Los caminos paralelos de la música y el narcotráfico

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Quizás la primera unión de la música norteña con actividades criminales se dio a través de Chalino Sánchez. El cantante norteño se hizo famoso tanto por ese particular timbre de voz que seducía al público femenino, como por ser compositor de corridos por encargo que, si bien no eran totalmente explícitos, hablaban de actos criminales y estaban siempre rodeados de dinero y mujeres. Después de un atentado en el que resultó con un pulmón perforado, finalmente fue abatido, después de un concierto, en Culiacán.

Pero no fue hasta el mandato de Felipe Calderón que la violencia relacionada con el narcotráfico azotó al país con más fuerza. La ya tan famosa “guerra contra el narco”, abatió a criminales, soldados, civiles y cantantes de regional mexicano por igual.

Uno de los casos más sonados fue el de Sergio Gómez, vocalista de K-Paz de la Sierra, justo en el pleno apogeo del éxito del “pasito duranguense”, que la agrupación había puesto de moda. Supuestamente, Gómez fue secuestrado, torturado y ejecutado por presentarse en fiestas privadas de bandos contrarios.

Ramón Ayala es otro de los artistas involucrados con traficantes de estupefacientes. En diciembre del 2009 fue contratado para actuar en una “narcoposada” en la que se encontraba Arturo Beltrán Leyva. El delincuente logró escapar, pero el músico, junto con su banda y otras dos agrupaciones más fueron detenidos. Tiempo después se supo que Ayala recibía caballos y joyas provenientes de diversos criminales vinculados con el cartel de los Beltrán Leyva.

Incluso, Joan Sebastian, vivió señalado constantemente por las autoridades, ya que se sospechaba que tanto él como su hermano custodiaban cargamentos de droga en sus ranchos. A este hecho se asocian las violentas muertes de sus dos hijos: Trigo Figueroa González y Juan Sebastián Figueroa.

Paquita la del Barrio confesó en alguna ocasión que varias veces fue contratada por narcotraficantes, aunque ella no lo sabía hasta el momento de llegar al lugar de la presentación. Y no fue la única; al parecer, Jenni Rivera también fue contratada por narcotraficantes, e incluso ella misma confiesa, en su autobiografía, que varias veces pagó “derecho de piso” a los jefes de las “plazas” en las localidades en las que tenía presentaciones.

Después de su captura, Edgar Valdez “La Barbie”, sicario de los Beltrán Leyva y del Chapo Guzmán, confesó que en diversas ocasiones contrató los servicios de Límite, Los Cadetes de Linares y Ramón Ayala para las fiestas privadas de sus jefes.

El narcorrido evolucionó en lo que ahora se conoce como movimiento alterado: cantantes que sin pelos en la lengua hablan de ejecuciones, tráfico de drogas y pelea de “plazas”, entre otros temas. Se trata de una moda que no sólo se quedó en la música, sino que se movió a la ropa, el calzado, los automóviles y hasta la forma de hablar. Los mayores representantes de este género son Alfredo Ríos “El Komander”, Buknas de Culiacán, Los Buitres y El RM.

Sin embargo, una agrupación que ha sabido mantenerse al margen a pesar de haber tenido grandes éxitos con los narcorridos, son Los Tigres del Norte. Ellos han mencionado en diversas ocasiones que si han logrado mantenerse a salvo es por el enfoque de sus canciones. No es que celebren el crimen, sino que retratan la situación actual del país y siempre tienen mucho cuidado de no ser explícitos ni mencionar nombres.

¿Víctimas o cómplices? Lo cierto es que la música norteña siempre tendrá una vertiente vinculada profundamente con uno de los conflictos más penosos y complejos de nuestro país. Al final, la música es también reflejo de la sociedad que la crea y que la consume.

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