Los que trabajamos en radio también merecemos unas buenas vacaciones

Cuando nuestro cuerpo nos pide vacaciones, las señales saltan a la vista: nos cuesta trabajo encontrar temas, se nos dificulta sorprender al oyente, nos da trabajo no irritarnos al aire. Por eso, salir de vacaciones no es un lujo, es parte del trabajo.

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Todos nos merecemos unas buenas vacaciones y desconectarnos del trabajo, así sea por unos días.

Trabajar en radio no es como trabajar en cualquier otra parte. La emisora no se apaga, la música no se detiene, las noticias no esperan y los oyentes siguen ahí, incluso el 24 o el 31 de diciembre.

Por eso, para muchos de quienes trabajamos en radio, hablar de vacaciones suena casi a pecado. Aparecen las preguntas de siempre: “¿y quién queda al frente?”, “¿qué pasa si algo sale mal?”, “mejor me llevo el computador por si acaso…”. Parece que descansar fuera una infidelidad al oficio, como si alejarse unos días de la cabina fuera dejar tirados a los oyentes.

Sin embargo, el descanso no solo es un derecho; en un oficio creativo, emocional y exigente como el nuestro, es una necesidad absoluta. Quien vive conectado a una emisora sabe que el cuerpo aguanta más de lo que la cabeza resiste.

Cuando nuestro cuerpo nos pide vacaciones, las señales saltan a la vista: nos cuesta trabajo encontrar temas, se nos dificulta sorprender al oyente, nos da trabajo no irritarnos al aire.

Por eso, salir de vacaciones no es un lujo, es parte del trabajo. La diferencia está en cómo nos vamos y cómo regresamos.

Las vacaciones empiezan mucho antes de hacer la maleta.

Lo mismo que con un buen programa de radio o un buen turno al aire, un buen descanso se construye con planeación, no con improvisación. Para un director o programador, eso significa dejar claras las tareas de los que se quedan y la programación musical lista y revisada para las semanas de ausencia.

«Cómo pedir permiso en la emisora luego de haber comprado el tiquete»

Toca definir quién tomará decisiones y hasta dónde puede hacerlo, revisar parrillas, especiales, promociones y campañas comerciales ya comprometidas, y anticipar fechas sensibles como fin de año, cambios de programación, informes o cierres.

Para un talento al aire, implica grabar lo que haga falta, dejar listas sus participaciones especiales de Navidad o Año Nuevo, acordar con quién lo reemplaza y cuál será el tono del programa.

Aprenda a delegar

Hay una regla sencilla que sirve como termómetro: si todo depende de usted, entonces usted no está listo para irse de vacaciones. Una radio profesional debe poder funcionar sin una persona durante algunos días. Si no puede, el problema no son las vacaciones, sino que usted no ha aprendido a delegar.

En radio, es común escuchar la frase “nadie saber hacer las cosas como yo”. Y es posible que sea verdad. Pero la meta no es que lo hagan igual, sino que lo hagan bien.

Delegar no es desentenderse de sus responsabilidades y desaparecer. Delegar es aprender a confiar, es dejar instrucciones simples y claras por escrito, explicar criterios y no solo tareas, marcar qué asuntos realmente ameritan una llamada y cuáles pueden esperar, y presentar al equipo como responsable durante la ausencia.

Cuando se delega bien, no solo se gana descanso: se fortalece al equipo, aparecen liderazgos que normalmente no se ven y la emisora demuestra que no depende de una sola persona.

Cómo desconectarse

El otro gran reto es poner límites reales. Las vacaciones no son teletrabajo desde la playa. Hoy llevamos la emisora metida en el bolsillo: WhatsApp, streaming, redes sociales, grupos internos, correos. La tentación de “solo voy a dar una miradita a ver qué está pasando” es enorme.

Por eso conviene avisar con anticipación que se estará fuera, explicar en qué casos pueden contactarlo, silenciar grupos de trabajo, dejar una respuesta automática en el correo y, sobre todo, resistir la curiosidad de entrar solo a ver “cómo va la audiencia” o “qué están publicando”.

