Érase una vez un loco, pero tan loco, que fue a meterse al manicomio él solo.
Érase una vez una casita tan chiquita, pero tan chiquita que cuando entraba la luz del sol se tenía que salir la gente.
Érase una vez un gordo, pero tan gordo que para encontrarse el ano tenía que buscarlo en un mapa.
Érase una vez un niño tan feo, pero tan feo, que cuando nació el doctor dijo “si no llora, es el hígado”.
Érase una vez una gorda, pero tan gorda, que cuando llegaba a su casa su panza llegaba media hora antes.