La piratería no consiste únicamente en hacer CD’s ilegales…
Por estos días se han publicado en redes un par de artículos en los que se denuncia la payola en Colombia, esa práctica de algunos radiodifusores que cobran bajo cuerda por tocar las canciones de los artistas.
He visto muchos comentarios de gente que rechaza esta práctica y supongo que habrá muchos otros que mejor no dicen nada, ya sea porque la reciben o porque les gustaría que alguna vez les hicieran una propuesta similar.
Pero mi artículo de hoy no habla de la payola. Ya lo hice en un artículo anterior (Lo puede leer dando clic en este enlace: “La maldita payola: ¿acabará con la Radio?”).
Más bien me enfoco en la corrupción, que tanto nos indigna, de la que tanto nos quejamos en redes, de la que culpamos a los políticos, y de manera más específica en la descarga de canciones y la piratería.
Porque nó: la corrupción no se da únicamente en la política.
En los años 60, con la posibilidad de regrabar fácilmente, comenzó la preocupación de que la gente dejara de comprar discos, acudiendo mejor a sus amigos y familiares para que les prestaran esas grabaciones y registrarlas en sus casetes.
Es muy posible que ese tipo de prácticas fueran masivas, pero eran muy difíciles de rastrear porque se realizaban de manera cerrada, entre amigos y familiares.
Pero la real preocupación llegó cuando aparecieron plataformas de internet que permitían compartir archivos. Napster, Limewire y Kazaa permitían que cualquier persona entrara al disco duro de mi computador y copiara desde allí las canciones que quería.
Esto ya no era entre amigos y familiares. Cualquier persona, en cualquier lugar del mundo, podía compartir sus canciones con el resto del planeta. Es imposible saber cuántas canciones se compartieron de manera gratuita con esas plataformas, y menos aún saber cuánta plata perdieron las disqueras y los artistas.
Algunos cálculos en 2012 hablaban de pérdidas de al menos 12 mil millones de dólares en pérdidas. ¡Esa es mucha plata!
Tan solo Napster se hizo tan popular que llegó a tener 57 millones de usuarios, gente que no tenía que pagar por la música que escuchaba. Como resultado, la piratería afectó fuertemente a la industria musical.
Recordemos que un artista entra al negocio de la música no solo por mostrar su talento o por volverse famoso, sino que también lo hace para ganar dinero, al igual que cualquier otro profesional.
Los artistas obtienen regalías y adelantos según sus contratos de grabación. Pero cuando en lugar de comprar su música legalmente la gente la piratea, la pérdida no solo va para el artista sino, también, para el sello discográfico.
No es difícil entender, entonces, que la música pirata afecta a toda la industria musical. Y no solo a los cantantes. De la industria de la música vive un número gigantesco de personas, yendo desde los compositores, arreglistas, productores, músicos acompañantes y técnicos de grabación hasta la gente de promoción, mercadeo, distribución y manejo de artistas.
Entonces viene la pregunta: ¿Es justo que los artistas y editores quieran dinero por el producto que realizan? ¡Claro que sí!
Mirémoslo de esta manera… Si usted le dedicara tiempo y esfuerzo a escribir, interpretar y producir una canción, ¿le gustaría que la gente pagara por su trabajo? ¿O cree que estaría bien que cientos, miles o incluso millones de personas obtuvieran su canción sin pagar?
La música es el sustento de quienes la hacen, de quienes viven de ella, y es así como llevan la comida a su casa.
Y este es el meollo del asunto. Los artistas y los editores producen música para ganarse la vida, pero muchas personas la obtienen sin pagar nada.
Veámoslo de otra manera: ¿le parecería justo que la empresa para la cual usted trabaja le pidiera que desempeñe sus funciones sin un salario? Probablemente no. Y es lógico suponer que la mayoría de artistas y editores de música no quieran realizar sus tareas como algo benéfico.
Ellos, igual que usted, quieren que les paguen por su trabajo.
La gente hace su trabajo con el entendimiento de que se le pagará por su labor. Cuando las personas realizan su trabajo (artistas, editores, autores… y usted), y otras personas obtienen el producto de forma gratuita, naturalmente, van a crear algo de frustración.
Ahora, me imagino que algunas personas dirán cosas como: «Sólo estoy descargando una canción» o «No estoy matando, mutilando o violando a nadie… Sólo estoy descargando una canción«.
Ambas declaraciones son básicamente ciertas. Son solo unas pocas canciones (en la mayoría de los casos), y nadie está siendo asesinado. Pero… descargar canciones sin pagar es robar.
¿Qué? ¿Robar? Sí… robar. Es lo mismo que si usted fuera a una tienda de discos, guardara un CD en su bolsillo y saliera por la puerta.
O es lo mismo que si usted pasara 40 o 50 horas a la semana trabajando en la emisora y lo único que recibiera fuera una nota de agradecimiento a final de mes.
¿Trabajaría usted gratis? Lo dudo. Y dudo también que los músicos y los editores de música hagan todo su trabajo para que usted y otros puedan tener música gratis.
Y esto no solo aplica para esas redes, que ya están prácticamente desaparecidas.
Comprar discos piratas, descargar canciones de Youtube, compartir contraseñas de Spotify, copiar en discos duros o en memorias USB de otras personas, también son piratería, también es un robo, y también afectan a esas personas que hacen un trabajo duro, que invierten dinero y que aspiran a vivir de lo que saben hacer.
¿Se imagina que usted hiciera su trabajo y no se lo pagaran a usted sino a otra persona? Eso es lo que pasa con la piratería. La platica que usted paga por un CD pirata no es para el vendedor de la calle. Es para esas mafias –porque lo son- que se lucran del trabajo de los demás.
Aunque yo compré cientos de discos y CD’s, y la mayoría de la música me la entregaban como muestras las disqueras, también usé Napster, Limewire, Ares y, más recientemente, Youtube para descargar canciones (no para uso personal sino generalmente para el trabajo).
No quiero dármelas de santo o incorruptible con este artículo. No me siento orgulloso de haberlo hecho. Pero sí me arrepiento de haber caído en esa trampa y, hoy en día, pago por servicios de streaming para no tener que piratear.
Yo sé que este artículo no va a evitar que usted o que otras personas hagan piratería. En un país tan corrupto como el nuestro, a muchos les parecerá lo más normal ‘bajar’ canciones gratis de internet o copiarlas del computador de un amigo o colega y pensar que nadie se va a perjudicar por ello.
Sin embargo sí quiero que recuerde que si usted o yo lo hacemos, estamos robando. Somos unos ladrones, sin disculpas de ningún tipo, iguales a esos que denunciamos con rabia en las redes sociales.