70 años de Caracol: 7 anécdotas de mi llegada

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La cadena de radio más importante de Colombia cumple 70 años, y aquí recuerdo algunos momentos que marcaron mi llegada a esta empresa.

El primero de septiembre de 1948 se creó lo que se denominó, inicialmente, “el triángulo de oro” al encadenarse las emisoras La Voz de Antioquia de Medellín, Emisoras Nuevo Mundo de Bogotá y La Voz del Río Cauca de Cali.

De esta forma se conformó la primera cadena radial colombiana, y de allí surgió su nombre: CAdena RAdial COLombiana, Caracol.

Ahora que se celebran los 70 años de su fundación, he querido presentarles algunas anécdotas de mi llegada a esa empresa, a la que serví durante más de 19 años y de la cual conservo los mejores recuerdos y grandes amigos.

  1. La “nueva” sede:

Llevaba menos de un año viviendo en la capital y aún me faltaba mucho por conocer de esa gran ciudad. Con mi esposa nos metimos en nuestro Renault 9 por un sector que nunca habíamos visitado y tratamos de encontrar la sede de la que, a partir de la próxima semana, sería mi nueva casa de trabajo por 19 años.

En plena zona industrial de Paloquemao llegamos a un vetusto edificio en donde, hasta hacía pocos meses, funcionaba la desaparecida Radio Sutatenza. Alrededor sólo estaba la fábrica de Icasa, la embotelladora de Gaseosas Colombianas y varias bodegas.

En este reconocimiento del terreno, desde fuera se notaba que se estaba trabajando a toda marcha en la reconstrucción del edificio. Obreros entraban y salían con carretillas y herramientas de trabajo.

Al llegar a ese sitio y ver las condiciones en las que se encontraba llegué a pensar: “me retiro de la emisora número 1 de Bogotá, con una sede cómoda y recién renovada en Teusaquillo, para venir a meterme en este oscuro y despoblado sector… ¿habré tomado la decisión correcta?

31 de julio de 1989. Luego de firmar el contrato ingreso por primera vez a esa sede. Era un edificio de 5 pisos. En el primero estaba la recepción, aún sin construirse. En el segundo, en el ala norte, quedarían la Presidencia y las Vicepresidencias, y al sur las salas de redacción de noticias y deportes.

En el ala norte del tercer piso se adecuaban las oficinas del departamento Comercial y de Pautas, y al sur se construían las cabinas de la Cadena Básica, Radio Reloj y Radio Deportes.

Y, luego de pasar brincando y esquivando charcos y montículos de arena, llego al cuarto piso. Al lado derecho había una pared de madera y vidrio. Estaba pintada con grafitis. Parecía un túnel oscuro y descuidado. La verdad, me dio un poco de susto…

A mi izquierda, apenas entrando, estaba la cabina de Radioactiva, una emisora que había sido lanzada solo 4 meses atrás para competir contra 88.9, Súper Estéreo, que según la última medición entregada en noviembre de 1988, era la emisora más escuchada de Bogotá.

Y yo, que fui su director hasta este momento, debía trabajar ahora contra ella para tratar de ser número 1 con este nuevo proyecto. Una labor muy difícil y casi imposible de lograr.

Arriba, en el quinto piso, iban a quedar las emisoras musicales. Todo parecía el fin del mundo. Picas, palas, carretillas y obreros taladrando el piso. La idea era quitar las antiguas baldosas para cambiarlas por un piso nuevo, más moderno.

En agosto de 1989, en esta nueva sede solo estaban Radioactiva y Radio Recuerdos. Mientras tanto, las oficinas centrales y demás emisoras de Caracol seguían operando desde la antigua sede de la avenida 19, entre carreras 8ª y 9ª.

Y en esta especie de búnker, descubriendo un nuevo mundo, comencé a trabajar sin pensar que iba a pasar casi la mitad de mi vida dentro de sus paredes.

