Las enseñanzas de Chespirito

Los personajes creados por Roberto Gómez Bolaños nos pueden servir de inspiración para la creación de roles en nuestros programas de radio y pódcast.

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Chespirito definía claramente sus personajes y les asignaba un rol específico. (Cortesía: Pinterest)

Usted, seguramente, vio alguna vez a “El Chavo del 8”. ¿Alguna vez lo analizó? ¿Se sentó a ver cómo interactuaban los personajes? ¿Entendió los roles de cada uno dentro de esa comedia? ¿Se dio cuenta de que cada uno tenía su espacio para desarrollar su propia personalidad?

En los años sesenta Roberto Gómez Bolaños, más conocido como Chespirito, cuyo nombre es el diminutivo llevado al español de Shakespeare, trabajó en una agencia de publicidad mexicana, y allí conoció de cerca el mundo de la televisión y se dio cuenta de todas las posibilidades que ese medio ofrecía.

A inicios de los años 70, cuando comenzó a producir “El Chavo del Ocho”, ya había pasado años escribiendo libretos para radio y había realizado sketches de “El Chapulín Colorado” en el canal 8 de la televisión mexicana.

Según Chespirito, la idea original de “El Chavo del Ocho” fue pensada como un sketch para un único programa, es decir, no fue pensado como una serie porque, entre otras cosas, no tenía continuidad temática.

Gómez Bolaños explicó que ese sketch trataba sobre un niño pobre que andaba por un parque público y tenía un breve altercado con un vendedor de globos.

Como resultado de este sketch “suelto”, empezó a darle forma al personaje con el nombre de “El Chavo”: un huerfanito muy pobre, de unos ocho años de edad, siempre con hambre, con ganas de comerse una torta (sándwich) de jamón, y siempre con buenas intenciones.

En sus propias palabras, Chespirito dijo en su libro “Sin querer, queriendo” de 2006 que “El Chavo” sería “el mejor ejemplo de la inocencia e ingenuidad propias de un niño”.

Y fue tan exitoso que, al final, terminó convertido en una serie de televisión que le dio la vuelta al mundo durante varias décadas.

Construcción de los personajes

La construcción de los personajes de esta serie nos da una gran lección a quienes trabajamos en radio. Esto funciona no solo para Morning Shows sino también para todo tipo de programas que tengan 2 o más participantes.

El éxito de Chespirito y sus programas se debió, en buenan parte, a esa gran habilidad de crear roles claros y muy bien definidos de cada integrante del elenco, algo en lo que muchas veces no se piensa tan claramente cuando hacemos radio o pódcast.

Si miramos con atención, cada personaje de “El Chavo del 8” tenía su propia personalidad y cumplía un papel que no se confundía con el de los demás. Es decir, cada uno cumplía una función específica dentro del grupo.

Pero lo mejor es la forma como se construyeron esas personalidades únicas. Analicemos cada personaje:

“El Chavo”: Era un niño huérfano, pero no fue internado en un orfanato sino que se quedó a vivir en una vecindad, que es una de esas casas amplias que se encuentran en los barrios populares de México y cuyo interior se divide para entregar alojamiento a varias familias.

Por vivir en una vecindad, El Chavo, que por no tener familia ni dinero tiene que alojarse dentro de un barril en la mitad del patio, tiene una gran interacción con otros niños y adultos, o familias -un tanto atípicas- de ese complejo habitacional.

La Chilindrina: es el personaje más travieso de la vecindad. A Chespirito se le ocurrió que si quería mostrar a una niña hiperactiva y arriesgada deberían faltarle algunos dientes. Ella estaba enamorada ingenuamente del Chavo y usaba gafas como signo de inteligencia y astucia para engañar a los demás niños de la vecindad.

Don Ramón: era el papá de La Chilindrina, y mostraba a un viudo subempleado y pícaro que ocultaba su ignorancia con una inmensa simpatía. Era perezoso, inculto y tramposo, usando su ingenio para evitar el pago del arriendo al dueño de la vecindad, el Señor Barriga.

