En agosto de 1975 tuve la oportunidad de presentar mi primer programa de radio. Lo grabé en mi casa, con unos equipos caseros y sin haber visitado nunca antes una emisora. Y aún recuerdo con emoción esa primera sensación de escucharse al aire, una mezcla de orgullo y vergüenza.
Hoy, más de 40 años después, aún sigo trabajando en radio, y aunque he ocupado cargos que van desde director de emisora hasta gerente general y consultor, nada se compara con estar al frente de una consola, abrir el micrófono, poner música y conversar con los oyentes.
¿Cuál es la magia?
No lo sé. Supongo que quienes hacemos radio somos una clase aparte. Hay algo dentro de nosotros que nos llena de satisfacción cuando estamos al aire, cuando nuestro turno o programa sale tal y como lo habíamos planeado.
¿Y por qué me gusta trabajar en radio?
- Poner música.
Si uno trabaja en una emisora musical, tiene el poder de presentar canciones que son éxitos y todo el mundo conoce. Saber que uno le alegra la vida al oyente con sus canciones favoritas no tiene precio.
Además, me van a pagar no solo por poner música sino que muchas de esas canciones seguramente serán mis favoritas. Claro, no siempre los sueldos son los mejores, pero el trabajo es tan entretenido que vale la pena el sacrificio.
- Alegrarles el día a los oyentes.
Saber que uno les está haciendo feliz el día a los oyentes es la mejor recompensa que uno puede tener. No vemos sus caras. No sabemos quiénes son. No sabemos qué están haciendo, pero es posible que sus vidas sean más llevaderas gracias a la compañía que les brindamos.
- Conocer a los artistas que admiramos.
Esta es, tal vez, una de las más grandes satisfacciones. Mientras que la gente del común paga por ir a un concierto o se desvive por ganarse un concurso para un ‘meet & greet’, a nosotros nos ruegan para que les abramos los micrófonos a esos artistas.
Los recibimos, hablamos con ellos y muchas veces nos volvemos amigos. Nos tomamos fotos, tenemos sus autógrafos y a menudo nos invitan a sus presentaciones.
Y lo mejor: muchas veces, cuando los estamos entrevistando; cuando los tenemos cara a cara en la emisora, cantan a nuestro lado. ¡Eso no tiene precio!
- Mostrar nuestra personalidad.
La radio nos permite mostrar dos facetas de nuestra personalidad: la verdadera, la que nos identifica ante amigos, familiares y conocidos, o la que actuamos, la que quisiéramos ser.
Sí, es que hay locutores que son tímidos en persona pero muy extrovertidos cuando se sientan frente a un micrófono. A otros no les gusta la música que tienen que poner, pero la presentan de tal forma que el oyente queda convencido de que comparten los mismos gustos.
Ese juego genera satisfacción. Esa ‘doble vida’ es parte del oficio.
- Jugar con la tecnología.
Cada vez más, las emisoras se van volviendo más sofisticadas en cuanto a las herramientas que hay que manejar. Los softwares de emisión tienen opciones que nunca hubiéramos imaginado quienes venimos de la radio analógica.
Las consolas ofrecen más opciones de conexión. Los softwares de edición musical nos permiten hacer mezclas, añadir sonidos y poner efectos para enriquecer la producción. Es un juego divertido en el que podemos pasar horas sin darnos cuenta.
Las transmisiones remotas se hacen por internet y la comunicación con los oyentes se hace a través de las redes sociales.
En pocas palabras, estamos conectados todo el tiempo y, a diferencia de la gente común que pierde su tiempo en Whatsapp, Twitter, Facebook e Instagram, eso hace parte de nuestro trabajo… ¡y nos pagan por ello!
- Conocer otras leyendas de la radio.
Dos de mis voces favoritas de la radio cuando no trabajaba en ella eran las de Otto Greiffenstein y Armando Plata Camacho. Sin conocerlos personalmente, siempre quise seguir sus pasos y copiar su estilo.
