Esta época de “sobreinformación”, afecta los elementos que hacían de la experiencia de la radio una serendipia del entretenimiento, quitándole el carácter dinámico de escuchar contenidos al azar o de aventurarnos a descubrir nuevos sonidos al cambiar de estación ciegamente.
La repetición de programas o la posibilidad de escuchar toda una temporada de podcasts en una sola sentada rompen con los esquemas tradicionales del radioescucha y pareciera que esta programación y reprogramación excesiva ha perjudicado la creatividad de los encargados de coordinar la programación.
La obsesión por “pegarle al target correcto”, o generar contenidos auditivos para aumentar el número de ventas puede llegar a distraernos de elementos creativos o de aprovechar los catálogos históricos, al vivir tan obsesionados con transmitir lo “más nuevo” o lo que “más suena” o la creación de “contenido viral” para destacar sobre las otras emisoras.
Ahora bien, no se trata de decir que la radio digital sea un mal mayor y que signifique el fin de la industria. Después de todo, la evolución de los medios de comunicación es necesaria, dado que obedece a la transformación de las sociedades.
En todo caso, se trata de equilibrar ambas posturas. No porque algo sea “viejo” tiene que erradicarse completamente, ni “lo nuevo” es una amenaza a los logros alcanzados. Si se logran combinar ambas herramientas para conformar la nueva experiencia de descubrimiento fortuitito y casi mágico que nos puede otorgar la radio, estaremos un paso adelante y sin duda tendremos una industria sana por muchos años más.
