Cada profesión tiene sus más y sus menos, y la radio no puede ser la excepción. ¿Qué pasa en el estudio cuando nadie nos ve?
Es cierto: trabajar en radio es entretenido. Es muy común escucharnos decir la frase “nos pagan por divertirnos”. Además, es una gran opción para quienes no somos fuertes en matemáticas.
Pero no piensen que el trabajo es totalmente fácil. Aunque no lo crean, quienes salimos al aire podemos enfrentar toda clase de problemas y dificultades, inimaginadas por el común de la gente.
Por esta razón, en mi artículo de hoy les revelaré 11 secretos que un disc-jockey de radio nunca se atreve a contar:
- Nuestro trabajo consiste en mucho más que darle ‘play’ a un botón
Un estudio típico de radio tiene una gran variedad de equipos complejos de audio, sonido, computadoras y otras formas de automatización que nos ayudan a hacer nuestro trabajo.
Y, por supuesto, hay que estar muy concentrado en el trabajo porque…
- Cada rato hay cosas que salen mal
Una cabina de radio es como un campo minado. Incluso cuando no estamos lidiando con dificultades técnicas, es fácil embarrarla al decir algo equivocado o perder el hilo de nuestros pensamientos. Incluso, muchas veces terminamos improvisando al aire porque una canción no quiso sonar.
Aunque no lo crean, siempre hay estrés.
- Y nuestro software de radio nos vuelve locos a cada rato
Los diferentes softwares de emisión de radio son buenos cuando funcionan, ya que nos ayudan a controlar los programas, nos permiten tener la música preparada y nos ayudan a manejar los tiempos.
Pero todos los que han usado una computadora saben que en cualquier momento se puede bloquear, o le da por instalar 493 actualizaciones en el momento preciso.
Por ejemplo, cuando estás entrevistando a una estrella de música…
- Los ‘baches’ o espacios en silencio son nuestra peor pesadilla.
Si no regresamos del baño a tiempo puede suceder lo peor: un bache. Aunque la emisora está automatizada, en algunos momentos hay pausas, y si no estamos atentos, los oyentes no escucharán absolutamente nada, como si se hubiera apagado el radio.
Esta es la forma más efectiva de perder a todos tus oyentes.
- A todos se nos ha salido una mala palabra al aire en algún momento
Alguna vez escuché a un locutor decir al aire: “No sé qué le pasa a esta cagada máquina… ¡Mierda!, dije ‘cagada’… ¡Puta!, dije ‘mierda’…”
No importa cuánto lo intentemos, es complicado no dejar escapar una palabrota cuando pensamos que nuestro micrófono está apagado o cuando algo sale mal. Y lo peor es que podemos recibir una sanción cuando lo hagamos.
- Nuestros micrófonos son una fuente inagotable de bacterias
Es incluso peor si tenemos que compartir uno con otro locutor que se frota la cara con él o que deja trozos de saliva y sándwich en la mallita protectora.
Y ni hablar de nuestros colegas fumadores…
- Estamos realmente hartos de ese viejo chiste de «te imaginaba diferente«
Sí, lo admitimos: somos presentadores de radio porque somos demasiado feos para estar en la televisión. Excepto que ese no es necesariamente el caso en estos días; usualmente tenemos cámaras web para que los oyentes en línea puedan vernos escupiéndole a un micrófono durante horas.
O sacándonos los mocos, o rascándonos las partes íntimas…
- Manejar los tiempos de radio es, a) importante, y b) muy complicado.
Incluso al usar un software de emisión es fácil juzgar mal las cosas. Si uno habla demasiado tiempo, pasa demasiados jingles o se detiene a toser demasiadas veces, uno puede pasarse del tiempo establecido.
Lo más importante es pasar a tiempo los comerciales. Y si son clientes pequeños, peor: hacen un gran esfuerzo para escuchar su cuña a una hora determinada, y si no suena habrá caos.
- No siempre nos gustan (ni controlamos) la música que ponemos
A menos que presente un programa especial, la música que uno toca generalmente está seleccionada por el programador. Ocasionalmente podemos modificar la lista un poco, pero en general tenemos que aguantar escuchar las mismas canciones una y otra vez.
Por eso es que muchos de los disc-jockeys de radio terminamos odiando a Luis Fonsi…
- Así que, por favor, deje de traernos sus discos promocionales
«Oh, eres un disc-jockey de radio. Qué bueno, amigo. A propósito: aquí está nuestro nuevo EP, ‘Los calzoncillos de Hitler’. ¿Podrías pasarme alguna de las canciones en tu turno?»
No. No puedo. Tengo que seguir la programación. Si no lo hago me pueden despedir.
- Tampoco te daremos un «saludito».
Los amigos, la familia, las noviecitas de Tinder, e incluso gente que no conocemos, nos piden constantemente que les demos un saludo al aire. ¿Qué tiene de especial que te mencionen en una emisora? ¿Vas a ganar más plata o vas a conseguir novia con eso?
Conclusión
Ahora que usted conoce un poco más de nuestro día a día en una cabina de radio, probablemente sea más considerado con nuestro trabajo.
O lo que es mejor, de pronto hasta quisiera aventurarse a dejar sus labores de contador público y unirse a nuestra glamurosa vida…
En una próxima edición le contaré otros secretos. De hecho, espero que mis colegas me colaboren exponiendo los suyos con la promesa de que publicaré los mejores bajo estricta confidencialidad.