Hace más de 30 años, cuando puse un pie en la tienda de ropa donde laboraba mi novia en la ciudad de Oxnard, escuché por primera vez la emisora KRTH 101. Su eslogan, «La Mundialmente Famosa K-Earth 101», me dejó pasmado y me convertí en seguidor de la emisora de oldies. Me maravilló el sonido colosal que brotaba de las bocinas, la precisión y ejecución de la música, y las perfectas transiciones a la siguiente canción, que me trasladaban a instantes inolvidables.
Me imaginaba a los locutores en una moderna y espectacular cabina, a punto de encender el micrófono Neumann U47 y decir: «Sintonizas la famosa K-Earth 101 y prepárate para rockear con una de las mejores bandas de todos los tiempos. Es ‘Proud Mary’ de Creedence Clearwater Revival, un éxito clásico que nunca pasa de moda. Deja que la música te transporte a otra época y piérdete en los electrificantes riffs de guitarra y el inolvidable coro. ¡Solo en K-Earth 101!».
Meses después, Dave Burchett un compañero de la estación KCAQ “Q105”, de formato CHR y hermana de KTRO “Radio Tiro”, donde comencé mi carrera como locutor, consiguió un trabajo de medio tiempo en la KRTH los fines de semana. Aproveché nuestra amistad para que me relatara todo sobre la famosa emisora y su experiencia de trabajar allí.
Cuando arribé a Los Ángeles, seguí escuchando la emisora y prestando atención a todos los detalles: qué canción seguía a la que acababa de sonar, qué elemento de identificación servía de transición y cómo lograban que todo estuviera en un nivel perfecto, con una amplitud de sonido casi surround. Ya era empleado de KLAX, propiedad de Spanish Broadcasting System, y asistía al Sr. Alfredo Rodríguez, gerente de operaciones de lo que fue la legendaria estación La «X» 97.9. Inquieto, hice infinidad de preguntas a nuestro ingeniero, Fred Holub (que en paz descanse), y él me dijo que tenía amistad con los ingenieros de lo que es hoy Audacy Broadcasting, ahora propietarios de la mundialmente famosa K-EARTH 101, y que les solicitaría una cita para que juntos fuéramos a sus instalaciones y les hiciera preguntas directamente.
Esa ha sido una de las mejores experiencias de mi carrera profesional. Recorrimos los estudios. Me contaron la historia de la emisora desde que en 1940 la Comisión Federal de Comunicaciones le otorgó la licencia, cómo en 1971 una noble idea la convirtió en una estación de éxitos clásicos y hasta la construcción de la inmensa estructura que albergaba los dispositivos tecnológicos más modernos. Ahí conocí los procesadores Optimod, una línea de procesadores de audio diseñados por la empresa Orban, y me mostraron la diferencia entre el sonido crudo y el procesamiento de señales digitales para mejorar la claridad, el equilibrio y la consistencia.
Durante nuestra travesía por la KRTH 101, arribamos a la oficina del director de programación, donde me topé con dos leyendas de la radio, Don Steele y Robert W. Morgan, quienes habían sido compañeros de trabajo en KHJ durante la época Boss Radio de los años 60. Fue un momento emocionante para mí.
El recinto del director de programación era un espacio placentero, dotado de sillones donde se congregaban con locutores y promotores. Pero lo que más llamó mi atención fue el escritorio, rodeado por un mueble que albergaba al menos veinte diferentes aparatos, incluyendo ecualizadores y procesadores. Intrigado, indagué para qué se usaba todo ese equipo.
Me instruyeron que hacían uso de tecnología digital moderna para remasterizar la música y mejorar su calidad de sonido para su óptima transmisión en la radio. Esto implicaba técnicas como la ecualización, la compresión, la reducción de ruido y ajustes de volumen y rango dinámico. El objetivo era asegurar la mejor experiencia auditiva posible para la audiencia.
Mientras conversábamos, fuimos interrumpidos por un joven productor que le trajo al director una grabación para la emisora. A pesar de que yo la escuché con cuidado y me pareció fantástica, el director arrojó el cartucho de la grabación sobre el escritorio y le dijo al productor: «Esto es basura, vuélvelo a hacer». Esto me hizo comprender el alto nivel de excelencia que se requería para poner una canción o una grabación de vestidura en la emisora.
En medio de la conversación, el ejecutivo de programación compartió conmigo su filosofía de trabajo, la cual se levantaba cada día con ella en mente: «No podré terminar el día exitosamente si no hice por lo menos 10 cosas que mejoren el sonido y la experiencia de escuchar radio». Me cautivó la charla y le estuve agradecido por haber compartido esa filosofía conmigo, la cual adopté y ha sido, sin duda alguna, la razón de mi estancia en la radio.
En conclusión, mi experiencia en la KRTH 101 fue enriquecedora y plena de enseñanzas. Conocer a leyendas de la radio, descubrir los procesos detrás del sonido que tanto me había cautivado y adoptar una filosofía de trabajo exitosa son lecciones que guardaré con aprecio en mi carrera.
Muy buena nota. Con lo que no estoy de acuerdo es con el maltrato al productor. Esa no es forma de referirse al trabajo de un subalterno.