En los años 60 yo era muy pequeño y no me imaginaba que algún día fuera a trabajar en radio. Sin embargo, mi pasión por ella era alimentada diariamente por los diferentes programas que escuchaba en mi natal Medellín.
Había noticias, música, radionovelas, programas de humor, revistas radiales y transmisiones deportivas. Un panorama muy amplio de opciones en un país que, por esos días, solo contaba con una cadena de televisión.
Pero había un evento que paralizaba al país: la Vuelta a Colombia en bicicleta.
Más que una competencia ciclística, era una lucha deportiva por demostrar cuál región tenía los ciclistas más poderosos. Esto despertaba el fervor del público a medida que la caravana ciclística iba recorriendo el país.
Y, probablemente, lo que más gustaba era que les daba la posibilidad a los habitantes de poblaciones pequeñas, olvidadas en el mapa, de ver un espectáculo multicolor pasando por sus calles y teniendo la oportunidad de ver de cerca, casi tocándolas, a sus estrellas favoritas.
Los ríos de gente en las calles eran impresionantes. La ciudad se paralizaba por su llegada y no había otro tema de conversación que no fuera la Vuelta a Colombia. Esto iba acompañado de un pequeño folleto que la cervecera Cervunión repartía gratuitamente entre el público.
En ese cuadernillo se describía en detalle cada etapa, con el kilometraje y la orografía, indicando los premios de montaña, las metas volantes y los récords vigentes. Además, traía unas hojas en blanco para que el usuario fuera anotando los 5 primeros puestos de cada etapa.
Pero lo que no podía faltar era el radio transistor. Todo el mundo portaba uno para seguir las incidencias de la Vuelta. Recuerdo que, inclusive, yo iba al colegio con un suéter que me permitía camuflar el cable del audífono de mi radio portátil para escuchar la transmisión en clase sin que el profesor se diera cuenta.
Es más, recuerdo que alguna vez, mientras todos le prestaban atención al profesor, se me escapó un grito de “¡Ganó Cochise Rodríguez!”, refiriéndome al legendario ciclista colombiano. Todo el mundo soltó un grito de alegría, y fue tal la emoción que el profesor no me regañó, sino que me pidió que contara cómo había estado la etapa.
Y es que la radio hacía unas transmisiones épicas. Eran transmisiones largas, de 5 o más horas. A diferencia de las narraciones europeas, los radiodifusores colombianos optaron por transmitir en vivo y en directo desde las carreteras, segundo a segundo, todos los incidentes del evento.
Las 3 grandes cadenas radiales de la época, Todelar, RCN y Caracol, decidieron adecuar unas pesadas camionetas con plantas eléctricas en su interior, transmisores de onda corta, consolas y escotillas en el techo, donde se acomodaban los narradores para tener una visión exterior de lo que estaba sucediendo.
Y para sacar la transmisión desde las carreteras tenían que acondicionar unas unidades móviles en vehículos todoterreno que debían trepar hasta la cima de las montañas y cerros más altos con el fin de recibir la señal desde la carretera y retransmitirla hasta los estudios centrales de las emisoras.
Realmente era una tarea titánica de ingenieros, técnicos y conductores de vehículos, que tenían que arriesgarse por caminos de piedra, trochas, precipicios y las duras condiciones del clima.
Las unidades móviles de Todelar se llamaban Radio-Guías. Las de Caracol se nombraban por colores (Caracol Rojo, Caracol Habano, Caracol Celeste), y RCN patentó su propio nombre: Transmóvil.
Los ingenieros siempre buscaban la forma idónea de llevar la señal. En la primera Vuelta a Colombia, en 1951, la leyenda cuenta que las móviles se detenían junto a los postes telefónicos. Los técnicos, a quienes llamaban gorriones, trepaban por ellos, conectaban un cable a las líneas y llamaban directamente a los estudios para que el locutor hiciera sus narraciones desde los llamados ‘puestos fijos’.
Luego comenzaron a usarse transmisores de onda corta, cuyas señales eran captadas en los estudios centrales para su retransmisión nacional, pero con el tiempo se fue sofisticando la tecnología. De allí surgió la memorable frase de RCN que decía “Desde la carretera y en movimiento, que es lo importante”, queriendo significar que iban transmitiendo justo al lado de los ciclistas.
