– Comadre, mi marido tiene el síndrome del pez.
– ¿Por qué?
– Porque cuando estoy en la cama, nada y nada.
– Doctor, el pelo se me está cayendo, ¿me puede dar algo para conservarlo?
– Sí, claro, aquí tiene una caja de zapatos.
– Papá, ¿puedes hacerme la tarea de matemáticas?
– No hijo, no estaría bien.
– Bueno, por lo menos inténtalo hacer.
– ¡Mamá, mamá, trae un curita!
– ¿Por qué, hijo?
– Se cortó el teléfono.
– Papá, papá, hoy salvé a la maestra de una broma que le iban a hacer unos niños.
– Ah, ¿sí? ¿cómo?
– Ellos le habían puesto tachuelas en la silla, y cuando se iba a sentar yo jalé la silla.