  1. Taladros sobre la cabeza:

Antes de mi llegada, Armando Plata Camacho, creador del concepto Radioactiva, tenía a su lado gente tan valiosa como Hernán Orjuela, director de Bogotá, Jorge Marín, Deysa Rayo y, entre otros, a Camilo Pombo.

La cabina de Radioactiva estaba, inicialmente, en el 4º piso. Usaba una gigantesca consola de radio, nada menos que la antigua mesa de controles de Radio Sutatenza. La mesa que la sostenía estaba desvencijada y se balanceaba de un lado a otro con el peso de la consola.

Camilo nunca había hecho controles y debutaba como disc-jockey. Debido a su falta de experiencia, y a lo complicado que era manejar una consola de 32 canales creada para una emisora básica de noticias, decidió ponerse como apelativo “Juan Sebastián Bache”.

Armando era el único en Caracol que tenía secretaria privada bilingüe. Ni siquiera la Presidencia tenía una. Además contaba con un equipo de 16 practicantes, entre quienes se contaba el genial Félix Riaño, uno de los precursores y el mayor impulsor del Podcast en Colombia.

Para esa época no se usaban CD’s. La música se pasaba en discos de vinilo de 45 R.P.M. o en Long-plays. Exactamente arriba, en el 5º piso, una máquina taladraba el piso incesantemente a lo largo de varias semanas.

Esto hizo que se abrieran pequeñas grietas por las que caía arena, no solo sobre nuestras cabezas durante el turno sino encima de los discos. Esa arena acabó, prácticamente, con la incipiente discoteca de la emisora, y hacer un turno con ese ruido era un verdadero martirio.

Afortunadamente yo tenía una gran colección de música y pude reemplazar rápidamente toda la discoteca. La empresa me repuso luego los discos.

  1. El ‘Ave’ está en el aire:

Cuando llegué a Radioactiva había un programa de la mañana presentado por Hernán Orjuela, director de la emisora, y Jorge Marín, quien se había retirado de 88.9 y hacía el papel de una señora chismosa llamada “Doña Jesusita”.

El programa no tenía nombre. Hernán trabajó hasta finales de agosto de ese año. Renunció a su puesto al asumir yo la dirección de la emisora y entonces comencé a construir un nuevo programa.

Al principio lo hice con Jorge, quien creó un nuevo personaje llamado “Simplicio”. Supuestamente era mi asistente, un joven inocente e ignorante, pero que en medio de su estupidez creaba situaciones muy divertidas.

Pero la idea era construir un equipo muy fuerte para competir contra “El Zoológico de la Mañana” que yo había armado en 88.9 y era la locura en ese momento.

El siguiente refuerzo fue Alejandro Villalobos. Siempre comenzaba sus turnos de discjockey usando sus iniciales, A. V., para identificarse. Por eso decía, “A partir de este momento, el Ave está en el aire…”. Bueno, y siempre terminaba su turno mandando sus “abrazos en estéreo”.

Era él quien interpretaba a “Don Fulgencio” y a “Carlotica” en 88.9, personajes que había creado Jorge Marín en esa emisora. Por esa razón, al llegar Villalobos, Jorge renunció inmediatamente y se devolvió a Súper Estéreo.

Con la salida de Marín hubo que crear otro nuevo personaje. Usando el distorsionador de voz, Villalobos se inventó un personaje llamado ‘Pity’, una niña tierna que, en medio de su inocencia, hacía preguntas acerca de temas adultos que ella no entendía.

Y fue Alejandro quien ideó el nombre del morning show. La idea era la siguiente: crear dentro del programa una serie de secciones que se pudieran comercializar, todas bajo un mismo concepto. Cada sección sería un ‘vagón’ (el vagón del entretenimiento, el vagón de los deportes, el vagón del humor, etc.), los cuales eran arrastrados por “La Locomotora”.