Por su parte, el ingeniero Mario Frick de Caracol llevó la tecnología de transmisiones en carretera un paso más adelante. Creó su sistema que llamó “la parabólica sonar”.
Las transmisiones iban ‘saltando’ de móvil a móvil para comentar lo que estaba sucediendo en la carretera. Los narradores de Caracol, para dar el pase a otra de sus unidades, tenían una frase memorable.
Al momento de dar el cambio, el locutor decía: “Y ahora escucharemos al Caracol Habano desde el medio de la carrera. ¡Conecte! ¡Accione! ¡Al aire!”. De esta forma, el otro narrador recibía el cambio diciendo: “¡Contacto! En el aire, la parabólica sonar de su Caracol Habano…”.
Al final, esa forma de dar paso a las otras móviles se convirtió en una gran herramienta comercial. Gracias a ello, muchos oyentes aún recuerdan con nostalgia este diálogo, patrocinado por una reconocida marca de lubricantes para camión:
“¡Haga el cambio!”, decía el narrador de una móvil para dar paso a la otra, y el otro narrador recibía la señal diciendo: “¡Ya lo hice con Rimula, que mantiene la viscosidad y el motor le dura más!”
EL ENTORNO RADIAL
Estas transmisiones comenzaron a realizarse en los años 50. Poco a poco las diferentes cadenas radiofónicas se fueron desarrollando y, ya en los años 60, la cadena Todelar se fue afianzando como la favorita.
Sin embargo, RCN decidió jugarse el todo por el todo en sus transmisiones y fue así como a través de los años 70 e inicios de los 80, se convirtió en dueña absoluta de las transmisiones radiales del ciclismo en lo referente a las pruebas de ruta en carretera.
Cuando la Vuelta a Colombia se comercializó, los ciclistas ya no representaban a sus departamentos sino a marcas comerciales, así que el fervor del público se fue perdiendo poco a poco. Una cosa era defender y apoyar los valores de su región y otra cosa era apoyar a los patrocinadores.
Por esta razón, Caracol y Todelar fueron abandonado esas largas y costosas transmisiones que, además, interrumpían su programación habitual, pero RCN vio allí la oportunidad de adueñarse del ciclismo, no solo con la Vuelta a Colombia sino fortaleciendo su propio evento: El Clásico RCN de ciclismo.
Según me cuenta José Manuel Restrepo, expresidente de Caracol Radio, para RCN su dominio en ciclismo era una especie de estandarte, que en cierta forma les compensaba algunos problemas de rating en otras áreas.
A través de los años -cuenta Restrepo- pasaron por la llamada «Casa Amarilla» figuras de la narración de ciclismo como el costarricense Carlos Arturo Rueda, Alberto Piedrahita Pacheco, Darío Álvarez, José Antonio Churio, Jairo Chávez Ávila, Rodrigo Vásquez y otros narradores.
Y en materia de comentaristas, a falta de uno, tenían en su nómina a los 2 primeros comentaristas de ciclismo en Colombia: el argentino Julio Arrastía Bricca y el colombiano Héctor Urrego.
(Cortesía: Rubén Darío Arcila)
Caracol, viendo que había perdido su espacio en el ciclismo, y que RCN realizaba con mucho éxito comercial su ‘Clásico’, comenzó a realizar una vez por año, desde 1979, el muy exitoso Caracol de Pista en los velódromos de Bogotá, Cali, Pereira y Medellín, pero abandonó definitivamente el ciclismo de ruta.
EL RETORNO DE CARACOL
Martín Emilio “Cochise” Rodríguez fue la primera gran exportación ciclística internacional de Colombia. El 7 de octubre de 1970 impuso el récord mundial de la hora para aficionados en el velódromo Agustín Melgar de Ciudad de México.
Luego, en 1971, se coronó campeón mundial en la modalidad de 4000 metros, persecución individual, en Varese, Italia. En 1973, RCN transmitió el Tour de l’Avenir en Francia y en 1974 Luis H. Díaz ganó una etapa y el equipo colombiano ganó la clasificación de montaña en el Piccolo Giro de Italia.
