Buena parte de la audiencia de radio cree que la música que suena en una emisora es escogida y programada por el locutor de turno. Creen que es ese locutor el que va poniendo las canciones que más le gustan o que está complaciendo a los oyentes que llaman a pedir música.
De hecho, muchos de quienes llegan por primera vez a trabajar en radio o quienes montan una emisora online creen lo mismo.
Y eso no está equivocado del todo. Así comenzó la radio hace decenas de años. En la primera mitad del siglo pasado, era común que un disc-jockey llegara a su turno y, antes de empezar a trabajar, seleccionara las canciones que iba a tocar durante su programa.
En su momento esto fue muy positivo para la radio y, especialmente, para esos locutores. Los oyentes podían escoger al locutor que presentara la mejor música. Gracias a ello surgieron locutores muy famosos, con grandes audiencias y muchos seguidores.
Podría decirse que fueron los primeros verdaderos ‘influencers’, antes de que este término fuera adoptado por las redes sociales.
Con el paso del tiempo fueron apareciendo más emisoras en una misma ciudad y, con el fin de diferenciarse de las otras, cada emisora iba refinando su programación musical, probablemente enfocándose en un género en particular o segmentando las audiencias por edades y sexos.
De esta forma se pasó de emisoras que eran muy abiertas en su programación musical, que tocaban todos los estilos de música, hasta emisoras mucho más especializadas.
Así se crearon emisoras que solo tocaban baladas, música tropical, rock o cualquier otro género. También aparecieron emisoras que solo tocaban los éxitos del momento mientras otras se quedaban con la música del recuerdo. Y aparecieron emisoras para adultos, para jóvenes, para mujeres, para ejecutivos, para segmentos populares de la población y muchas otras opciones.
Y con el fin de lograr una consistencia en su sonido, buscando que fuera lo más homogénea posible a lo largo del día, se comenzó a hablar de fórmulas de programación o formatos, creados generalmente por el dueño de la emisora en conjunto con el director de programación o director artístico.
Hasta acá llegó la libertad de los locutores al momento de tocar la música durante sus turnos. Las directivas no querían que se salieran del formato, buscando que cuando un oyente entrara a escuchar esa emisora, encontrara siempre un sonido homogéneo, un estilo propio y característico.
Para lograrlo, el director y el programador se ponían de acuerdo al seleccionar las canciones que deberían sonar a lo largo del día. Los locutores ya no podían tocar sus canciones preferidas sino que tenían que poner al aire lo que sus jefes les habían programado.
A medida que fue pasando el tiempo, cada director o programador fue creando su propia fórmula para programar, cuidando que hubiera una buena mezcla entre canciones nuevas y viejas, ritmos rápidos y lentos, voces masculinas y femeninas y todo tipo de características necesarias para lograr una programación balanceada y agradable al oído.
Y aunque al principio los tiempos de escucha eran mucho más largos, con la llegada de más emisoras y de nuevas posibilidades tecnológicas el público fue encontrando otras opciones para escuchar música.
Primero fueron los casetes. El público podía grabar en ellos sus canciones preferidas, incluso muchas veces desde las mismas emisoras que escuchaban. Luego llegaron los reproductores de MP3 y finalmente las plataformas de música en línea.
A pesar de estas nuevas opciones tecnológicas, la gente siguió escuchando la radio. La diferencia es que ahora comenzaron a oírla menos tiempo, porque ya podían tocar su música también en sus nuevos dispositivos.
De aquí surgió la necesidad de asegurarse de que en ese poco tiempo en el que alguien sintonizara una estación de radio pudiera escuchar los éxitos del momento, y esto solo se lograba mediante la repetición de esas canciones a lo largo del día.
El raciocinio es simple: si un oyente promedio solo escuchaba una misma emisora durante una hora, hora y media o dos horas, en esa franja de tiempo hay que poner los temas de moda, para que ese oyente no se vaya a buscarlos a otro lado.
De esta forma, en las emisoras de éxitos contemporáneos era posible escuchar emisoras que repetían sus canciones más populares cada 2 horas y media. Sin embargo hoy en día, ante la presencia de tantas opciones para escuchar música, es posible que una emisora repita sus éxitos cada hora y media o menos.
De hecho, algunos programadores han tomado la decisión de editar las canciones para que sean más cortas y así poder presentar más temas por hora.
Sin embargo, una cosa es repetir las canciones de moda y otra cosa es repetir las canciones más viejitas.