La pregunta clave es sencilla: ¿esto que voy a responder ahora mismo realmente no puede esperar? En la mayoría de los casos, la respuesta honesta es que sí puede.

El sentimiento de culpa

Detrás de esa necesidad de estar pendiente hay algo más profundo: la culpa. La culpa parece un rasgo profesional de quienes trabajamos en radio. Si no estamos al aire, si no estamos en cabina, si no estamos monitoreando, sentimos que estamos fallando.

Un buen ejercicio mental es cambiar el chip: no me estoy yendo, estoy invirtiendo en sentirme mejor cuando regrese.

Pero hay verdades incómodas que conviene recordar: nadie es indispensable, por bueno que sea; descansar lo hará volver más creativo, más paciente y más enfocado; la emisora también necesita demostrar que tiene equipo, no solo figuras; y usted no le debe su vida a la radio. La radio es parte de su vida, puede ser su gran pasión, pero no es toda su vida.

Un buen ejercicio mental es cambiar el chip: no me estoy yendo, estoy invirtiendo en sentirme mejor cuando regrese.

Desconectarse de verdad implica algo más que estar físicamente lejos de la cabina. Es cambiar el ritmo y el rol al que estamos acostumbrados. Es salirnos de las rutinas de radio: no vivir pendientes del horario, del boletín, del corte, de las tendencias en redes. Hacer cosas que no tengan nada que ver con micrófonos: caminar, leer, nadar, manejar, dormir, bailar, rumbear y hasta conversar sin prisa.

¿Podemos traer ideas nuevas a nuestro regreso?

Hay una realidad que todos los que trabajamos en radio conocemos: uno puede apagar el WhatsApp del trabajo, pero no puede apagar las emisoras que suenan en el taxi, en el hotel o en el carro. La radio nos persigue, y nosotros la buscamos.

Pero la clave no es dejar de oír radio, sino cambiar el modo “hombre de radio” por el modo “oyente curioso”.

En vacaciones, la invitación es simple: escuchar como oyente, no como jefe. Dejar de lado frases como “eso yo lo haría mejor”, “en mi emisora eso no pasaría”, “qué horror esa cuña” y cambiar ese filtro por preguntas mucho más simples: ¿me entretiene?, ¿me dan ganas de quedarme?, ¿me hace compañía?

Probablemente, ese cambio de chip me permitirá reconectarme con la radio desde su esencia: la experiencia del oyente.

En lugar de buscar errores técnicos o de burlarse de los locutores o incluso de la programación de esas emisoras que encuentro en mi lugar de vacaciones, vale más fijarse en sensaciones.

Preguntarse: ¿esta emisora me hace sentir acompañado?, ¿me transmite energía, calma, humor, nostalgia?, ¿la dejaría sonando de fondo todo el día?

De ahí es que podrían aparecer pistas valiosas para cuando regrese al trabajo: la radio no se trata solo de hacerlo “bien” en sentido técnico, sino de hacer sentir algo.

Escuchar sin estrés también abre la puerta a observar detalles simples que nos puedan servir de inspiración sin tomar notas formales, solo guardando ideas en la cabeza: una frase simpática de un locutor, un saludo creativo, una manera distinta de dar la hora, un jingle que se queda pegado o una forma cercana de hablarle al oyente.

No para copiar o hacer lo mismo, sino para preguntarse: ¿cómo se vería algo así en mi emisora?, ¿cómo sonaría eso con nuestra identidad?

Así es como las vacaciones se vuelven como una especie de laboratorio suave: no se trabaja, pero se alimenta la imaginación.

Si además se viaja, escuchar emisoras locales del lugar que se visita es oro puro. Ahí se nota cómo hablan: el acento, el ritmo, las palabras. Qué música suena, qué temas locales entran al aire, qué tan cercana se siente la emisora con su gente.

Para un director o programador, eso es casi trabajo de campo, pero sin la presión del jefe o del día a día: es poder ver cómo la radio se adapta a cada cultura, cómo se integra a la vida cotidiana de un barrio, un pueblo o una ciudad. Muchas veces, una sola tarde de radio local dice más sobre la gente que cualquier estudio.

