquestas ni músicos para sus programas.

De esta forma, lo que hacían esos servicios de transcripciones era que contrataban a una orquesta, la llevaban a un estudio y la ponían a grabar decenas de canciones, especialmente las que estaban de moda.

Luego, al grabar los programas, el locutor presentaba a la orquesta simulando que estaba en vivo en el estudio. Todo eso quedaba grabado en esos discos gigantes que vendían y eran enviados a las emisoras. Es más, los locutores locales se metían en medio de la transmisión de esos programas para simular que estaban interactuando con los artistas y con el presentador.

Lo cierto es que ese sistema no duró mucho tiempo. El mercado de las transcripciones se extinguió poco después de la II Guerra Mundial, en gran parte debido a la creciente popularidad del disc jockey de radio.

Sin embargo, empresas como la BBC de Londres siguieron ofreciendo su ‘servicio de transcripciones’ hasta los años 90. Aunque ya no siguen produciendo programas, es posible conseguir muchos de los que realizaron años atrás.

Disco del Servicio de Transcripciones de la BBC

Más recientemente, varias empresas lograron acuerdos con las disqueras para realizar discos recopilatorios con todas las novedades. Estos discos se vendían a las emisoras a precios muy bajos, con la ventaja para las disqueras que, de esa forma, no tenían que enviar ellas mismas sus muestras.

Probablemente algunos recordarán un servicio muy popular llamado Conexión Latina de Rogelio Alfonso y Leslie Schwimmer, que usaban muchas emisoras en Estados Unidos y Latinoamérica. También existió otro llamado HitDisc, que vendía Radio Express, una empresa de Los Ángeles.

Una copia del tradicional HitDisc, infaltable en muchas emisoras de música Pop.

El Disc-jockey de radio

El primer uso del término «disc jockey» se registró en la revista Variety el 13 de agosto de 1941, cuando alguien escribió: «… Gilbert es un disc jockey, que canta a la par de sus discos«.

A la palabra ‘jockey’ se le pueden asociar varios significados en inglés. Además de su obvia referencia a un jinete, también puede sugerir a alguien capaz de maniobrar hábilmente, a un hombre del pueblo o a un embaucador.

Cuando se usó por primera vez, es probable que se usara en modo despectivo. El DJ -iniciales de Disc-Jockey- manipulaba sus discos con habilidad, pero también se sentía que quería vender sus co0nceptos acerca de la música que presentaba.

Los primeros años del DJ estuvieron llenos de desconfianza y encontró oposición de todos lados. Los músicos no querían que los discos los fueran a dejar sin trabajo; las compañías discográficas tenían miedo de que escuchar discos en la radio impidiera que la gente saliera a comprarlos; y ASCAP, la organización editorial, no quería que sus canciones fueran difundidas sin recibir el pago por regalías.

Sumado a esto, en los Estados Unidos el DJ se vio frenado durante muchos años por la tendencia hacia una locución cada vez más neutral, ya que las grandes cadenas lo que hacían era enviar las locuciones pregrabadas a sus estaciones afiliadas con el fin de no contratar locutores locales para ahorrar costos.

Obviamente, el público se daba cuenta de que esas locuciones sin alma, sin el toque local, sin el contacto con el público eran falsas, prefabricadas, así que poco a poco fue cobrando más importancia el disc-jockey local.

Al proco tiempo, y en especial con la llegada del rocanrol en los años 50, hubo una expansión masiva de nuevas emisoras independientes. Eran competitivas, programaban para atraer los gustos regionales y al momento de tocar música dependían básicamente de los discos.

Y para presentar esos discos se necesitaban los disc-jockeys.

Además, la televisión había comenzado a quitarle gran parte de los ingresos publicitarios de la radio y, sin los grandes patrocinadores nacionales, la publicidad radial se vio obligada a volverse mucho más local.

Como resultado, había una necesidad de locutores ágiles que supieran vender al aire y convencer a sus oyentes de comprar diferentes productos y servicios.

En los años cincuenta, las emisoras finalmente habían resuelto la mayoría de sus disputas con la industria musical en general y ya no había obstáculos legales para llenar el tiempo de transmisión con discos.

En 1948 se inventó el transistor y ahora un receptor de radio podía ser barato y portátil. Y casi al mismo tiempo llegó una verdadera revolución cultural donde el adolescente fue el centro de la sociedad.

Todos estos factores se combinaron para alentar el surgimiento del disc-jockey ágil y carismático.

El primer disc-jockey estrella

Al disc-jockey estadounidense Alan Freed se le atribuye el haber popularizado el término ‘rocanrol’, pero antes de él hubo otras grandes estrellas de la animación en radio.

Martin Block fue la primera estrella real entre los disc-jockeys, uno de un puñado de personajes exitosos que allanaron el camino para el rápido ascenso de los DJ en la posguerra.

Block comenzó como vendedor, publicitando varios productos (y tocando discos en el medio) a modo de perifoneo. Recorría la avenida Broadway de la ciudad de Nueva York de arriba abajo en un camión con un altavoz en el techo, hasta que la policía y los dueños de las tiendas locales lo bloquearon.

Martin Block, el primer disc-jockey exitoso de la historia

En 1934 encontró trabajo como locutor de WNEW en Nueva York, leyendo boletines judiciales acerca del secuestro y asesinato del hijo de Lindbergh, un caso conocido como «el juicio del siglo».

Durante una larga pausa en los procedimientos, Block decidió poner algo de música, pero en la emisora no tenían discos, así corrió a una tienda a la vuelta de la esquina, regresó con cinco discos de Clyde McCoy.