Cuando hay un éxito del momento, la gente quiere escucharlo una y otra vez, y si no lo tocan en una emisora se va a buscarlo a otra. Pero a medida que va pasando el tiempo, la gente ya no quiere seguir oyendo esas canciones con la misma intensidad.
Probablemente ya estén cansados de oírlas y prefieren concentrarse en los nuevos éxitos, o quieren seguir oyéndolas pero ocasionalmente.
Y ahí está uno de los secretos de un buen programador: saber cuándo repetir intensamente una canción y cuándo dejar de programarla, cuándo dejarla descansar e, incluso, cuando rescatarla de los archivos y sorprender a los oyentes que agradecerán recordar una canción que ya habían olvidado.
Y para lograr hacer una programación que cumpla con toda esta serie de requisitos y muchos otros que van apareciendo, el trabajo del programador se fue volviendo más complicado.
Por mucho que se esfuerce en tener en su mente todo lo que ha programado en días anteriores, es muy difícil para un programador recordar si determinada canción sonó hace dos o tres días y a qué horas la programó.
También es posible que su mente le juegue una mala pasada y termine programando solo las canciones que más le gustan sin tener en cuenta el gusto del público, que probablemente quiere más variedad.
Cuando el trabajo del programador se volvió tan complejo llegó la tecnología en su ayuda.
En 1979, Andrew Economos era el encargado del departamento de informática de la cadena de radio estadounidense NBC. Economos vio la necesidad de automatizar el proceso de programación de música en las estaciones propiedad de la empresa y reemplazar el sistema existente con el desarrollo de un software.
En esa época, el programador se sentaba a escribir canción por canción la música que iba a sonar durante el día. Algunos lo hacían con papel y lápiz. Otros, más metódicos, lo hacían con máquinas de escribir.
Y en los Estados Unidos, el método más usado era el de crear fichas en cartulina, semejantes a las fichas nemotécnicas, escribiendo en cada una el título, el intérprete, la duración y otros datos adicionales (ritmo, año de lanzamiento, compositor, sello disquero, etc.)
De esta forma, el programador reunía canciones con características similares y las agrupaba en categorías. Así podía tener en una categoría solo los éxitos del momento, en otra los lanzamientos, en otra más las canciones que ya iban perdiendo popularidad y en otra las más antiguas.
Luego se creaba un reloj de programación, similar a un reloj de pared, y en él se mostraba la secuencia en la que debería sonar cada categoría dentro de una hora.
Por ejemplo: se comienza con un éxito del momento, luego sigue una canción más viejita, en tercer lugar un lanzamiento, y así sucesivamente hasta completar las 10, 12 o 15 canciones que podían sonar en una hora normal.
Teniendo en cuenta lo anterior, el señor Economus comenzó a diseñar ese software de programación para facilitarles el trabajo a los programadores. Sin embargo, los ejecutivos de NBC consideraron que el proyecto no era lo suficientemente importante como para invertir recursos en su desarrollo.
Economos dejó NBC después de 15 años para desarrollar el producto por su cuenta y así nació Selector. La comercialización inicial del software fue difícil debido al alto costo de las computadoras personales y cierta resistencia de las emisoras, que querían mantener sus sistemas de programación en papel.
Especialmente en esa época, a inicios de los años 80, la gente no conocía el manejo de los computadores y le daba temor manejarlos. Lo veían como algo difícil de entender y complicado de manejar, y muchos aducían que “un computador no piensa ni tiene alma”, por lo que nunca podría lograrse una buena programación musical.
Las ventas de Selector mejoraron gradualmente y, en 2006, ya había más de 6.000 emisoras en más de 100 países usando este software.
En qué consiste un software de programación musical
Los sistemas de programación se emplean para secuenciar el orden en el que van a sonar las canciones en una emisora de radio. En la actualidad, son herramientas imprescindibles.
Estos sistemas trabajan con bases de datos que tienen las canciones en rotación activa, más un amplio conjunto de reglas para secuenciarlas de acuerdo con políticas específicas.
Por ejemplo, puede haber restricciones sobre cuánto tiempo debe pasar entre dos canciones del mismo artista, o si una canción que se reproduce hoy al mediodía se puede escuchar mañana al mediodía. También hay reglas sobre qué tipo de canciones pueden sonar después de otras de acuerdo a su ritmo u otras características.