Por su parte, el ciclista Alfonso Flórez Ortiz, quien ganó la Vuelta a Colombia en 1979, ganó al año siguiente la carrera por etapas más importante del ciclismo aficionado del mundo, el Tour de l’Avenir.
El ciclismo se había diversificado. Gracias a esos primeros triunfos internaciones se vio la oportunidad de participar en las grandes pruebas ciclísticas internacionales como el Tour de France, el Giro de Italia y la Vuelta a España.
En 1982, Diego Fernando Londoño, gerente general de Caracol, decidió que su empresa regresaría al ciclismo de ruta. La cadena había dejado de lado el ciclismo con la llegada de Yamid Amat, quien aseguraba que solo el fútbol les interesaba a los oyentes. RCN hizo lo mismo.
Esa decisión llevó a la creación de las cadenas deportivas Radio Deportes de Caracol y Antena 2 de RCN.
Londoño diseñó con Miguel Ángel Bermúdez, presidente de la Federación Colombiana de Ciclismo, una estrategia con 2 pilares: uno nacional -La Vuelta a Colombia (que competiría localmente contra el Clásico RCN)-, y otro internacional, que consistía en vincularse a la estrategia del equipo colombiano patrocinado por Pilas Varta, que Bermúdez y Saulo Barrera, director del equipo nacional de Pilas Varta, habían denominado «La Conquista de Europa».
Caracol le compró a la Federación Colombiana de Ciclismo, por un amplio número de años, los derechos de la Vuelta a Colombia. Además, le ‘robó’ a RCN su comentarista estrella, Julio Arrastía. De esta forma, Caracol trataba de nivelar la competencia con RCN, que de todos modos seguía transmitiendo el evento.
Según Restrepo, el negocio de la compra de la Vuelta se cerró y la Federación utilizó buena parte de esos recursos para construir una sede propia. A Caracol, en cambio, le quedaron unas altas deudas más el compromiso de un contrato millonario con Arrastía.
Para subsanar la situación financiera, Caracol creó una nueva división comercial llamada Apoyar, para mostrar su respaldo al ciclismo colombiano. Restrepo fue nombrado gerente de desarrollo, con enfoque en el proyecto ciclístico y otros eventos importantes de esa cadena.
La entidad de ahorro y vivienda Colmena compró los derechos de la Vuelta a Colombia en 1984, y el gran cambio, que pretendía revivir el evento que ya venía de capa caída, fue el de invitar la participación de equipos profesionales extranjeros, tal como lo hacía el Clásico RCN. Ese año llegaron el equipo Splendor de Bélgica, El Sporting de Portugal y el Sem-Mavic de Francia.
LA CONQUISTA DE EUROPA
Pero estaba pendiente el tema internacional.
Algunos de los más grandes ciclistas del momento habían visitado nuestro país. Nombres como Bernard Hinault y Greg Lemond se volvieron parte de la conversación habitual de los colombianos, que tenían así la oportunidad de verlos en acción.
El Tour de Francia, que en los años 80 era considerado el tercer evento deportivo más importante del mundo, después de los Juegos Olímpicos y el Campeonato Mundial de Fútbol, no acostumbraba a cobrar derechos, puesto que las transmisiones se limitaban a narrar lo que sucedía en el arranque y en la meta de llegada. Es decir, a nadie se le ocurría transmitir las etapas completas, y mucho menos “desde la carretera y en movimiento, que es lo importante”.
Cuando Caracol y RCN mostraron su interés en hacer sus transmisiones desde allí, a las directivas del Tour se les abrió el apetito y cobraron grandes sumas.
De hecho, me cuenta Rubén Darío Arcila (“Rubencho”) que era posible ver a Francisco Restrepo de RCN y a Gustavo Pombo de Caracol con sendos maletines llenos de miles de dólares listos para la puja por esos derechos.
Caracol, con la colaboración de Miguel Ángel Bermúdez, manejó el tema directamente con el director general del Tour, Félix Levitán, según me cuenta Héctor Urrego, quien transmitía para RCN (y aún lo sigue haciendo).