Quico: otro personaje infantil de la vecindad, era la contraparte de El Chavo: tenía más dinero que él, era caprichoso, testarudo, consentido y envidioso.

Doña Florinda: era la mamá de Quico, que avalaba y consentía la conducta de su hijo y luchaba, además, por recuperar la vida de clase media que tuvo antes de caer en desgracia. Por eso le compraba juguetes a Quico, quien los presumía con los otros niños.

El sueño de Doña Florinda era poder salir algún día de la vecindad para recuperar la vida que tenía cuando era de clase media, y por eso una de sus frases más famosas era “¡Vámonos Quico! No te juntes con esa chusma”.

El Profesor Jirafales: mantenía un romance a la antigua con Doña Florinda. Era el típico maestro de primaria que sufre por las travesuras de los niños, pero que siempre termina soportándolas como les toca a los profesores de niños de escuela.

El Señor Barriga: un personaje obeso y sin mucha suerte, representaba al dueño de la vecindad que llegaba regularmente a cobrar la renta de los habitantes. Al ser la víctima de las travesuras de los niños de la vecindad, lo mostraban como un tipo gruñón, aunque al final uno se daba cuenta de que tras esa apariencia realmente había un tipo bondadoso, tierno y comprensivo.

Noño: por ser el hijo del Señor Barriga era más rico que los demás, pero jugaba y soportaba las travesuras de los otros niños de la vecindad sin mayores prejuicios sobre la clase social de sus amiguitos.

Doña Clotilde: o “La Bruja del 71” según la apodaban los niños de la vecindad, representaba a una solterona bastante quisquillosa que suspiraba de amor por Don Ramón y era objeto de numerosas bromas acerca de su edad.

Ceñirse al rol

Los anteriores roles corresponden a personajes de un programa de humor. Sin embargo, cualquier programa hablado debería definir roles similares: el serio, el divertido, el experto, el ocurrente, el humorista y demás características que permitan reflejar las intenciones del programa.

Pero además, y lo más importante: se debe procurar definir profundamente cada rol con una descripción exacta de lo que se pretende con su participación, con pelos y señales, y se debe procurar que nadie se meta en el papel del otro, que es un error muy común.

Si el equipo tiene un humorista, ninguno de los otros integrantes debería tratar de competir con él sino, por el contrario, buscar la forma de celebrarlo y darle la importancia que requiere. Lo mismo pasa en los diferentes ámbitos: el de deportes, el de las noticias, el de salud, etcétera.

El “balance del micrófono”

En un artículo reciente hablaba del trabajo del conductor y del coanfitrión de un programa, que es quien abre y cierra los diferentes segmentos, define los contenidos, conduce y lleva el ritmo y decide en qué momento deben pasar los diferentes elementos como promos, cortes a comerciales, llamadas telefónicas, música y demás.

Pero ese papel, y tal como se mencionaba en ese artículo, no significa que sea el único que tenga que acaparar el micrófono. Imagínese qué tan exitoso habría sido si el 90% de “El Chavo del 8” se hubiese enfocado solo en él, en lugar de darles participación a todos los integrantes del elenco.

Pero, por otro lado, el darle importancia a cada personaje no quiere decir que exista una democracia absoluta.

En un programa o pódcast en el que participan varias personas, ¿todos deberían tener el mismo tiempo al micrófono? ¿Quién debería hablar más? ¿Quién debería hablar menos? ¿Qué micrófono debería estar apagado la mayor parte del tiempo?

Ese balance del micrófono es a menudo un tema al que no se le presta mucha atención al momento de lanzar o manejar un programa. Por una falta de definición, muchas veces termina convirtiéndose en una guerra interna, con cada integrante luchando por su espacio.

La llegada de servicios como Netflix nos ha permitido entender que los mejores programas de hoy son los que tienen elencos basados ​​en la interacción, la química y el conflicto.

De la misma forma, un programa de radio o pódcast funcionará mejor cuando su elenco trabaje en conjunto, compartiendo el tiempo del micrófono en los momentos que les corresponda en cada segmento, de manera que sirva para enriquecer el contenido.

