RADIO NOTAS.-Sólo faltaban diez minutos para la una de la tarde cuando por fin llegué al punto de encuentro. El edificio de la emisora era de una arquitectura simple pero imponente. La desesperación por llegar a tiempo, ya que cada minuto cuenta en la radio, se convirtió en emoción al saber que conocería una estación por primera vez. Apresuradamente subí las escaleras hasta el tercer nivel donde se encuentra la cabina donde diariamente y por una hora se desarrolla el programa de radio el cual iba a presenciar.
Atravesé una puerta de cristal y recibí con agrado la templada corriente del aire acondicionado y la sonrisa de la recepcionista, la cual amablemente me indicó hacia dónde debía dirigirme.
Para mi sorpresa, la cabina donde se realiza el programa es más pequeña de lo que mi imaginación inquieta había recreado.
Paredes forradas con un material aislante acústico, una isleta roja con luces en el techo que, ayudada por una amplia ventana de cristal, iluminaban brillantemente el espacio. Una mesa redonda de color marrón en el centro de la cabina, captaba toda la atención. Encima de ésta, cuatro micrófonos con sus respectivos audífonos, dos computadoras, una laptop, dos grandes relojes digitales, un teléfono y dos tableros de control máster lleno de botones y teclas completaban la imagen que se presentaba ante mis ojos.
Me recibieron dos de los locutores del programa. Jóvenes y entusiasmados son dos de las palabras que usaría para describirlos.
Me explicaron rápidamente, ya que apenas faltaban cinco minutos para iniciar la transmisión, qué se necesita para producir un programa de radio, la elaboración del guión y ciertos aspectos técnicos. Pero mi curiosidad se vio interrumpida, ya sólo falta un minuto para salir al aire. Toman sus puestos y la magia sucede. Desde ese pequeño espacio, transmiten a gran parte del territorio nacional e interactúan con sus radioescuchas a través del teléfono y las redes sociales.
Mientras observaba el desarrollo del programa, temerosa de hacer algún ruido e interrumpirlos, me di cuenta que no sólo basta una bonita voz para trabajar en la radio, también es necesario equiparse de la capacidad de improvisar para poder llenar cualquier “bache” en la transmisión. Los chicos trabajan en un engranaje perfecto, mediante señas y con la mirada se ceden los turnos para hablar con la naturalidad fluida que sólo otorga la experiencia. Casi termina el tiempo al aire, y uno de los locutores me da la oportunidad para saludar a los radioescuchas. Inmediatamente después de hacerlo, recibí un mensaje de un familiar que dijo que me escuchó en el programa. Sólo así entendí el alcance y la magia de ser locutor.