Las vacaciones también son un buen momento para mirar más allá de la radio tradicional. Un experto sugeriría escuchar uno o dos podcasts distintos al formato habitual, simplemente por curiosidad. Observar cómo presentan historias, cómo usan los silencios, cómo enganchan desde el inicio.

O explorar playlists en plataformas de streaming: cómo agrupan canciones, qué nombres usan, qué estados de ánimo proponen. De ahí pueden surgir ideas para especiales, cápsulas, nuevos enfoques de programación o pequeños cambios de tono que refrescan la emisora sin transformarla por completo.

Hay una pregunta que vale la pena hacerse cuando uno está, no como hombre de radio, sino en los zapatos del oyente: ¿Yo escucharía esto en vacaciones? ¿Dejaría sonar esa emisora mientras manejo, descanso, cocino o converso?

Si es así, entonces está frente a algo que funciona. Si la cambia al tercer tema o al primer corte, también es una señal. Esa mirada desde el gusto de escuchar radio y no desde la responsabilidad, ayuda mucho cuando se regresa a cabina.

Y aparte de escuchar radio, recoja algunas ideas de lo que le ha sucedido durante sus vacaciones: anécdotas, curiosidades, historias, cosas que vio y le llamaron la atención. Probablemente le sirvan como material para sus programas cuando regrese a su trabajo.

Sin embargo, y para no romper el espíritu de descanso, es importante no convertir las vacaciones en un seminario o en una recopilación intensiva de ideas. Nada de libretas llenas ni correos a usted mismo a cada rato. Con una nota sencilla al final del día es suficiente: “hoy escuché algo interesante:…”.

El regreso

Y luego viene el regreso. Volver suele ser tan estresante como irse: correos acumulados, temas que “aparecieron”, cambios que nadie contó. Por eso ayuda mucho regresar uno o dos días antes de volver al aire o de tomar decisiones grandes, si es posible. Ese tiempo sirve para ponerse al día sin entrar en modo bombero, ‘apagando incendios’.

Es útil pedir un resumen de lo que pasó, qué funcionó, qué no, qué se movió en la competencia y qué decisiones tomó el equipo. Y, sobre todo, evitar llegar a “arreglarlo todo” de inmediato, como si lo que se hizo en su ausencia estuviera, por definición, mal.

Un buen regreso es retomar sin juzgar o cambiar lo que se hizo durante su ausencia. Y parte de ese retomar es reconocer al equipo por haber sostenido la emisora mientras usted recargaba energía.

Conclusión

El fin de año es, probablemente, la época más difícil y a la vez más necesaria para descansar. Diciembre y enero son meses particulares en radio: programaciones distintas, especiales, menos personal, mucha emotividad al aire y, paradójicamente, más cansancio acumulado.

Justamente por eso, los equipos que mejor funcionan son los que se organizan para turnarse las vacaciones, no recargan siempre a los mismos con quedarse y entienden que nadie rinde bien todo el año sin pausas. La radio acompaña las fiestas de los demás, pero sus propios protagonistas también necesitan vivirlas.

En el fondo, salir de vacaciones cuando se trabaja en radio es un acto profesional, no una traición al oficio. Requiere planeación, confianza, límites y, sobre todo, la convicción de que cuidar a quienes hacen radio es también cuidar a la emisora. Y, de paso, permite algo más: volver con ideas nuevas, con oídos más frescos y con una relación más sana con el trabajo.

Una radio fuerte no es la que nunca descansa, sino la que sabe funcionar bien incluso cuando sus voces principales están lejos del estudio, escuchando desde un taxi, una playa o la sala de una casa, como millones de oyentes más. Y quizás ese sea el mejor regalo del descanso: volver a escuchar la radio no como quien la hace, sino como quien la disfruta.

ACERCA DEL AUTOR
Tito López hace radio desde 1975 y ha creado formatos radiofónicos exitosos en Colombia, Portugal, Chile, Panamá y Costa Rica.
Es coach de talentos, intérprete de investigaciones de audiencia, productor, blogger, libretista y conductor de programas de radio.
Lo puede seguir en Facebook como Oscar.Tito.Lopez y en Twitter como oscartitolopez.
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