Landscaping
Sin mucha pista de qué camino tomar, Oswaldo empezó a realizar algunos trabajos, entre ellos el de jardinería, donde permaneció dos años. En esa actividad se sentía satisfecho y ganaba lo suficiente para estar contento. El primer contacto con la radio, aún de forma indirecta, fue en California, durante un evento para el Día de las Madres que organizó la iglesia local. Ahí asistió Carlos Ibria, un programador de La Ley 100.3 de Santa María, California. Yo pertenecía a un club de jóvenes de la iglesia, como parte del grupo de animación, al que llamaban Ministerio sociocultural, que organizaba los juegos para el grupo y contaba chistes, hacía relajo. La iglesia nos dio la tarea de darle de comer a los artistas, y recuerdo que no llegaba uno de ellos. El programador de la radio se acercó a Oswaldo y le preguntó si estaba en algún grupo musical. Éste a su vez le preguntó qué hacía un programador en una estación de radio. El joven se interesó, Ibria le dio su tarjeta y lo invitó a visitar La Ley. Yo siempre estaba haciendo imitaciones; mis tías iban a la casa y cuando se iban las imitaba, y mi mamá se reía. Todo mundo me decía que debería entrar a la radio.
Un día que no tuvo trabajo llamó a Ibria y se dirigió a la estación, que estaba a cinco minutos de su casa, aunque, al entrar, su primera impresión fue decepcionante. Yo me imaginaba la radio como que veías luces, recuerda Oswaldo, que esperaba ver algo complejo y futurista. Y vi que era nada más una cabina con un micrófono y una consola, y una locutora hablando. Pensé: `Es como muy estúpido: le hablas al micrófono y nada más. Mi contacto daba noticias locales para Telemundo, y se me hacía muy interesante como metía los comerciales”.
Fue justamente mientras su amigo tomaba un descanso de grabar comerciales cuando Oswaldo se sentó al micrófono para ayudar, mientras aquél escuchaba desde afuera. Algunas de las voces que he hecho son la del Perro Bermúdez y de La India María. Él se salió para que no me diera pena, entonces yo quise grabar un comercial así como la India, y regresó y me dijo sorprendido: `¿Tú hiciste esa voz? ¿Que otras voces haces? ́. Entonces empecé a hacer la de la India María, la del Perro Bermúdez, y él estaba risa y risa. Y me dijo: `Vente a trabajar aquí al show de la mañana, y le haces como el Perro y también haces Deportes. Pero yo estaba de lleno en mi trabajo de landscaping. Me estaba yendo bien, tenía dinero en el banco y le ayudaba a mis papás. Era mi cultura: salir de la escuela y ponerse a trabajar. Mientras miles de personas piden una oportunidad para estar en la radio, yo dije que no.
“Yo soy todos”
Al final, la insistencia de quedarse pudo más. Oswaldo puso un poco de su parte. Para poder conseguir un trabajo de tiempo completo grabó un demo y lo presentó diciendo que había sido locutor de Pulsar en Guadalajara. Una vez contratado, se puso a practicar a la media noche, a grabar comerciales y sobre todo a dar vida a sus personajes, que entonces ya existían, especialmente la Chokolata, para cubrir la sección de Espectáculos. Yo no le decía a nadie que estaba en la radio, ni les decía que hacía comerciales. La gente me preguntaba que si yo era el que hacía la voz de un gay en la radio. Cuando se corrió la noticia, la gente empezó a decir: `¡El Dunga está en la radio!, que era el apodo que tenía entonces Oswaldo, en honor del capitán de la selección brasileña que ganó, ese mismo año, el Mundial de Futbol en los Estados Unidos.
Después de trabajar un tiempo con una compañera en cabina, me dejaron solo y empecé a hacer el show. Y la gente iba a la radio y me decía “Tú vas a ser un cabrón, tú vas a llegar a ser grande”. La verdad yo no era muy ambicioso; con que sacara para comer estaba bien, ésa era mi idea. Firmé un contrato por 16 mil dólares al año con Entravision. Había mucho movimiento (cambios de personal) y pensé que iba a quedarme sin trabajo. Iba y les grababa cosas, hacía capsulas, cositas así, porque en verdad me empezó a gustar, pues era algo fácil, en comparación con la jardinería. Así me pasé tres meses”.
Todavía sin estar muy seguro de su lugar ni de su futuro en la estación, viendo cómo se marchaban las mismas personas que lo habían invitado y cobijado, incluso ante preguntas del mismo personal de si quería mejor regresarse a Santa María, un día por fin las cosas cambiaron: le pidieron que preparara un demo para un programa donde pudiera ocuparse; él decidió hacer algo sencillo, sin demasiados efectos de sonido, como veía que los demás lo hacían. El mismo Oswaldo, con su capacidad de imitar distintos personajes, proveería los efectos de sonido. Cuando les mostró el demo, parecía un diálogo donde hablaban varias personas a la vez, con un aire cómico.
—Muchachos, me llamó el jefe y vamos a tener que hacer un programa. ¿Como qué piensa usted, Choko?
—No, pues yo creo que está muy bien, cuenta conmigo para lo que necesites, para lo que sea.
—¿Cómo ves, brody?
—Ah, pues sí, Braulio. Y usted, señorita?
—Pues vamos a echarle ganas.
Y después, cuando ya lo había entregado y vuelto a su casa, sonó el teléfono de Oswaldo.
—Oye, escuché el demo. ¿Quiénes son las personas con las que hiciste esto?
—Pues soy yo.
—¿Tú eres todos?
—Yo soy todos.
—¿Ah, sí?
—Sí. (Silencio)
—¿Estás aquí en la radio?
—No, ya me fui.
—¿Puedes venir ahorita?
Y me regresé, recuerda Oswaldo. Y me dijo que estaba muy chido, que había que crear los personajes y lanzar el programa. Al principio se llamaba Ya párate, porque yo escuchaba mucho tiempo antes un programa que así se llamaba. Rompieron el contrato anterior y firmé uno nuevo, por más del triple. Y luego salieron números muy buenos; había naturalidad en el show, era muy fluido. A los seis meses han de haber pensado `No se vaya a ir éste ́, y me volvieron a renovar el contrato. “El Show de Erazno y la Chokolata generó una abrumadora reacción del público”, comentó recientemente José Villafane de Entravision, que recibió con gusto su original combinación de noticias con segmentos de cultura popular, humor e interés humano.
Fin de la 2da parte
Link a la 1era parte
http://radionotas.com/oswaldo-diaz%E2%80%A8erazno-la-chokolata-y-muchos-mas/