Está loca, pensó más de alguno. ¿Cómo que Huevos?—. El nombre que tiene ahora se me hace ridículo —continuó la conductora—. A mí no me gusta Aerobics.
Tal vez algo tuviera que ver el hecho de que Sánchez Navarro —franca, abierta, rápida para expresar lo que siente— era una recién llegada a 99.3, o que hubiera entrado a la radio a una edad “avanzada”: aunque apenas era veinteañera, para esa edad otros locutores ya llevaban camino recorrido. ¿Qué sabía ella sobre ponerle nombre a un morning show? Pero algo bueno había en la idea, después de todo, porque Sofía, la locutora de voz ronca que había trabajado en el área de publicidad, terminó saliéndose con la suya. Huevos comenzó con muchos ídem con cinco horas de duración, de seis a once de la mañana. Pronto se estableció una comunicación íntima, sin dobleces, entre conductora y auditorio. Luego le ofrecieron la dirección de Friends Connection, el popular programa de la tarde que de sólo nombrarlo producía buena vibra: conectar amigos, concretar amistades, amores. Pero el conductor anterior fue todo menos amistoso cuando se enteró de las nuevas. Ése fue mi primer enfrentamiento feroz en el medio, recuerda Sofía. Jorge (Villegas) me amenazó terriblemente. Me dijo, golpeando la mesa y todo: `Si tú tomas ese programa te vas a acordar de mí ́. Me dijo que me iba a boicotear el programa; todos los días mandaba a sus fans a mentarme la madre, al aire y fuera del aire. Yo tenía sentimientos encontrados; parte orgullo herido, parte miedo a los mensajes, pero eso sí, mucha determinación, subraya Sofía, que un día decidió que era momento de poner las cartas sobre la mesa y agarrar el toro por los cuernos. Se sentó frente al micrófono en su cabina y comenzó a hablar.
Como un cuento de hadas
Sofía Sánchez Navarro sonríe todo el tiempo, a veces se pone seria, habla rápido pero sin trastabillar, como si pensara todo rápidamente; transmite alegría y fortaleza, aunque su vida no ha sido un cuento de hadas, pero si alguien filmara la película, en muchas partes eso es precisamente lo que parecería. Mi papá era un ingeniero químico que trabajaba en Pemex, mi mamá nació en Bélgica. Él se había ido a estudiar petroquímica en Alemania y ella estudiaba diseño de modas en Bruselas. Se conocieron en los castillos de Versalles. Fue una historia de amor maravillosa: se vieron y se enamoraron perdidamente de primera instancia. Él tuvo que regresar a México y se dejaron de ver cinco años, pero se escribían. En una Navidad, mi madre le envió una carta y mi papá decidió que ella era el amor de su vida, se fue a Bruselas y se casaron. Mi mamá se vino a México en una situación terrible cuenta La Chofas, como la llaman sus seguidores. Ella había vivido en un mundo de cristal, con una familia muy acomodada en Bélgica. Mi papá la llevó a vivir a Minatitlán, Veracruz, que en ese entonces ni calles pavimentadas tenía, así que la tuvo muy difícil: sin hablar el idioma, sin conocer la cultura mexicana, con mucho trabajo para adaptarse a la comida. Ahí en Minatitlán nació mi hermano Juan. Posteriormente se mudaron a la Ciudad de México, donde nacimos yo y mi hermana Jeaninne.
Vivíamos al sur de la ciudad. A mí me metieron a una escuela alemana porque mi papá había estudiado el idioma y quería que yo estuviera ahí, pero se dio cuenta de que yo ni hablaba ni practicaba el alemán, así que después me pasaron a una escuela francesa, el Liceo Franco Mexicano de la Ciudad de México. Ahí transcurrió mi primaria y la secundaria, en un ambiente familiar sano, lindo. De aquella etapa lo que más viene a mi memoria son los viajes; son los recuerdos más gratos que tengo. A mi papá le encantaba viajar por la República. Mi padre no era muy cercano a nosotros, trabajaba todo el día y no lo veíamos, así que las vacaciones eran la forma de estar con él. Viajábamos en remolques o trailer parks, recorríamos todo el país, conocí todos los lugares de manera muy orgánica; acampábamos en la naturaleza. En ese sentido, yo era muy distinta a mis amigas, que llegaban a hoteles, mientras yo dormía en campers. Una navidad, por ejemplo, la pasamos en la selva comiendo chango. Fueron momentos mágicos, de encuentro familiar. En cuanto a mi madre, de ser diseñadora de modas, se convirtió en mamá de tiempo completo y eso me sirvió mucho para el futuro; siempre estuvo presente, fue amorosa, luchó muchísimo, porque la relación de mis padres se fue deteriorando, y tristemente, ya en mi adolescencia fue bastante difícil. Ellos eran de maneras de ser muy distintas. Se dejaron de hablar muchos años y la adolescencia fue complicada, aunque yo siempre traté de mantener una actitud positiva y de amor hacia la vida.