Los puso uno seguido del otro para que sonara como si estuviera transmitiendo en vivo desde un salón de baile, con presentaciones que hacían parecer que en realidad estaba hablando con el líder de la orquesta.

El departamento de ventas de la emisora pensó que no estaba bien vender anuncios en un «programa de discos», por lo que Block tuvo que salir a buscar su propio patrocinador. Al no encontrar ninguno, él mismo decidió comprar unas cajas de píldoras adelgazantes ‘Retardo’ y le pagó a la emisora para poderlas anunciar.

Un día después de que Block les dijo a las señoras con sobrepeso que «sean justas con sus esposos: tomen la píldora reductora Retardo», ya se habían recibido había 600 cartas, cada una con un dólar, solicitando una caja del producto. Al final de la semana, el anuncio había obtenido 3.750 respuestas.

Entonces Block llamó a su programa «Make Believe Ballroom«, que en español podría traducirse como “Sala de baile imaginaria”, y se concentró en usar discos para lograr el mejor efecto.

En solo cuatro meses, su estilo relajado y sin guion, combinado únicamente con discos, logró una audiencia de cuatro millones de oyentes, y el programa se extendió a dos horas y media.

Los anunciantes ahora tenían que hacer cola. A lo largo de los años, la destreza de ventas de Block se hizo cada vez más impresionante: una tienda por departamentos informó que gracias a sus comerciales ​pudo vender 300 refrigeradores durante una tormenta de nieve, y cuando pidió a sus oyentes que donaran pianos durante la guerra para entretener a las tropas, logró recaudar cerca de 1500.

En realidad, Block le había robado la idea de su programa, e incluso el nombre, a Al Jarvis, un disc jockey canadiense de la emisora KFWB de Hollywood, donde Block había sido asistente.

Aunque solo era locutor de planta, a Jarvis le encantaba investigar acerca del negocio de la música. Su gran diferenciador frente a otros locutores de la época es que leía las revistas de música y entretenimiento y les entregaba esa información a sus oyentes con su lenguaje amable y acogedor.

Sin embargo, Jarvis no disfrutó del éxito arrollador de Block, quien se convertiría en el número uno de la radio durante casi un cuarto de siglo a pesar de que los 2 programas eran prácticamente iguales.

Para 1940, todo lo que Martin Block presentaba en su programa se convertía en éxito. Con esto logró que la cadena ABC vendiera su programa a muchas estaciones afiliadas en todo el país, logrando un contrato de 2 millones de dólares que, si hoy nos parece mucho dinero, en esa época era impensable.

Y llega el promotor de discos

La influencia de Block como disc jockey fue tan importante que incluso llevó a la creación de una nueva figura en la industria de la música: el promotor discográfico.

En el libro “The Death of Rhythm and Blues”, Nelson George cuenta la historia de Dave Clark, un joven encargado de promocionar los conciertos de las agrupaciones musicales que llegaban a Nueva York.

Clark era negro, pero quería ingresar a los estudios de la WNEW para promocionar un evento. En esa época, 1938, se vivía una gran discriminación racial en estados Unidos, así que para poder ingresar se hizo pasar por un chofer.

De esta forma pudo llegar hasta donde Block y le entregó un disco de la banda de Jimmy Lunceford que se presentaría en la ciudad por esos días. Clark le dijo a Block que el disco venía directamente del dueño de la emisora, quien estaba esperando escucharlo en el aire. Obviamente esto era mentira, pero Block le creyó y lo lanzó inmediatamente al aire.

La gente de Capitol Records se dio cuenta de esta maniobra y formalizó la idea de promocionar sus discos a través de la radio en 1942, el primer año de existencia del sello.

Capitol era una empresa nueva que trataba de salir adelante. Tenía un problema grave porque un barco que transportaba grandes cantidades de goma laca, el material usado para los discos, fue hundido por un submarino alemán, creando una escasez de ese material.

Sin poder prensar discos, el presidente de Capitol, Glenn E. Wallichs, pensó que lo mejor era contar con los disc-jockeys para hacer que la gente recordara la música de su disquera.

De esta forma, elaboró una lista de los 50 disc-jockeys más influyentes del país y le entregó personalmente a cada uno una muestra en vinilo de todos los discos que tenía en su catálogo en ese momento.

De esta forma no solo se dio inicio a la estrategia de entregar muestras de discos a los locutores y programadores, sino que el disc-jockey se convirtió en un gran protagonista de la industria de la música.

Hacia el final de la guerra, a mediados de los años 40, los disc-jockeys de radio habían comenzado a disfrutar de un respeto mucho mayor. En los años cincuenta y sesenta, poner discos en la radio se convertiría en una profesión plenamente aceptada, parte integrante de la industria musical.

El DJ se convirtió así en un poderos creador de éxitos y su gusto musical podía lanzar la carrera de un artista de la noche a la mañana.

Conclusión

A pesar de que hoy en día un disc-jockey, animador o presentador de radio en una emisora musical tiene que seguir el orden de las canciones que le han entregado, todavía puede mostrar sus conocimientos, su gusto y su pasión al presentar la música.

Un buen disc-jockey no debería limitarse simplemente a presentar el título y el nombre del intérprete de las canciones. También debería contar, de manera ágil, corta y entretenida, algunos aspectos interesantes, curiosos y divertidos de esos artistas y de las letras de los temas.

La música está en todas partes. Una persona puede escoger sus canciones favoritas y escucharlas en el momento que lo desee, incluso sin interrupciones comerciales si lo desea (y tiene con qué).

La diferencia real de la radio la deben marcar los disc-jockeys que, con su lenguaje y su habilidad de enganchar al oyente con lo que dicen, permitirá que siga siendo un medio masivo y de interés para todos.

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