Cuando las listas de preproducción de música son generadas por adelantado por el programador utilizando uno de estos sistemas, se asegura que la programación de la estación sea óptima y se adhiera a las políticas y objetivos de la administración de la estación.
Estas políticas y objetivos generalmente están diseñados para complacer al mayor número de personas dentro de su grupo objetivo y lograr atraer más oyentes.
Es importante aclarar que un software de programación de música solamente genera una lista de reproducción. La música en sí está generalmente hospedada en otro sistema diferente para su reproducción al aire como Radio 5, Dynesat, Dalet, Enco DAD, Audicom o Zara Radio, entre otros.
Es decir, el software de programación dice cuáles son las canciones que deben sonar y el software de emisión importa ese listado y toca las canciones en el orden que fueron programadas.
Como mencioné atrás, el primer software de programación de música comercial ampliamente utilizado para radio fue Selector, diseñado originalmente por el Dr. Andrew Economos de Radio Computing Services, Inc, en 1979.
A-ware MusicMaster (llamado Musicscan en ese momento) le siguió en 1983 y hoy se conoce como MusicMaster. El tercer sistema fue Powergold, lanzado en 1988. Hoy en día estos son los tres softwares de programación más utilizados en el mundo.
Cuando hablamos de programación nos estamos refiriendo a la ubicación del contenido en una línea de tiempo para la transmisión en una emisora de radio. Este contenido puede incluir no solo música sino también anuncios comerciales, identificadores de estaciones y jingles promocionales.
Los anuncios comerciales, llamados cuñas o spots, generalmente se programan mediante un sistema parecido e independiente, conocido generalmente como «sistema de tráfico», que además de programar las horas en las que deben sonar las cuñas también genera la facturación, los reportes de emisión y otros asuntos comerciales.
De esta forma, el software de programación musical, el de los elementos no musicales (jingles, promociones) y el comercial se fusionan e integran más tarde en un programa único (llamado registro) para guiar lo que se debe reproducir en la emisora minuto a minuto.
Con el avance de la tecnología, este software que habitualmente estaba instalado completamente en los computadores, ha ido emigrando a la nube, lo que permite hacer, revisar y corregir la programación incluso desde un teléfono celular o una tablet desde cualquier lugar del mundo.
Conclusión
Todavía hay programadores en nuestro medio que no confían en los softwares de programación musical, en parte porque les parecen difíciles de comprender y manejar, y en parte porque consideran que no pueden reemplazar el gusto, el conocimiento y la sensibilidad de un ser humano.
Quienes así piensan generalmente lo hacen porque no han entendido que estos software no actúan por sí solos. Ellos solo cumplen las órdenes que les dé el programador.
Si el programador no fija claramente las reglas y restricciones; si no tiene cuidado al introducir los datos de cada canción; si no revisa canción por canción, hora por hora lo que entregó el computador, la culpa no es del software, que solo seguía sus instrucciones, sino de quien lo está programando.
Lo que sí es cierto es que cada día un director de emisora tiene más trabajo que nunca. Aparte de responder por la programación musical tiene que estar al aire, acompañar a los ejecutivos de ventas, estar pendiente de las redes sociales, fijar las políticas y la estrategia promocional de la emisora y muchas funciones más.
Por esto se hace indispensable que cuente con herramientas que le ayuden a crear una programación musical consistente, sin errores, con una buena curva musical, que llene las expectativas de la audiencia, y que le permita hacerla y corregirla en poco tiempo, para luego enfocarse en sus otras tareas.
¿En qué parte de la historia entra Oscar Bonello, el creador de Audicom, quien dice ser el precursor de los automatizadores para radio? ¿O estamos hablando de cosas distintas?
Este apartado de la radio es algo maravilloso, y es una gran herramienta para llegar a ese balance perfecto. Actualmente ocupo la versión 7 de Musicmaster y es increíble lo sencillo que es lograr relojes perfecto.
El nuevo árbol de reglas tiene un varita mágica que realmente hace magia, analiza cada categoría, su contenido, posiciones de las categorías en los relojes y luego los relojes asignados a las horas de cada día para así arrojar una serie de reglas a cada categoría determinado así el mejor ajuste posible. El resultados rotaciones perfectas, yo le llamo «La escalera multicolor»
Gracias por compartir este artículo tan interesante. Este tema y el procesamiento de audios es lo que más disfruto de la radio por dentro.