Pío Ferro:»¡No hay luz en ningún lado, pero la cajita ésta funciona!”

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La escena es parecida a una película de comedia de los años 90. O posiblemente de romance, porque el escenario es una almibarada estación llamada K-Love, en la soleada ciudad de Los Ángeles. Es la media noche y afuera de la estación se encuentra el legendario Cecil Heftel —político estadounidense convertido en empresario radiofónico— sin llaves, tratando de entrar por la puerta trasera a su propia empresa. Adentro está un joven de 21 años llamado Pío Ferro. Se encuentra ahí por recomendación de Bill Tanner, un amigo del magnate. Déjame entrar, no tengo llave, se oye desde afuera, y el joven interrumpe su carrera al baño. Con mucho gusto lo dejo entrar, le responde al jefe de sus jefes. Y con la candidez de la edad, el joven recién llegado de Miami, hijo de emigrantes cubanos, le propone a Heftel hacerle una cirugía plástica y un recambio de sangre a K-Love, la primera FM en español de Los Ángeles: ¿Y si mejor cambiaran el formato de esta forma; y si tocaran otro tipo de música; y si los locutores cerraran la boca y no hablaran tanto tiempo? Quizá con palabras más suaves, pero algo así. ¿Y si no pararan tanto la música para pasar comerciales?, sigue el muchacho. Y el viejito se enoja conmigo, explica Pío Ferro, actual director de programación en WQHT Hot-97 (NY). No le gustó nada lo que dije.

Heftel, entonces de setenta años, no reprimió su indignación con el mentor del joven. ‘Yo no sé qué le dijiste a este niño’, tronó, vía telefónica, con Tanner. ‘¿Quién se cree que es? Dice que no le gusta lo que está pasando en la emisora’. Bill, se defendió Pío, ellos tienen que entender. Tocan a Dyango y a Carnavalito 2000; después ponen a Frankie Ruiz y siguen con Café Tacvba, para rematar con Luis Miguel. La gente dice que quiere variedad en la radio, pero nosotros sabemos que eso no es cierto’. Tanner —famoso por su buen toque para resucitar estaciones— decidió ir a ver él mismo lo que pasaba, y al terminar, le dijo a Heftel esas famosas palabras en la historia de Ferro, como él las llama, que no lo convertían en un desempleado más. ‘Cecil, te tengo buenas y malas noticias. La mala es que Pío tiene razón en todo lo que te dijo. La buena es que (en consecuencia) KLVE puede mejorar’.

En noviembre de 1994 me dieron el puesto de programador, puntualiza Pío, con una sonrisa suave. El día once, mi asistente María Nava y yo nos quedamos hasta las cuatro de la mañana buscando música, quitando y poniendo; al día siguiente estábamos muertos, no habíamos dormido nada, pero la emisora estaba sonando requete-bien. A las diez de la mañana llegó el director de mercadeo y nos preguntó hasta qué hora habíamos estado trabajando. ‘Vaya ‘, repuso, ‘entonces les tomó menos de 24 horas arruinar la emisora!’. No era el único. Por toda la emisora corrían rumores de que el señor Heftel había cometido un error al haber permitido semejante cirugía. Pero en tres meses la emisora estaba en número uno en el libro de Arbitron. Incluso había superado a la poderosa “X”, la 97.9. Y eso era casi anatema. La escapada al baño —y el regaño del septuagenario Heftel—habían valido la pena para todos los actores involucrados.

Después del huracán, el Sol

Las familias de mis padres migraron (cada una por su lado) de Cuba a Miami entre finales de los años 50 y principios de los años 60, cuenta Pío sobre sus orígenes familiares. Resultó que, en Miami, los dos muchachos eran vecinos. Mi madre me cuenta que mi bisabuela le decía: ‘Mira, a mí me gustaría que encontraras un muchacho bueno, como el vecino de nosotros, Pío ‘. Para beneplácito de la bisabuela, los jóvenes se enamoraron y se casaron. Tuvieron un solo hijo, Pío, que nació en los primeros días de 1973, el mismo mes en que se transmitió el famoso concierto de Elvis Presley de Hawaii vía satélite, el primero en la historia que hacía uso de esta tecnología, como para augurar el inicio de una nueva etapa en cuanto a la difusión de la música. Sin embargo, cuando era niño, a Pío le bastaban las ondas de AM para sentir entusiasmo por la radio y la música, de manera particular en una ocasión en que un huracán tocó la península. Desde chiquito me encantaba la música. Todos los sábados estábamos mi bisabuelo Joaquín y yo en la tienda de tocadiscos y bocinas, yo siempre rompiendo algo. Siempre estuve fascinado con la radio: simplemente con oprimir un botón tenías entretenimiento. ¡Y gratis! Recuerdo sobre todo que una vez tocó un huracán en Miami, y la única forma que teníamos de saber lo que estaba pasando afuera era porque teníamos un radio de pilas, porque nos habíamos quedado sin luz. Eso me dejó admirado: ¡No hay luz en ningún lado, pero la cajita ésta funciona!

