En este segundo artículo de la serie usted conocerá otros de esos momentos difíciles por los que tenemos que pasar quienes trabajamos en radio.
En un artículo anterior ya les había contado que trabajar en radio es entretenido. Algunos tenemos la suerte, además, de asistir a conciertos y eventos sin pagar, ser reconocidos en la calle o poder trabajar sin contar con un título profesional.
Pero nuestra profesión, como cualquiera otra, también presenta algunas situaciones que tenemos que superar aunque estemos ante una audiencia de miles de personas.
Es así como en mi artículo de hoy les revelaré otros 11 secretos que un disc-jockey de radio nunca se atreve a contar:
- Tenemos doble personalidad.
La personalidad que mostramos al aire a menudo es más extrovertida y divertida de lo que realmente somos, y es fácil que la gente se confunda por ello.
«Oye, ¿de verdad eres tú el locutor que escucho en la emisora? Te veo callado y tímido hoy…”. Bueno, la verdad es que no siempre estamos de ánimo y se vuelve bastante agotador cuando la gente espera que los entretengamos a ellos, a sus invitados o a sus hijos.
- Soñamos con esos malditos jingles.
Muchas emisoras usan jingles para llamar la atención de las personas y recordarles qué programa están escuchando, lo que significa que tienen que ser ‘pegajosos’ e imposibles de sacar de la cabeza.
A esto hay que añadir los jingles de nuestros clientes, que tenemos que escuchar cada hora durante el turno, todos los días de la semana.
- Siempre tenemos la garganta irritada.
Si usted no trabaja en radio, intente hablar casi sin parar durante cinco horas al día. Es un atentado contra las cuerdas vocales.
Precisamente, esta es una de las razones por las que a menudo somos mucho más callados y más reservados de lo que una persona esperaría de nosotros.
- Y, literalmente, no hay nada peor que estornudar, toser o incluso tener hipo al aire.
Los eructos son difíciles también, así como los pedos inesperados. Si usted cree que tirarse un pedo accidentalmente frente a un amigo o familiar es vergonzoso, imagínese lo que es hacerlo ante 100.000 oyentes que van manejando su carro al trabajo o a casa.
Bueno, a la famosa actriz estadounidense Whoopie Goldberg ya le pasó, ¡en televisión nacional! (ver video)
- Vivimos en un extraño limbo entre ser o no famosos.
Generalmente nuestras voces son fácilmente reconocidas, y hoy en día, gracias a las cámaras web en los estudios, la gente nos reconoce ocasionalmente.
Sin embargo, cuando nos conocen en persona, cuando nos presentamos en vivo en alguna actividad, terminamos decepcionando a las personas que esperaban una celebridad más glamorosa.
- Las entrevistas con celebridades pueden llegar a ser una verdadera pesadilla.
A veces los invitados pueden ser unos imbéciles. Y ni hablar de los concursantes de los realities de música, que a menudo se comportan como superestrellas, ya que han estado acostumbrados a que los jueces les inflen los egos durante los últimos meses.
- Las mediciones de audiencia son una fuente constante de estrés.
El indicador más importante de nuestro trabajo es la cantidad de oyentes que atraemos durante nuestros turnos al aire y programas.
Y lo más triste es que los locutores más groseros o agresivos a menudo triunfan donde otros fracasan. Mucha gente sintoniza sólo para estar de acuerdo o para derramar todo su odio contra ese presentador…
- Recibimos algunas llamadas muy raras.
Hay horarios en los que la gente es más abierta. Por ejemplo, en altas horas de la noche es fácil encontrar personas extrañas.
Pero los programas regulares también reciben llamadas de gente muy particular, especialmente cuando se abre la línea para las complacencias. Por más que uno se prepare nunca estará ajeno a que alguien termine diciendo alguna grosería al aire.
- Sin mencionar los mensajes que nos llegan por correo o a través de las redes sociales.
Los teóricos de la conspiración se sienten atraídos por las emisoras de radio de la misma forma que las polillas a una llama.
Les encanta enviar correos electrónicos acusándonos de ser parte del encubrimiento de alguna conspiración política, religiosa o extraterrestre, y acusan a los dueños de la emisora de estar permanentemente sobornados por el Gobierno.
- Pero tenemos un sentido del deber hacia nuestros oyentes.
A veces somos la única fuente de compañía de algunas personas, especialmente si trabajamos en una emisora hablada o si hacemos el turno de la noche.
Por esta razón es que siempre tratamos de responder a las personas en las redes sociales y llegamos a conocer muy bien y a preocuparnos por nuestra audiencia: conductores de servicio público, aseadores, obreros nocturnos, agentes de seguridad y adultos mayores, entre otros.
- Y su gratitud hace que todo valga la pena.
A menudo nos envían obsequios y comida, y estos lindos obsequios ayudan a olvidarnos de todos los problemas que nos toca vivir a diario, incluyendo el tener que pasar esas largas tandas de comerciales o escuchar las mismas canciones una y otra vez…
Conclusión
Así que, ya lo sabe: en nuestro trabajo no todo es glamur y fama. Somos humanos como ustedes. Tenemos nuestros días buenos y malos.
Pero nos pagan (mal, pero nos pagan) por divertirnos, por escuchar música todo el día y por tratar de convertirnos en su amable compañía…
Y si lo logramos, ¡valdrá la pena el esfuerzo!