  1. El ‘Clan del Papanapunch:

Como lo comenté arriba, en septiembre de ese año llegó Alejandro Villalobos. La idea era fortalecer el equipo de Radioactiva ante la salida de Andrés Nieto, quien había venido conmigo pero se devolvió a 88.9 a los pocos días.

En Caracol había varios grupos de ventas, y uno de sus directores era Álvaro Upegui. Ellos aún no se habían pasado a la nueva sede, pero un día llegaron Álvaro y tres ejecutivas a ver el avance de la obra y a conocer su sitio de trabajo.

Alejandro y yo fuimos a saludarlos. Serían nuestros compañeros de trabajo. Álvaro, muy orgulloso, nos mostró la que sería la elegante oficina del Vicepresidente Comercial, Jorge Vargas.

En medio de la conversación, Álvaro nos dice que si nuestra idea era que trabajáramos en equipo deberíamos hacer parte de un club muy especial, el ‘Clan del Papanapunch’, y que esperaba que estuviéramos listos para unirnos a él.

Como buenos relacionistas públicos aceptamos unirnos a ese club, pero Álvaro nos dijo que para ingresar teníamos que pasar por una dura prueba. Entonces abrió un cajón y sacó de allí una botella de Aguardiente Néctar y un par de vasos.

Sí, para poder entrar al clan había que tomarse un vaso lleno de aguardiente.

“¿Quién arranca primero?”, dijo Álvaro. “¡Yo!”, dijo Alejandro, tratando de impresionar a las vendedoras.

Alejandro no tomaba trago, y me quedé sorprendido cuando cogió el vaso, y sin pensarlo, empezó a beber sin parar hasta dejarlo vacío. Y fue ahí cuando entendimos por qué ese club se llamaba así: mientras lo iba tomando, el coro de vendedoras cantaba a todo pulmón: “Papanapunch, papunch, papunch, parapán pan pan…

Eran las 10 de la mañana de un martes. Yo no podía creer lo que estaba pasando y, lo peor, ya no podía echarme atrás, así que seguí los pasos de Alejandro y me bogué el vaso de aguardiente al ritmo de la canción. No sé cómo lo logré…

Pero, tal vez, el más sorprendido fue Álvaro, quien sacó a relucir su ingenio y dijo inmediatamente que la prueba, realmente, no consistía en tomarse un vaso de aguardiente sino dos. Aunque nos quejamos, aduciendo que esa era una trampa, decidimos seguir con el juego…

Entonces Alejandro tomó el vaso lleno y comenzó a ingerirlo, pero al segundo trago no aguantó más… ¡y se vomitó en la alfombra recién instalada! En medio de las risas, Álvaro comenzó a preocuparse: habíamos “estrenado” así la flamante nueva oficina de la Vicepresidencia Comercial antes de que se mudara allí su nuevo inquilino.

  1. Llega a Bogotá “El Profesor Dinario”

Los viernes, Yamid Amat dejaba de lado las noticias políticas de la tarde y le bajaba el ritmo a su noticiero con un poco de humor. Realmente, esa fue la base de “La Luciérnaga”. Juan Harvey Caycedo hacía 3 o 4 personajes muy divertidos mientras Yamid comentaba las noticias de la semana.

Un día de ese mes de agosto estaba escuchando el programa y Yamid le dio paso a Óscar Rentería, quien le dijo que tenía como invitado al director del club América de Cali, Gabriel Ochoa.

La conversación se tornó chistosa, pues realmente se trataba de una imitación realizada por Guillermo Díaz Salamanca. Allí Guillermo imitó además a Belisario Betancur, a Willington Ortiz y a Misael Pastrana, entre otros personajes de actualidad.

Por esos días, Guillermo acababa de salir de Grupo Radial Colombiano y llegó a Caracol Cali para narrar los partidos de visitante de los equipos de fútbol de esa ciudad, y prácticamente nadie en Colombia conocía sus habilidades de humorista e imitador.

El lunes llegué a contarle a mi jefe, Carlos Arturo Gallego, que había escuchado las imitaciones de Guillermo, y que ese era el personaje que necesitaba para el ‘Morning’ de Radioactiva, que ya comenzaba a tomar forma pero que necesitaba un ‘empujón’ final.

De esta forma, a los pocos días ya estaba conmigo en el programa, y junto a Alejandro Villalobos y Claudio Rojas fuimos fortaleciendo el programa.

Las imitaciones eran importantes, pero yo pensaba que estaban dirigidas para un público adulto, por tratarse de temas políticos. Entonces le pedí a Guillermo que creara un personaje que fuera una especie de ‘mandadero’ de la emisora, al que le pedíamos que hiciera trámites pero nunca las completaba.

Guillermo se inventó a “Hipocondrio”. El nombre se debía a que siempre se hacía el enfermo para no cumplir con su trabajo. Por ejemplo, un día lo llamamos a ver dónde estaba y nos dijo que no había salido de la casa porque tenía mucho miedo. “El médico me dijo ayer que yo tenía un esqueleto por dentro, y eso me tiene muy ‘asustao’…

A Guillermo no le gustaba imitar o hacer voces femeninas. Por esos días surgió el escándalo de la reina Maribel Gutiérrez Tinoco, novia de Jairo ‘El Mico’ Durán, un supuesto empresario que resultó ser un hombre vinculado a negocios ilegales.

Le rogamos a Guillermo que imitara a la señorita Gutiérrez para fingir una entrevista con ella. Luego de mucho insistir por fin aceptó. Se fue al teléfono listo para hacer la imitación. Hacemos la supuesta llamada y nos responde una voz femenina con acento costeño.

– “Buenos días, ¿con quién hablamos?”, le pregunté, y me respondió: “Hablas con la mamá de Maribel…”.

– “Qué bueno… ¿y cuál es tu nombre?”.

– Y dice: “Mi nombre es Maribucha, mijo…”.

De esta forma iban surgiendo diferentes personajes con su voz prodigiosa, entre ellos “El mecánico”, “El Doctor Tuga” y un maestro que era un verdadero “torrente de sabiduría, “El Profesor Dinario”, quien ante cualquier respuesta nos respondía, “¡Imbécil!”.

Con la llegada de “La Luciérnaga”, Guillermo convirtió nuestro programa en su patio de entrenamiento para sus futuros personajes del programa de la tarde de Caracol, y poco a poco se fue alejando de nuestra emisora al llegarle a un público más interesante para él, y que acabó de proyectar su carrera como humorista.

  1. El humorista que fracasó y luego se desquitó

Además de ‘La Locomotora”, Guillermo Díaz participaba en Radio Deportes de Caracol. Allí hacía diferentes programas y narraba partidos de fútbol y competencias ciclísticas, su verdadera pasión.

Un día me dice: “Tito, le tengo un par de personajes que están haciendo prácticas en deportes pero que son muy chistosos. Creo que nos pueden servir para ‘La Locomotora’”. Yo le dije: “Claro, la competencia es muy dura y lo que necesitamos son buenos talentos…”

Al día siguiente aparecieron un joven rubio de ojos claros y nariz prominente, y un personaje flacuchento y de pelo largo, muy tímido. Eran Gabriel Delascasas y Martín de Francisco.

Gabriel se incorporó fácilmente al programa. Su humor negro e iconoclasta le dio un toque muy particular a ‘La Locomotora’, marcando una buena diferencia con el ‘Zoológico’.

Por el contrario, Martín no se pudo adaptar a nuestro estilo. En medio de su extrema timidez, la verdad es que no supe apreciar en ese momento la irreverencia que lo iría a caracterizar más adelante y con el cual se hizo famoso.

Nunca pensé que, 7 años después, iba a estar trabajando con Santiago Moure en Radioactiva, con un programa de radio que marcó toda una generación.

Y, precisamente, uno de sus primeros programas en Radioactiva estuvo dedicado por Martín a contar de manera jocosa la forma como yo lo había despreciado. De allí surgió, además, el que nos hubiera incluido a Alejandro Nieto (“Tátara”), Carlos Arturo Gallego (“El doctor C. Jotas”) y a mí («Pito López”) entre los personajes que fueron objeto de burla en sus caricaturas de televisión.

  1. Recibimientos explosivos:

El 27 de noviembre de 1989 continuábamos en el cuarto piso. Todavía no habían terminado de construir las cabinas de las emisoras musicales en el quinto piso, pero la Cadena Básica ya estaba estrenando sus nuevos estudios en el tercero.

A las 7 y 11 minutos de la mañana quedamos todos sorprendidos al enterarnos de que un avión de Avianca, el vuelo 203 a Cali, acababa de explotar en el aire, producto de una bomba.

Era la dura época de la guerra entre carteles y contra el narcotráfico. Ese día decidimos terminar el programa a esa hora, luego de ofrecer condolencias a las víctimas, y nos conectamos a la Cadena Básica.

Pero lo peor estaba por llegar: el 6 de diciembre, solo unos días después, llegamos a trabajar como siempre y nos estábamos divirtiendo en “La Locomotora” con el humor de Guillermo Díaz y Alejandro Villalobos.

Claudio Rojas, un excelente disc-jockey venezolano que trajimos de Cali, presentaba noticias de música y entretenimiento.

De pronto, a las 7:30 de la mañana, una explosión nos aturdió. El edificio se estremeció. Los vidrios de las ventanas se inflaron como si fueran de caucho. Uno de ellos se reventó. Claudio, que se sentaba en el borde de una ventana para poder fumar, por poco pierde el equilibrio y cae 4 pisos.

La confusión era total. No sabíamos qué había pasado. Salí corriendo a la Básica, que estaba un piso abajo, y allí nos informaron que una bomba acababa de explotar en un atentado contra el General Maza Márquez, cuyas oficinas estaban en el edificio del Departamento Administrativo de Seguridad, D.A.S.

Este edificio estaba a escasas 5 cuadras de Caracol. No sabíamos qué hacer. Obviamente dejamos de lado el humor y, nuevamente, terminamos conectando la emisora a la Cadena Básica para informar cómo transcurría ese duro momento de la guerra contra el narcotráfico.

Fueron esos dos hechos trágicos lo que nos dieron la “bienvenida” a esta nueva sede.

Conclusión

Esta es sólo una pequeña muestra de las decenas de historias y anécdotas que surgen cuando se trabaja en un medio de comunicación tan importante como Caracol.

Aprovecho esta ocasión para agradecer, primero, a Carlos Arturo Gallego, quien insistió en llevarme a la cadena, a pesar de mis constantes negativas.

A Ricardo Alarcón, quien al lado de Carlos Arturo me dio tantas enseñanzas y entregó en mis manos uno de los proyectos más importantes de la empresa, como lo fue la cadena Radioactiva, que en su momento llegó a estar conformada por 16 estaciones.

A Juan Piedra, quien me dio la oportunidad de desempeñarme como gerente general en Costa Rica, país al que amo y que me ha acogido como si fuera mi propia casa, y a Jordi Finazzi por darme la oportunidad de continuar haciendo radio, ahora como consultor de Prisa Radio en Costa Rica.

Y obviamente a todos quienes me acompañaron a lo largo del tiempo, desde 1989 hasta 2008, como director nacional de emisoras musicales.

De todos aprendí, y gracias a ellos puedo vivir hoy pensionado, procurando con mis escritos devolverles algo de lo que me entregaron de manera tan generosa durante tanto tiempo.

¡Feliz 70º aniversario, Caracol Radio!

 

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