En 1989 llegué a Caracol y no solo recibí de manos de Armando Plata la dirección de Radioactiva, sino que tuve la oportunidad de ver en acción y trabajar al lado del genial Otto Greiffenstein.
Pero lo mejor es haber contado con la invaluable amistad de estos legendarios personajes.
Otras de mis grandes influencias en radio musical fueron dos disc-jockeys estadounidenses: Cox on the Radio, de Miami, y Scott Shannon, de Nueva York. En un viaje a ese país tuve la oportunidad de conocerlos, de hablar con ellos e intercambiar ideas y conocimientos.
- Aprender de música.
Lo ideal es trabajar en una emisora que toque la música que a uno le gusta. Sin embargo, no siempre existe esa posibilidad. De pronto nos toca comenzar a trabajar en una emisora que pone música que no nos gusta, y lo hacemos mientras se presenta la oportunidad de llegar a otra que sí nos llena.
Igual, con el paso del tiempo, y estando metidos de lleno en el mundo de la radio, comenzamos a empaparnos de otros géneros. Compartimos ideas y gustos con nuestros colegas y, al final, terminamos amando otros géneros musicales que no teníamos en mente.
Pero, sobre todo, al tener que preparar lo que vamos a presentar; al tener que entrevistar a diferentes artistas; al tener que compartir noticias y novedades musicales, terminamos enriqueciendo nuestro conocimiento de música, lo que también nos enriquece de manera espiritual y cultural.
- Hacerse amigo de promotores de discos y eventos.
Son ellos quienes vienen, nos cuentan lo que pasa en el mercado. Nos traen información de artistas y de futuros conciertos. Algunas veces nos traen obsequios (camisetas, vasos, afiches, suvenires, memorabilia, etc.), e incluso invitaciones a conciertos y entrevistas con las estrellas.
Y también, no podemos negarlo, son nuestra primera fuente de información de lo que pasa en las emisoras de la competencia. Nos divertimos averiguando chismes, muchos de ellos falsos, pero todo hace parte de la diversión.
- Ser reconocidos por el público.
Todos quienes trabajamos en radio, en el fondo, queremos ser reconocidos. Claro, no hay nada más triste que ver la cara de desconsuelo de alguien cuando nos dice, “¿usted es el de la radio? Me lo imaginaba muy diferente…”
Bueno, son gajes del oficio, pero no nos digamos mentiras: cuando vamos a un remoto, cuando presentamos un evento, cuando llegamos a una activación de marca con gorras, calcomanías y pequeños obsequios nos sentimos importantes.
Y una de las mejores sensaciones es cuando los mismos oyentes nos dicen que les encanta la emisora y que no se pierden de nada de lo que hacemos y decimos. Nos conocen a la perfección y son capaces de recitar de memoria algunas frases que, muchas veces, repetimos son darnos cuenta.
- Encontrar el amor de la vida.
Bueno, de pronto es solo por una ratico; tal vez sean solo buenas amistades; pero en mi caso, y seguramente en el de muchos de mis colegas, la radio me dio la magnífica oportunidad de conocer a mi esposa, con quien llevo más de 36 años de casado.
La radio ya había allanado el camino. Seguramente ella me conocía perfectamente luego de oírme hablar por la radio. Seguramente la música que yo ponía ayudó a que nos entendiéramos desde el primer minuto.
Y si usted no ha encontrado el amor de su vida en la radio, no hay problema. Afuera hay muchas opciones, pero le aseguro que trabajando en radio se va a divertir de lo lindo, y conocerá gente que se identifique con usted y con quien pueda compartir muchos momentos felices.
Conclusión
La radio es un mundo aparte. Tenemos en nuestras manos un poder muy grande, que debemos manejar con responsabilidad. Pero ese poder nos puede traer muchas satisfacciones personales y profesionales. Por eso debemos cuidarlo, debemos respetarlo y debemos trabajar para ser cada día mejores.