Su primer acercamiento a una estación de radio, los lugares de donde surgía aquel “entretenimiento gratis”, vendría a consecuencia de un episodio poco agradable. A los 13 años contrajo mononucleosis, una enfermedad viral, que no pone la vida en peligro, pero sí muy molesta. La madre de Pío tenía que llevarlo todos los días al médico, cuya consulta estaba cerca de su trabajo en una estación de radio. A mí me fascinaba que mi mamá trabajara en una emisora; iba en cada oportunidad que tenía, después de la escuela. Cuando podía invitar a un amigo lo llevaba para que viera los equipos. Cuando me dio la “enfermedad del beso” (mononucleosis), iba todos los días con mi mamá a su trabajo, porque la oficina del médico estaba a media milla. Así, todos los días estaba metido en la estación de radio, desde la mañana hasta la hora del almuerzo. Por cierto que me hice amigo de todo el mundo.

Aquella emisora, la WXDJ 95.7 de Miami, recibía la señal por satélite. Ahí, a los 15 años, Pío daría sus primeros pasos profesionales. Como para cumplir el ritual en la carrera de todo locutor principiante, comenzó a trabajar en el horario que nadie quería; en este caso, los domingos temprano por la mañana. Me iba caminando de mi casa a la emisora; era consistente y responsable con esto. Aprendí a correr la consola muy bien y me empezaron a dar más turnos. Pero la pequeña emisora estaba teniendo problemas financieros. Comenzó entonces un malabarismo de frecuencias y estaciones, de la mano de un crecimiento profesional para Ferro. El dueño de la emisora alquiló su frecuencia, la 95.7, a la compañía de Cecil Heftel, que en ese momento era dueño de KLVE en Los Ángeles y comenzaba por esos tiempos su expansión en la industria radiofónica. De las emisoras de radio que tenía Heftel en Miami, una tenía una señal muy pobre. Yo creo que transmitían con 1000 watts desde una ciudad pequeñita que se llama Goulds, explica Pío. Heftel tenía la urgencia de acomodar a dos nuevas adquisiciones, Betty Pino y Javier Romero, en alguna frecuencia sonora. A cambio, el dueño de la WXDJ recibiría, además de la renta, una emisora pequeñita en la frecuencia 98.3, donde Pío permaneció corriendo la consola. Con el tiempo la emisora se convirtió en Radio El Sol por la iniciativa de Francisco Restrepo y Jorge López. Gracias a que era bilingüe, Pío sobrevivió al cambio. El tiempo pasó y la emisorita empezó a agarrar rating con un formato tropical: salsa, merengue. En ese momento, Miami era Dyango, Julio Iglesias y cosas así. Y Francisco Restrepo puso a Frankie Ruiz, a Los Hermanos Rosario; Juan Luis Guerra acababa de sacar Bachata Rosa, que fue como su Thriller (el disco más exitoso de Michael Jackson), y la emisora estaba subiendo en los números. Cuando el contrato se le terminó a Cecil, El Sol, que ya tenía un buen nombre, pasó a ocupar la frecuencia 95.7.

En 1991 llegó Gino “Latino” Reyes como director de programación de El Sol. Sería él quien le daría la primera oportunidad de hablar en la radio y, sin que ninguno de los dos lo supiera, de brindarle el encuentro más importante de su vida. Y no precisamente con el micrófono. Una noche de julio, en 1992, estaba de locutor en la madrugada en la WXDJ, recuerda Ferro. El locutor de la noche se había enfermado y Gino me había pedido que lo cubriera. Yo estaba muy contento de poder cubrir un turno con más audiencia, pero me esperaba una gran sorpresa. Unas horas después de entrar el aire, llamó una chica para dedicarle un tema a su ex novio. Recuerdo cómo me hizo sentir su voz, posiblemente la más preciosa que había escuchado en mi vida. Le pedí su número de teléfono, sabiendo que si estaba dedicándole un tema a su ex novio, es que andaba soltera. Nos hicimos amigos, y el 25 de agosto de 1992, mientras entraba el huracán Andrew, nos hicimos novios oficialmente. Esa chica se llama Yanet. Nos casamos en diciembre de 1993 y ha sido mi constante compañera durante más de veinte años. Conmigo ha recorrido todo el país, en las buenas y en las malas. Le debo muchísimo, es el amor de mi vida.

Por esa misma época tendría la oportunidad de dirigir su primera emisora. En determinado momento, explica, Gino decidió que ya no quería seguir como director de programación de El Sol. Russ Oasis —dueño de WXDJ junto con Alan Potamkin— que también manejaba la estación, había empleado a un señor para asesorarlo, el legendario Bill Tanner. Se pusieron a entrevistar gente para sustituir a Gino, pero (antes de elegir a alguien externo), Tanner le sugirió a Oasis que me diera a mí la oportunidad.

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