Los tres puntos problemáticos más comunes en el balance del micrófono son:

  1. Director demasiado dominante: Un anfitrión que absorbe más del 60-70% del tiempo al aire.
  2. Coanfitriones silenciosos o escondidos: Personajes que solo hablan lo justo y no contribuyen con su conversación a enriquecer los temas.
  3. Integrantes secundarios débiles: Darle demasiado tiempo aire a practicantes, productores o invitados que les quitan tiempo a los personajes principales.

7 consejos para solucionar este problema:

Si en su programa sucede algo parecido, siempre habrá forma de solucionar el problema. A continuación, presento algunos consejos:

1. Delegue el trabajo: No soy aficionado al fútbol, pero sí recuerdo el papel del “Pibe” Valderrama como director de la selección colombiana de fútbol. Todo giraba en torno suyo, pero él no retenía el balón. Uno siempre lo veía en el medio del campo repartiendo la pelota.

Considere la posibilidad de delegar algunas funciones como dar la hora, invitar a los oyentes a participar, entregar el nombre de la emisora y su eslogan, explicaciones de los concursos, leer titulares, etcétera.

2. Planifique en conjunto para trabajar en equipo. Involucre a todos los integrantes en la preparación del programa. Si a alguien la dan la oportunidad de escoger contenidos, es más probable que participe con pasión.

Discuta el orden de paso al micrófono: quién habla primero, segundo, último, etc. antes de abrir el micrófono. Ejemplo: “Luis entra y da la hora, Pedro recuerda los titulares de las noticias del día, María habla del clima y yo hago la introducción al invitado”.

3. Cierre micrófonos cuando haga falta. Demasiada gente al aire puede hacer que las conversaciones sean difíciles de seguir, y es probable que esos integrantes no sean tan entretenidos como los principales. Despeje la mesa de trabajo y llame a los menos importantes solo cuando haga falta y de manera breve.

4. Lidere. Respete a su equipo y aprópiese de su rol de conductor. Si el programa comienza a las 6:00, póngase sus audífonos a las 5:59 o antes. Si abren el micrófono y usted está conversando con un representante de ventas en el pasillo, la química del programa se ve afectada.

5. Vaya al grano. Un anfitrión demasiado dominante suele quedarse dando vueltas sobre lo que ya se ha dicho. Llegue al punto lo más pronto posible y vaya en línea recta para crear un espacio para que los compañeros de mesa puedan interactuar.

6. Escuche. Aplique lo que algunos llaman “la regla del medio segundo”: haga una pausa antes de responder. De esta forma evita hablar encima de la otra persona y no la interrumpirá. Tenga en cuenta que los hombres interrumpen a las mujeres con más frecuencia y que el público femenino se da cuenta de esto, y no le gusta.

7. No cambie el programa por sus invitados. Haga que todos sus compañeros de mesa participen durante las entrevistas y convierta a los invitados en una parte que contribuya al programa, pero recuerde siempre que es usted el que lleva la conducción. No se deje distraer.

Conclusión

Uno de los aspectos más difíciles al crear un programa en el que van a participar varios integrantes es definir los roles de cada uno. En un artículo mío llamado “Cómo crear personajes verdaderos para su programa de la mañana” podrá encontrar consejos muy útiles.

Una vez definidos, procure hacer una descripción clara de cada uno, por escrito, y compártala con todos los integrantes del elenco, incluyendo a productores, practicantes y operadores de audio.

Y lo más importante: haga que esos roles se cumplan, que nadie se meta en el papel del otro, que ninguno crea que sabe más de fútbol que el encargado de deportes; que nadie sea más chistoso que el humorista del programa, y que el feminista no se burle de las mujeres nunca.

No es exagerado pensar que usted pueda definir el trabajo de cada uno de los integrantes de su programa tal como lo hizo Chespirito para sus series “El Chavo del 8” y “El Chapulín Colorado”.

No importa que su programa no sea de humor. Piense en las funciones de cada uno, piense en cuál será su papel, cuánto tiempo y en qué momentos deberá hablar y cuál deberá ser su actitud. Y comparta esa información entre todos.

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