Las personas más sofisticadas que conozco, dijo en alguna ocasión Jim Henson, creador de los Muppets, son niños por dentro. Se ha dicho que todas las personas nacen con el bicho de la creatividad en su interior, y que éste se adormece con la educación formal hasta que, en algún momento, reclamamos la libertad del jardín de niños. Si hemos de hacer caso a Henson y creer la metáfora del bicho, entonces Tomás Rubio ha vuelto al kindergarten y en su interior vive El Morro, un chico irreverente, de actitud despreocupada y divertido que nació, inesperadamente, en una cabina de vidrio, mientras su creador experimentaba voces con un aparato. Esa misma ansia de exploración ha llevado a Tomás Rubio de la locución a una colección de actividades como la música, la producción de soundtracks y la televisión, sin recriminaciones por el hecho de que para muchos sea más conocido por El Morro, uno de esos raros personajes puramente ficticios que ha recibido nominaciones al Grammy.
Porque ese morro soy yo…
Cuando hablo del Morro, puntualiza Tomás con una sonrisa, recargado durante un raro descanso en el sillón de su estudio, con un póster de la película El Americano al fondo, hablo de dos, porque lo hicimos entre Pepe Garza y yo. Realmente el Morro no hubiera existido sin la participación de ambos. Era el año de 1993, Tomás acababa de regresar a su natal Guadalajara para trabajar en una nueva estación. Empecé a jugar con un aparato que había ahí, un Yamaha, y salió una voz como de un niño. Nos hizo gracia. Empecé a hablar como el niño, y como hacía mucho eco, comencé a decirle cosas a la gente que pasaba, bromas… como todo buen niño. Entonces apareció Pepe Garza y me dijo ‘¿sabes qué? eso está chido. Hay que hacer algo con eso’. Todo aquel equipo de locutores éramos como una familia. De repente surgían ideas y como éramos solteros y no teníamos un horario, le seguíamos .
Luego me dijo ‘Te acuerdas de esa carta que se pasaba en Navidad, con lo que te había traído Santa Claus… que nomás unos pinches calcetines… Por qué no hacemos Las Confesiones Navideñas del Morro?’, me dijo Pepe. Escribimos algo e hicimos siete u ocho capítulos, que fueron muy exitosos. A la gente le hizo mucha gracia en la estación la Ke Buena, 97.1 de Guadalajara. Garza, a quien considero un pilar en mi carrera, había hecho una canción que estaba sonando mucho en la radio de México y Estados Unidos, “Ese Loco Soy Yo”, que tocaba un grupo que se llama Liberación, de Monterrey. La canción era un éxito. Entonces a él se le ocurrió ‘Por qué no hacemos la canción Ese Morro Soy Yo, para decirle a la gente quién es’. Entonces compuso o mejor dicho descompuso su canción, hizo una versión, la grabamos ahí, él tocando la guitarra y yo cantando, mal cantando la parodia. Sonó en el radio y la gente no paraba de pedirla. Ya sé que todo mundo, cuando cuenta las historias de éxito, se apasiona y dice: ‘La gente llamaba y los teléfonos no paraban de sonar’. Pero lo que nos pasaba a nosotros era algo muy radical. No creo que nos vuelva a pasar en otra ocasión. Fue algo muy radical, hace énfasis Rubio, más divertido que nostálgico.
Otro niño en la cabina
Aunque la historia de El Morro propiamente está aún por escribirse, posiblemente en su génesis algo tuvo que ver el hecho de que, desde los ocho o nueve años, Tomás Rubio, hijo del locutor y líder de los trabajadores de la radio Tomás Rubio Gutiérrez, ya estaba dentro de las cabinas, aunque sin voz. Cuando era chiquito yo quería dedicarme al cine. Primero quería ser actor, luego cineasta, tenía una camarita y hacía tomas. Lo más parecido a ese medio era andar con mi papá, que era locutor. Los fines de semana me iba con él a la estación, Radio Juventud de Guadalajara. Tenía un escritorio muy grande y yo me sentaba a jugar debajo del escritorio y lo escuchaba, y de pronto me ponía a mover la boca como si fuera él, hasta que de tantas veces que lo hice, me aprendí lo que decía. Creo que ahí me di cuenta de que quería hacer esto.
No pasaría mucho tiempo para que Rubio fluyera naturalmente hacia el medio en el que se desempeñaba su padre y al que entrarían después todos sus hermanos. A los 14 años comenzó poniendo discos en Radio Éxitos de Guadalajara, una estación de música variada donde trabajaba Eduardo Quijano como programador, el primero que le abrió las puertas al todavía niño. Yo salía de la secundaria y me iba a la radio. No todos tenían esa oportunidad y me sentía muy afortunado, hasta presumido. Imagínate, yo tenía mi turno, me tocaban los horarios que nadie quería, las vacaciones de alguien, el horario de la noche, pero de cualquier manera yo lo hacía. Las consolas viejitas tenían unas perillas que cuando las hacías todas para el lado izquierdo podías escucharte a ti, pero no al aire, así todo el tiempo anunciaba canciones, por lo menos para mí, jugando, practicando para algún día poder abrir el micrófono.