Aunque en principio lograron negociar la exclusividad, finalmente RCN Radio argumentó que al tener los derechos para televisión también deberían poder transmitir, así que ambas cadenas pudieron narrar el evento.
EQUIPO HUMANO
En 1983, la organización de la ronda francesa permitió la posibilidad a ciclistas aficionados de participar. Con esto se dio la primera asistencia de un equipo netamente colombiano al Tour de Francia.
Los desplazamientos de personal a Europa eran impresionantes. Eran grupos numerosos de directivas, ingenieros, técnicos, operadores, narradores y comentaristas, quienes se movilizaban por todo el territorio francés para transmitir las etapas desde tempranas horas de la madrugada.
RCN había perdido a Julio Arrastía, pero Héctor Urrego contaba con un gran equipo de especialistas en ciclismo: Jairo Chávez, Óscar Restrepo (“Trapito”), José Antonio Churio, Rodrigo Vázquez (“Rocky”) y otros, entre ellos el gran Alberto Piedrahíta Pacheco (“El Padrino”), bajo la dirección de Jaime Ossa y Carlos Julio Ardila.
(Foto: Rubén Darío Arcila)
Caracol tenía una mejor técnica, más recursos económicos, pero su equipo de narradores y comentaristas no era tan fuerte. Para acompañar a Julio Arrastía se llamó a Alfredo Castro, Juan Manuel González, Marco Antonio Bustos y Carlos Julio Guzmán, y complementaron el equipo con profesionales con experiencia en ciclismo de pista como Guillermo Montoya, Cesar Augusto Tobón, Francisco ‘Pacho’ Benítez, Camilo Sixto Baquero y Carlos Alberto Lenis.
Incluso llegaron a involucrar a experimentados expertos del fútbol, como Édgar Perea, Wbeimar Muñoz, Luis Fernando Múnera Eastman y Jaime Ortiz Alvear, un recursivo comentarista de fútbol que, como se dice coloquialmente, lo que no sabía se lo inventaba.
Hay que aclarar que Todelar también estaba marcando presencia en ese Tour, con Javier Giraldo Neira, Giovanni García y Rubén Darío Arcila (“Rubencho”).
Como anécdota, me cuenta Héctor Urrego que en la primera transmisión del Tour sufrieron una terrible novatada. Se hospedaron en un hotel que les asignó la organización de la carrera. Se trataba de un hotelucho ubicado en el barrio Saint Dennis, encima de una discoteca y al lado de varios prostíbulos.
El ruido, el miedo y el alboroto en la calle no los dejaban descansar, después de sus extensas y exhaustivas jornadas de trabajo. De allí en adelante las cadenas radiales se encargaron de conseguirles el alojamiento por su cuenta.
SISTEMA DE TRANSMISIÓN
Los colombianos querían hacer algo diferente. Como mencioné arriba, a nadie en Europa se le había ocurrido transmitir las carreras en vivo desde las carreteras. Eso era impensable, no solo por la larga duración de las etapas sino por los aspectos técnicos que conllevan un evento de este tipo.
Las primeras transmisiones desde Italia a inicios de los años 70, cuenta Rubén Darío Arcila, se hacían por teléfono. Se paraban en una cabina pública en la calle y hacían sus informes, muchas veces con la locución alegre y en la voz alta tradicional de los narradores deportivos.
Según “Rubencho”, muchas veces la policía llegaba a ver cuál era el alboroto, especialmente porque la gente comenzaba a acumularse a su alrededor.
Y las transmisiones eran complicadas. Obviamente no existía internet, ni siquiera satélite o líneas dedicadas, así que tenían que hacer sus llamadas a través de las telefónicas locales que se conectaban con Telecom Colombia. La señal muchas veces llegaba primero a Argentina o México e iba siendo canalizada por Telecom hasta su destino final en Bogotá, así que el delay en el retorno era de varios segundos.
Las dos cadenas colombianas tenían ingenieros con gran experiencia para sacar transmisiones desde la carretera con el tradicional sistema de utilizar antenas repetidoras en los cerros, con comitivas de técnicos que, desde el día anterior a cada etapa, «invadían» esos cerros e instalaban antenas que retransmitían la señal de las unidades móviles.
