“Nunca pierdas humildad, entrégate a la gente…no a la de arriba”, el mejor consejo que me han dado: Amalia González

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“Cuando puedan mis noches hablarte, y logren decirte lo que eres en mí, ¡qué de cosas irán a contarte!”

La conocida letra de este epígrafe la escribió Teddy Fregoso a mediados del siglo pasado, cuando ya era un reconocido compositor que se codeaba con gente de la talla de Agustín Lara, Jorge Negrete y Pedro Vargas. Javier Solís y Plácido Domingo se contarían entre quienes cantarían su sencillo pero efectivo poema. Pero cuando sus noches hablaban a sus locutores —años más tarde se convertiría en pionero de la radio en español en Estados Unidos—, su corazón no abrigaba sentimientos tan tiernos. “Trabajar con el señor Fregoso era muy difícil para todos los locutores que colaboraban con él, a quienes él hizo súper estrellas: Humberto Luna, Jaime Jarrín, María Elena Salinas, Pepe Barreto y Pepe Reyes”, comenta Amalia González, a quien el poeta apadrinó y acogió en su estación de radio cuando ella acababa de terminar sus estudios de comunicación. Era un señor muy estricto, muy fuerte, muy regañón, alguien muy profesional que sabía lo que quería; un látigo fuerte que nos enseñaba.

Qué de cosas les diría el gran pionero de la radiodifusión, que en 1972, junto con los hermanos Liberman, había empezado una nueva era de la radio norteamericana transmitiendo desde Tijuana. En una ocasión cometí un error, recuerda Amalia, y me regañó muy fuerte. Yo le dije: `Teddy, sé que estoy verde y que me falta mucho, y quiero aprender. Pero no me gusta que me regañen, porque ni mi papá me grita, así que mejor me voy’. Y me fui a mi oficina y me puse a llorar, porque apenas estaba empezando en aquel trabajo, y ahora me tendría que ir. Estuve trabajando dos días con la puerta cerrada. Al tercero fue y me tocó la puerta.

“Muchacha —le dijo Fregoso—, estás muy verde… y muy tonta. ¿A quién se le ocurre irse en el momento que le están dando la oportunidad de hacer algo en la radio? Mira, hay un programa de una hora los domingos; está libre. No tengo a nadie. Ese programa te lo tengo a ti. Quédate”.

Le dije que si quería que me quedara, continúa Amalia, mi primera condición sería que nunca me volviera a gritar delante del personal. Que si quería, me gritara en su oficina, pero nunca delante de la gente. Sorprendentemente, el gran compositor, publicista y empresario de la radio aceptó. Le dijo que nunca se equivocaba cuando creía que alguien tenía talento, y que en ella lo veía. En ese momento, Amalia supo que quien había escrito “Sabrás que te quiero”, podía, de verdad, mostrar los más grandes sentimientos cuando veía a una promesa.

Tepatitlán

Amalia González nació en Tepatitlán, Jalisco; un pueblito de lo más bonito que he visto, observa con orgullo. Sus padres eran ambos del estado de Jalisco. La niña vivió en su sencillo pueblo hasta la edad de seis años, cuando se trasladó a vivir cerca de la frontera norte. Mi papá siempre trabajó en Estados Unidos. Era de las personas que recibían permisos especiales e iba a trabajar a la construcción y en todas esas cosas que él podía. Mi mamá siempre fue ama de casa. Ella nos cuidaba, al igual que mi abuela y mis tías en Tepatitlán. Recuerdo las pilitas, el kiosco a donde mis tías me llevaban a caminar, seguramente porque andaban buscando novio; los elotes asados, las tortillas de harina que nos encantaban, las llegadas de mi papá que cada seis meses venía a visitarnos y a mi mamá que se embarazaba con otro bebé. Así fue mi vida, hasta que un día mi padre decidió que nos quería más cerca, en la frontera, para vernos más seguido. Poco a poquito comenzó a llevarse a mis hermanos. Viajamos en tren. Recuerdo muy clarito el desierto de Sonora, aunque era muy niña.

Mi hermana Lupita, que fue como mi segunda madre, me llevó en varias ocasiones a Estados Unidos. Cuando vio que me gustaba el país y que había hecho amistades, me dijo que ya debería de irme a vivir con ella. Le dije que sí y a los 13 años ya estaba en mi nuevo hogar. Yo quería irme con ella porque tenía muchas ambiciones, quería estar con los artistas; le dije que no quería ser actriz; que lo que quería era estar con la gente, hablarle al pueblo, a toda esa gente trabajadora. Quería ser parte de algo grande, algo bonito, de dejar huella. Lupita me miró como si estuviera chiflada y me dijo que tenía que empezar aprendiendo inglés.