Recuerdo que el nombre del programador era Eduardo Quijano. Él me abrió las puertas y me enseñó muchas cosas, pero sobre todo me dio tiempo, le dio tiempo a un chiquillo de escasos 14 años para escuchar sus historias, para guiarme. Él no sabía todo lo que estaba haciendo conmigo, pero todo ese tiempo que me dedicó fue determinante para que yo decidiera cuál iba a ser mi carrera, primero en Radio Éxitos y después en Radio Variedades, dos estaciones que estaban juntas y que hoy se llaman Radio Centro, en Guadalajara. Cada vez que había unas vacaciones era “Díganle al chiquillo ése… a Tomás”, y ahí va Tomás a cubrir las vacaciones de todos en Radio Variedades y en una estación que se llamaba Stereo Voz, de música regional mexicana. En una ponía pop, en la otra tropical y en la última mariachi .
La Ciudad de México
De estación en estación, Tomás Rubio llevó consigo el interés por aprender. No desaprovechaba oportunidad que se presentara, no sólo ante algún trabajo que otros no quisieran, sino también de profesionalizarse. Le llamaba mucho la atención leer las críticas que se encontraba sobre la locución, le preguntaba a ingenieros, se ponía a aprender el funcionamiento de una consola y buscaba libros que tuvieran que ver con la radio. Al mismo tiempo inició sus estudios de producción publicitaria y luego una extensión en la Universidad Autónoma de Guadalajara.
Esa etapa de mi vida fue muy especial, fueron las bases de lo que hago ahora. Empecé a trabajar en el radio y nunca paré. Un día me llegó la oportunidad de ir al Distrito Federal con Martín Fabián y ser parte del equipo que cambió la Súper Q a la Ke Buena, la catedral de la música tropical. La música regional mexicana no tenía entonces el impacto que tiene ahora, de hecho fuimos muy criticados, las llamadas eran pura cosa fea. Pero yo tena muchas ganas de estar en el Distrito Federal, así que me aventé ese tiro, fue una experiencia muy agradable porque había grandes personalidades por todos lados, gente de la que yo quería aprender, y tal vez no lo pude aprovechar del todo porque había mucho, pero mucho trabajo.
Sin embargo, durante un fin de semana de visita en Guadalajara, en un encuentro con su amigo Pepe Garza, platicamos y me di cuenta de que el dinero que estaba ganando no era tan bueno como estar ahí con los amigos, y me regresé al barrio, en palabras del propio Rubio. Era el año de 1993 y la decisión habría de acarrear felices consecuencias, ya que al poco tiempo de su regreso al hogar, nacería El Morro. Las instalaciones de la radio eran muy bonitas, de vidrio, y había mucho eco cuando llegué, lo primero que hice fue ir con el ingeniero de audio le decían el Paparrín –me da mucha tristeza no acordarme de su nombre–, empecé a jugar con un aparato que había ahí y salió la voz del Morro, y al poco tiempo estábamos grabando “Este morro soy yo”. Entonces Alberto “Chencho” García, una persona también muy querida que tiene mucho que ver con las cosas buenas que me han pasado, dijo, como todo un conocedor de la música, ‘¿sabes qué? esto nos puede sacar de pobres. Por qué no hacemos un disco’. En una semana ya tenía preparado el estudio, los músicos, y fuimos a hacer, o más bien a deshacer canciones, en un ratito, ¡jugando! El talento de Pepe Garza es increíble, e inmediatamente, entre amigos, hicimos las canciones y las grabamos. En la primera semana de salir a la venta, el disco había vendido mil copias sólo en la ciudad, que era muchísimo.
El Morro, siempre en la voz de Tomás Rubio, logró la hazaña de vender más de tres millones de discos y cassettes en México y Estados Unidos, además de protagonizar una radionovela llamada Morromar, parodia de Marimar, que se retransmitía en la Ke Buena de la Ciudad de México; popularizar un peculiar programa de nota roja, vista desde los ojos de un niño, ganar discos de platino e incluso merecer una nominación al Grammy en el año 20101 en la categoría de Latin Children ‘s Album, junto con Los Niños de Cuba, el Colegio de Música de Medellín y Miliki. Éste último, un payaso español de dilatada trayectoria, resultó el ganador del reconocimiento, que habría de ser muy oportuno, pues moriría al año siguiente.
Fin de la primera parte