– ¡Papá, papá, jugué el mejor partido de mi vida! ¡Marqué tres goles!
– Qué bien, ¿y cómo quedaron?
– Pues perdimos 2 a 1.
Era un niño tan alto, pero tan alto que se comió un yogur, y cuando le llegó al estómago ya estaba caducado.
– Mamá, ¿qué tienes en la panza?
– Es un bebé, hijo.
– ¿Y lo quieres mucho?
– Sí hijo, lo quiero mucho.
– Ah, ¿y por qué te lo comiste?
¿Por qué algunos niños ponen azúcar debajo de la almohada?… Para tener dulces sueños.
– Mamá, que buena está la paella.
– Pues repite hijo.
– Mamá, que buena está la paella.