Pero ante la imposibilidad de «invadir» terrenos privados en Francia, surgió la opción de usar un avión o un helicóptero que volara sobre la carrera con antenas repetidoras que recibieran la señal de los móviles y las enviaran a estudios centrales.
Según me cuenta “Rubencho”, en una charla informal entre colegas él había propuesto la idea de usar un helicóptero, pero a sus compañeros no les sonó la idea por las limitaciones de altura. Entonces Óscar Restrepo (“Trapito”) recordó que la Cadena Súper había usado una avioneta para transmitir la Clásica Súper de ciclismo en los años 70.
El problema: el inmenso costo de alquilar un avión por varias horas al día durante casi un mes.
El caso es que, según cuenta Héctor Urrego, Caracol aprovechó los recursos económicos de los que disponía para contratar una avioneta. Además, establecieron un máster de transmisión en la Torre Eiffel donde coordinaban todo y enviaban la señal al Máster de Caracol en Bogotá.
Por su parte RCN, con menos recursos, decidió hacer una especie de viaje al pasado, recurriendo a las tácticas empleadas en las primeras transmisiones de la Vuelta a Colombia: basados en la gran oferta de teléfonos públicos que existían en casi todas las carreteras de Francia, se decidió crear un equipo técnico de avanzada que preparaba los teléfonos públicos en la carretera.
Allí se acondicionaba una pequeña consola que llevaba el sonido telefónico a un puesto fijo en la meta de llegada. Allí se recibía la señal y se enviaba el sonido a los estudios centrales en Colombia.
Lo que seguía, según cuenta Restrepo, era un «carrusel», una especie de carrera de relevos: El móvil 1 llegaba al teléfono antes que los ciclistas que iban en la punta de la carrera. Cuando llegaba el móvil 2 a ese punto, el móvil 1 le daba el cambio, como si estuvieran en movimiento, y se iba a buscar el siguiente teléfono. Esto se repetía con la llegada del móvil 3, que venía en la parte posterior de la carrera.
Sin embargo, la apuesta de Caracol era indudablemente más novedosa y arriesgada.
UNAS DE CAL Y OTRAS DE ARENA
El poder transmitir directamente en movimiento desde la carretera hacia un avión no siempre representaba una ventaja. A diferencia de Colombia, las unidades móviles tenían que ir dentro de la caravana automotor del Tour, así que si, por ejemplo, el grupo principal de pedalistas se rompía, la primera unidad móvil podría venir unos 50 vehículos detrás de los ciclistas, sin ninguna visibilidad, por lo que, en este caso, los teléfonos públicos eran una mejor alternativa.
Pero, igualmente, había recorridos en los que era imposible encontrar un teléfono público. De hecho, tenían que cargar bolsas llenas de monedas y tarjetas telefónicas para entrar a un bar o a un hotel para hacer su llamada.
Cuenta “Rubencho” que incluso hubo momentos en los que tuvieron que entrar en casas particulares al borde de la calzada y pedir que les prestaran el teléfono para hacer la llamada. Obviamente no todos estaban dispuestos a prestarles ese servicio a unos colombianos desconocidos que llegaban de improviso a hacer llamadas de larga distancia.
El ingeniero Juan Guillermo Llano, que participó activamente en las transmisiones de RCN, me dijo que alguna vez subió en un automóvil Renault 18 hasta la cima del Alpe de Huez. Los vecinos del sector no podían creer que alguien hubiera podido llegar a lo alto de ese cerro en un carro de ciudad.
Otra vez, en Saint Tropez, vio un cerro propicio para la transmisión. Al instalarse allí vio que había unas instalaciones militares de la II Guerra Mundial. Soldados del ejército francés llegaron a desalojarlo, pero él les explicó lo que estaba haciendo y lo dejaron permanecer en el lugar hasta la finalización de la etapa.
También, estando en España cerca a Zaragoza, vio un montículo donde instalar una antena repetidora. Al clavarla en el suelo vio que surgió de un lado del cerro un gitano muy molesto. Resultó que ese era el techo de su rústica casa, una especie de cueva.