Alfombras rojas

Fui a la escuela. Me gustaba el modelaje y tomé un curso porque creí que era el momento de hacer algo. Me metí a un club de prensa que había en Los Ángeles, me hicieron secretaria y me empecé a relacionar con periodistas y gente del medio. Había una señora, Ivonne Lynen, que escribía para periódicos y revistas internacionales, y como yo había estudiado fotografía, me llevaba con ella. Fui a los Golden Globe Awards cuando tenía 16 años; me llevó a los Oscares, me tomé una foto con Clint Eastwood, estaba encantada. Ahí empezó a interesarme el glamour; los artistas me trataban muy bien y les parecía que una muchacha tan joven y según ellos bonita debería ser modelo. Estuve un tiempo en el Los Angeles City College. En alguna ocasión alguien me preguntó si nunca había pensado tener un programa de radio. Le dije que sí, pero también que yo creía que las personas se hacían yendo a la escuela. Me habló de una escuela de radiodifusión en Hollywood, la Don Martin School of Broadcasting, donde estudié radio y televisión por dos años. Había maestros y oradores muy buenos, como Rick Dees, Casey Kasem y otros famosos que iban una vez al mes.

Cuando terminé, me dieron una carta de recomendación y me advirtieron que si quería trabajar en la radio, iba a tener que empezar en un lugar pequeño, algún pueblito de Texas o quizás Fresno. Yo tenía miedo, era muy difícil pensar que sola podía hacer algo. Dios me puso en el camino al señor Teddy Fregoso. Teddy fue torero, compositor de “Sabrás que te quiero” y “Porque eres así”, vino a Estados Unidos y cambió de carrera: de torero a publicista; fue uno de los iniciadores de la radio en español en Los Ángeles, trabajó en la KWKW, fue gerente y compró sus estaciones de radio, explica González. Fregoso, nacido en Degollado, Jalisco, a unos 100 kilómetros del pueblo de Amanda, comenzó como gerente de Radio Express en 1975, llamada después La Gigante Musical, en el 1090 AM, una estación mexicana que transmitía desde Rosarito, Baja California. En una ocasión, cuando Amalia fue a grabar unos anuncios de radio en la estación dirigida por Fregoso, éste le preguntó a qué se dedicaba. Le dije que había estudiado radio y televisión, que me acababa de graduar hacía dos meses y que buscaba una oportunidad en la radio. Me invitó a ver las instalaciones, a hacer algunos anuncios y me pidió que le llamara todos los días para ver que había; por supuesto, sin recibir pago alguno; iba a ser una especie de interna.

No comencé directamente al aire, señala Amalia. Todos los días le llamaba al señor Fregoso a las ocho de la mañana y le preguntaba si tenía algo para mí, y por lo general me pasaba uno o dos anuncios de supermercados. Yo iba, los grababa, pero me quedaba a ver trabajar a los locutores. Un buen día me ofrecieron trabajo permanente. El señor José Molina, que era el gerente de ventas, me dijo que él me entrenaría hasta que aprendiera a poner en orden los anuncios para la radio. Fue muy buen maestro. Los primeros dos años hacía los comerciales de las estaciones. Claro, muchas veces cometí errores y me jalaron las orejas. Por fin, después del pequeño altercado entre Fregoso e interna, éste le pidió quedarse, le ofreció un programa los domingos en Radio Express y, por si fuera poco, 200 dólares más de paga.

“¡Vete a chingar paleta!”

Amalia pronto hizo amistad con la señora Carmen González de la Vega, que estaba casada con Nono Arsu, un actor chileno que protagonizó más de 15 películas —notablemente “Mojado Power” en 1981— y cuyo nombre real era Aron Sussley. La señora de la Vega tenía el programa de las nueve de la mañana al mediodía, y se convirtió en una especie de mentora. “Mi amor”, le decía a Amalia, tú eres una muchacha muy buena, muy talentosa, muy respetada, te he estado oyendo en el programa de los domingos y lo haces bien. Te falta mucho aún, se te oye muy nerviosa. Cálmate. Haz lo mejor que puedas al aire, porque tienes talento y un día te va a ir bien, pero te voy a dar un consejo: nunca pierdas la humildad; entrégate a la gente, pero no a la de arriba. Piensa en la gente trabajadora, en los jardineros, en toda esa gente que tiene un buen corazón”. La tragedia terminó pronto con aquella amistad, pues en 1980 Carmen sufrió un derrame y falleció. El día en que ella murió, recuerda Amalia, quien la había estado supliendo al aire, Teddy Fregoso me dijo: `Amalia, sé que todos estamos dolidos con la muerte de Carmencita, pero este es el show business, y como dicen los americanos: The show must go on.

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