La vida y las calumnias.
Tal vez no tengas memoria, pero una de las primeras advertencias que tuvimos los usuarios de Internet cuando este medio apenas iniciaba fue: no creas todo lo que está en la gran carretera de la información porque puede ser falso.
En aquel entonces, a mediados de la década de los 90, había que tener problemas de juicio como para no darse cuenta cuándo leías algo falso o, en su defecto, sensacionalista.
En la ahora lejana década de los 90, cuando tu sueño era escuchar You Got Mail de America Online o creías plenamente en Netscape o Internet Explorer 4, llegaban cadenas a tus correos con un príncipe nigeriano deseoso de compartir su fortuna contigo. Algunos cayeron miserablemente e infectaron sus máquinas con algún malware, mientras que otros compartían la cadena porque en su momento era gracioso.
Internet evolucionó y los usuarios salimos de las salas de chat públicas y entramos a la era de las redes sociales. En sus inicios eran plataformas muy inocentes, contactaban viejos amigos y compartían fotos. La frívola necesidad de protagonismo que no se encontraba a través de los blogs tradicionales o sitios de alojamiento de fotos estaba en Hi5, MySpace y eventualmente Facebook.
Todo iba muy bien hasta que el discurso político invadió miserablemente un paraíso virgen donde era posible compartir información a una gran cantidad de personas. En un inicio se trató de una guerra sin cuartel para desmentir al rival y provocar la ira del electorado en todos los países.
La verdad es que funcionó. A través de las redes sociales se levantaron protestas en Egipto y otros países del mundo árabe sometidos por gobiernos irracionales. La gente en la cúpula del poder no podía controlar a una población hambrienta de información, hasta que las noticias sensacionalistas se diseminaron como una plaga bíblica.
No hay que ser genios para saber que la gente más inocente, como nuestros tíos, papás o abuelos, creen todo lo que está en Internet. Son ellos los que comparten, inocentemente, esas positivas imágenes de Piolín y, al mismo tiempo, falsas noticias acerca de que las naranjas son inyectadas por sida por narcoterroristas. Así amable lector, ese es el nivel tan bajo en el que mucha gente cae.
No hace mucho leímos que Julión Álvaez había sido asesinado por sus deudas con el crimen organizado, la muerte de José José o que el Papa Francisco apoyaba desde las sombras a Donald Trump. La más reciente fue la historia del más reciente eclipse total y sus efectos malignos en la comida, los embarazos y hasta el famoso grupo de los Illuminati.
Si bien algunos de los mensajes tienen el fin de confundir al público, también hay otros con la finalidad de ganar tráfico y dinero. Así es amables lectores de radioNOTAS, las noticias falsas imprimen billetes verdes cada que alguien da clic en un sitio sin fuentes confiables con un dominio parecido a NotimundoExpress24horas.com.
A final de cuentas, el problema radica en jugar con las emociones del lector. Títulos como El hijo de Juan Gabriel con Mariah Carey tiene la voz de Plácido Domingo y encantó a los jueces de “America’s Got Talent” llenan las inocentes mentes de los lectores en línea; primero por buscar un ilegítimo hijo del Divo de Juárez, luego, que la ex de Luis Miguel sea la madre, y, al final, que la voz del individuo sea igual a la de un tenor consagrado. Así, ni un billete de 25 pesos con el rostro de Benito Bodoque suena tan descabellado.
Las noticias falsas son combatidas por las corporaciones que las dejaron entrar, sin embargo, con redes como WhatsApp es imposible controlar la información y a la gente no le gusta revisar la fuente, sólo quiere datos concretos y duros que vayan acorde a su pensamiento. Estamos, desgraciadamente, en una era de personalismo mediático, triste y doloroso gracias a la necesidad de compartir notas que imponen la forma de pensar de unos individuos sobre las demás.
Malditas Fake News que le dieron la victoria a Donald Trump, ejecutan artistas inocentes y llenan los espacios de Internet con información asquerosamente atractiva.
