El embajador
En 1981 John Dimitri Negroponte inició en Honduras su dilatada carrera en la diplomacia internacional. Entre sus misiones estaba ayudar a la caída del gobierno del vecino país de Nicaragua. Pero para Renán representó la oportunidad de buscar nuevos horizontes. Yo estaba en Imágenes, el programa de la Secretaría de Prensa de la presidencia de la república. Era el más joven de todos y ya tenía mucho prestigio. Me tocó viajar en el avión presidencial varias veces, conducir ceremonias desde la casa presidencial y el congreso. Me tocó también, por cierto, estrenar en 1978 los micrófonos inalámbricos durante los 400 años de la ciudad de Tegucigalpa. Un día le hice una entrevista a Dimitri Negroponte para televisión. Al terminar le dije:
—Señor embajador, a mí me gustaría conocer Estados Unidos. —¿No conoces? —me preguntó sorprendido. —No. —¿Y por qué no vas?
—Porque sacar una visa aquí es muy difícil. —No te preocupes, saca el pasaporte y me lo mandas a la embajada. Fue de esa manera que Renán obtuvo una visa por diez años, y el 20 de julio de 1982 llegó a Estados Unidos con un pequeño maletín y el corazón lleno de ilusiones.
Buscó oportunidades en la radio, pero sus primeros trabajos fueron doblando películas —sobre todo dibujos animados— en Los Ángeles, aprovechando la experiencia previa en su país natal. No me fue muy bien en el doblaje porque había mucha competencia, y en esos días Televisa se llevó todo para México. Quedaron solamente dos o tres estudios para cosas pequeñas. Así que empecé a trabajar dando clases de locución. El dueño de la escuela de locución, Carlos Alvarado, compró una radio AM mexicana que transmitía desde Mexicali, pero se oía en Orange, y le mandábamos las cintas para allá. Yo hacía los intros; los fade out de los discos los hacía bien; las identificaciones las hacía diferentes; empleaba distintas palabras; ya había hecho todo eso en Honduras. Entonces Humberto Luna —el zar de la radio, el primero que empezó a ganar millones— me oyó un día que iba conduciendo rumbo a Tijuana y le gustó mi estilo.
Humberto me localizó y me preguntó que si lo podía ver en un lugar llamado La Tormenta, donde se habían presentado desde Los Polivoces para arriba. Nos vimos y me dijo que estaba interesado en mí. Así empecé a trabajar con la mejor estación que había entonces en Los Ángeles, que era la Super Q 1020 AM. La 1020 era la número uno porque ahí estaba Humberto con un estilo diferente. Empecé a trabajar, y cuando se dieron cuenta de que sabía grabar, que podía hacer diferentes estilos, me usaron para las dos emisoras y para darle la imagen a la K Love, en FM, la estación compañera. Mi voz empezó a sonar por todo Los Ángeles.
El Cucuy es este hijo de la…
Más adelante me llevaron a Fresno a inaugurar dos estaciones de radio, una AM y una FM. Había entonces 17 emisoras en español en el Valle de San Joaquín. Nosotros llegamos y teníamos unidas la AM con la FM. Durante 24 horas, durante toda una semana, pusimos una sola canción: Viva México, con Pedro Vargas. Era una técnica de mercadeo, pero las publicaciones del lugar y las otras estaciones empezaron a criticarnos: `¡Vienen de Los Ángeles y no tienen música! ́. Y gracias a ellos, la gente nos sintonizó por pura curiosidad, y vieron que teníamos una FM con muy buen sonido. Una semana después les aparecimos con una programación de lujo. En un ratito estábamos en el número 1.
El dueño me dijo que quería un programa funny. Me pusieron en la FM con Lupita Lomelí, y me acordé de mis andadas en el Correo de la Risa, en el Reportero Fisgón, y muchos otros programas dramatizados que había hecho en Honduras. Eché mano de eso y empecé a buscar chistes y a utilizar voces, y eso pegó en el Valle de San Joaquín. Me escucharon los Liberman, y desde Fresno me llevaron a la 1480 Radio Éxitos de Santa Anna, condado de Orange, y ahí es donde nace el Cucuy.
Fue una jalisciense, Teresa González, que en ese tiempo vivía con Renán, la que lo bautizó como El Cucuy. Íbamos a la estación para recibir el turno de las cinco de la mañana, que me entregaba un locutor llamado Romualdo, el Angelito del Nuevo Amanecer. Teresa y yo íbamos peleando. Romualdo se estaba despidiendo:
—Soy el Angelito del Nuevo Amanecer y se quedan con…
—El Cucuy, es este hijo de la… —dijo Teresa.
Y yo pensé: `Qué bien. Así me voy a poner, el Cucuy de la Mañana ́. Se hizo una institución. A mi primera salida, a un evento en Santa Anna, había miles de personas que me querían conocer. Yo no podía creerlo.
El número del Cucuy fue tan bien recibido que pronto obtuvo una oferta de la Heftel Broadcasting Company, justo cuando su estación en Los Ángeles, la KSCA, se había convertido al español. Los Liberman compraron la emisora Radio Alegría para traerme a competir, ahora sí, con Humberto Luna, que era el rey, y con Pepe Barreto. A los dos les pegué porque yo tenía más velocidad y contaba los chistes más seguidito; luego les ponía música de la buena. Ahí empieza a ascender El Cucuy de una manera increíble.
Fin de la 2da. Parte
Link de la primera parte: