A un japonés:
– ¡Hola!
– Las doce y tleinta.
– Hija, ¿cómo se llama ese alemán que me vuelve loca?
– Alzheimer, abuela, Alzheimer.
– ¿Sabías tú que Adán era el hombre más feliz sobre la tierra?
– ¿Por qué?
– ¡Porque no tenía suegra!
En la peluquería:
– Señora, ¿le envuelvo la cabeza con una toalla?
– No, me la llevo puesta.
– Amor, tu mamá se cayó de la azotea hace media hora.
– ¿Por qué no me habías dicho antes?
– Es que no me aguantaba la risa.