Luego de explicarle lo que estaba haciendo, y para calmar los ánimos, le regaló al gitano una bolsa de café de Colombia. El gitano, a su vez, lo invitó a cenar a su casa una vez finalizara la transmisión junto a su familia, dejando allí unos buenos amigos y compartiendo una cultura diferente.
Otra situación que se presentaba con el avión era que las etapas llegaban a durar entre 6 y 8 horas, por lo que era demasiado costoso y complicado mantenerlo en el aire, así que al final solo volaba durante una hora u hora y media a lo sumo.
Pero el problema más grande con el avión era que había días de mal tiempo, en los que al avión no le permitían volar en la zona, así que los narradores y comentaristas tenían que improvisar sobre la marcha, sin saber exactamente lo que estaba pasando en la carrera.
Para ello se valían de un servicio llamado Radio Tour que entregaba la organización de la carrera. Era un servicio interno para todos los periodistas que cubrían el evento y que entregaba esporádicamente información de algunas novedades de la carrera, como la escapada de algún corredor, algún accidente en la vía, etcétera.
De hecho, esto dio pie a incidentes como el que comentó “Rubencho”: Édgar Perea, de Caracol, era un experto narrador de fútbol, pero no sabía de ciclismo. Sin embargo, era la voz principal de la narración para esa cadena.
Aprovechando su veteranía y jugando con la magia de la radio, a veces inventaba historias y hacía narraciones ficticias, puesto que pasaban largos momentos sin información de la carrera. Es decir, gran parte de lo que escuchaban sus oyentes solo ocurría en la mente del locutor.
En una de esas, y para darle emoción a su narración, a Perea le dio por decir que el ciclista colombiano Alfonso Flórez se había escapado en medio de una etapa plana. Lo que no sabía era que Flórez era un escalador consumado y que generalmente perdía tiempo en terreno plano.
En la meta de llegada, todos los narradores y comentaristas ocupaban el mismo palco, así que se escuchaban las transmisiones y los comentarios de todas las cadenas. “Rubencho”, que en ese momento trabajaba en Todelar, le dijo al aire a Javier Giraldo: “Alfonso Flórez nunca se escapó. Eso es mentira. Vamos a entrevistarlo para que cuente la verdad”.
Perea alcanzó a escuchar ese comentario y se fue, junto a otros compañeros de transmisión, a reclamarle a Arcila, y ambos terminaron trenzados en una pelea a golpes donde “Rubencho” llevó la peor parte. Sin embargo, este reconoce que, si eso le hubiera pasado a él, probablemente hubiera procedido de la misma forma.
Todo eso era parte del estrés y del orgullo de todos los personajes que, como se dice popularmente, tenían “puesta la camiseta” de su empresa, en una competencia de talento y tecnología buscando complacer al público.
Y lo cierto es que, a pesar de esos incidentes, al final reinaba la camaradería entre todos.
LO QUE VINO DESPUÉS
Al parecer, al hacer la evaluación de esa primera experiencia, los de Caracol decidieron evaluar la relación costo-beneficio de usar un avión y de enviar más de 20 personas a cubrir el evento. Viendo que a RCN le había ido bien con sus transmisiones terrestres, Caracol llegó en 1984 a transmitir desde teléfonos públicos.
Y lo más gracioso es que en RCN sucedió lo contrario. Se invirtieron los papeles: decidieron no dejarse apabullar de Caracol y para el Tour de Francia contrataron otro avión para cubrir la carrera.
Viendo que la combinación de ambas opciones podía ser la solución óptima, pero que los costos eran demasiado altos, más adelante las dos cadenas decidieron hacer un pacto: contrataron un avión entre las dos para compartir los gastos.
Según me comentó “Rubencho”, se trataba de unos viejos aviones usados para apagar incendios en España y que por esos días no estaban en uso. En ellos se montaron dos racks para montar los equipos de retransmisión, uno para cada cadena.
El problema, según el comentarista, es que los aviones eran manejados por pilotos que habían sido rechazados por las aerolíneas por su descuido y mal comportamiento, y llegaban borrachos a pilotear las naves, poniendo en peligro a todos los ocupantes.
El ingeniero Llano desmintió a “Rubencho” y me aseguró que lo de esos aviones no fue así, y que probablemente eso no pasó de ser una anécdota divertida surgida de la imaginación y los mitos que se producen en esas transmisiones.
EL FINAL
En 1986, a los colombianos no les fue bien en Europa y en 1987 Caracol tiró la toalla. RCN continuó transmitiendo más por un tema empresarial, puesto que la Organización Ardila Lulle patrocinaba un equipo ciclístico colombiano: el Manzana Postobón.
El caso es que poco a poco dejaron de ser importantes estas épicas transmisiones de los años 80. Luego, en los años 90, Caracol regresó a las transmisiones, y con la llegada del nuevo milenio, llegaron los éxitos de Nairo Quintana, Miguel Ángel Rubiano, Rigoberto Urán, Esteban Chaves, Járlinson Pantano, y Miguel Ángel López, entre otros, y la pasión por el ciclismo revivió.
Sin embargo, ya nada fue como antes. Las transmisiones generalmente se hacen solo al inicio y a la llegada de la carrera en las grandes cadenas noticiosas basándose en las transmisiones televisivas, lo que le ha restado gran presencia a la radio.
CONCLUSIÓN
Aunque la mayor parte de mi carrera de más de 45 años en radio la hice en emisoras musicales, en 1995, y luego de estar cubriendo el Festival de Glastonbury en Inglaterra, fui invitado por dos grandes personajes de la radio a que los acompañara en el Tour de Francia.
Alfredo Castro y Marco Tulio Ipuerto me dijeron que llevaban transmitiendo esta carrera desde hacía 14 años y que ya estaban cansados de verse la cara tan seguido, y pensaban que mi compañía podría hacer de su jornada algo más entretenido.
No sé si lo logré. En mi caso, viví una experiencia inolvidable. Fuimos tratados como ciudadanos de primera clase, con todo tipo de atenciones por parte de las diferentes poblaciones que visitábamos con el Tour.
En cada pueblo salía el alcalde con toda su comitiva a saludar a los integrantes del Tour, y en la plaza principal se exhibían todos los productos que producía la región, así que era muy posible que a las 10 a.m., antes de la largada de la carrera, ya hubiese tomado vinos, frutas, carnes y mariscos de la región, siendo guiados por los agentes de tránsito que abrían cualquier calle, aunque fuera en contravía, para llegar a cualquier sitio.
También me tocó vivir una simpática ‘batalla radial’. Resulta que a los narradores colombianos, que acostumbran emocionarse con la carrera, los aislaban en el último rincón del palco de transmisión, donde había periodistas de todo el mundo, pues sus gritos ensordecedores inundaban el ambiente.
Alfredo Castro, de Caracol, es familiar muy cercano de Rodrigo “Rocky” Vásquez, de RCN. Ambos estaban sentados uno al lado del otro haciendo sus narraciones. De repente, el ánimo fue creciendo y sus voces comenzaron a sonar muy fuerte. Por el temor de que la voz del uno se metiera por el micrófono del otro, cada vez sus narraciones se escuchaban más duro.
Al final, los dos terminaron mirándose cara a cara, tal como se miran los boxeadores antes de una pelea, todo esto sin bajar el tono. Y justo cuando uno pensaba que iban a pelear, terminaban su narración y se morían de la risa, dándose un abrazo luego de su misión cumplida.
Al final, lo que se daba era una bella batalla radial en la que el ganador era el oyente. Esfuerzos muchas veces sobrehumanos por parte de todo el personal que participaba en esas transmisiones. Sacrificio, sudor y estrés.
No ha sido fácil contar esta historia. La he tenido que reconstruir con base en los recuerdos que me entregaron José Manuel Restrepo, Rubén Darío Arcila, Héctor Palau, Héctor Urrego, Jaime Ossa y el ingeniero Juan Guillermo Llano, quienes disfrutaron contando sus anécdotas y puntos de vista.
Puede haber algunas imprecisiones. La memoria a veces nos juega una mala pasada. Lo que sí es cierto es que en ellos se siente la pasión por la radio, algo que pretendo despertar con este tipo de artículos.