Nieta de Juan, voz de Juan
Sofía Sánchez Navarro es nieta de Juan Sánchez Navarro, que fue un destacado empresario mexicano, fundador de varias organizaciones patronales, autor de diversas publicaciones y uno de los fundadores del Partido Acción Nacional. El padre de Sofía —un hombre duro e impositivo, en sus propias palabras— fue fruto del primer y efímero matrimonio del empresario, que en sus segundas nupcias concibió siete hijos. Con los años entendí muchas cosas de por qué fue así mi padre, reflexiona Sofía. Mi abuelo era un gran empresario con relaciones muy importantes, con un bagaje cultural impresionante. Muchas veces tenía reuniones particulares con el que iba a ser el próximo presidente de México. Cuando se volvió a casar, mi papá quedó relegado de la nueva familia. Eso me hizo ir entendiendo al paso de los años por qué se convirtió en una persona tan seca y fría. Por lo demás, a pesar de haber tenido un abuelo famoso, y evidentemente con mucho dinero, yo no viví esa parte. En casa todos tuvimos que trabajar desde muy temprana edad. Yo empecé a los veinte años, me compré mi coche, años después me fui a vivir sola y mantuve durante muchos años a mi mamá y a mi hermana, porque la relación con mi papá ya era muy difícil.
Además de tener un abuelo ilustre, Sofía Sánchez Navarro tiene también un timbre de voz muy reconocido que ha seducido a miles de radioescuchas de dos o tres generaciones, misma que, ella misma lo admite, fue el que le dio la entrada a la radio. Era una época en la que se buscaban precisamente voces así, ronquitas, sexis. De chica me confundían por teléfono cada vez que hablaban a la casa y buscaban a mi hermano Juan.
—Hola, Juan.
—No soy Juan, soy Sofía.
—Ya, Juan. ¿Qué onda?
—Que no soy Juan, soy Sofíaaa.
Y así viví toda mi infancia y adolescencia, se ríe al recordar. Jamás me imaginé que me fuera a dedicar a la locución. Obviamente los hombres sí decían que qué voz tan sexy tenía, y yo les respondía: `¡Pero si la tengo de hombre! ́. `¡Que no! Tienes una voz súper sexy, súper cachonda ́, pero yo renegaba de mi voz. Cuando estudié la carrera de Comunicación, los profesores en la universidad también me decían que tenía una voz espectacular: `Deberías dedicarte a la tele, porque además tienes buen físico, facilidad de palabra, la cámara no te apena, y en la radio también eres muy desenvuelta ́. En ese entonces tenía un profesor, Luis Carrandi, que sigue trabajando en la radio, que me dijo que debería dedicarme justamente a ello porque lo hacía bien, que sabía improvisar, pero yo siempre dije que no.
Llegué a este mundo trabajando en Qualy Clever. Estaba encargada de la parte de ventas, relaciones públicas, venta de espacios para postproducción. En ese tiempo Charo Fernández grababa la presentación de la revista Eres. Hubo dos veces que ella no pudo hacer la grabación y todos me dijeron que por favor grabara ese comercial. Claro que no lo cobraba, lo hacía con mucha facilidad. Dos veces me lo pidieron y me dijeron: `Tienes que grabar como Charo Fernández; haz como si fueras ella ́. Un día, en Qualy, estaba en la recepción esperando unos documentos para mi jefe y se acercó Julio César Palomera, que sigue siendo voz comercial muy reconocida en México; dije algo, se volteó y dijo: `¡Qué voz tienes! Tienes una voz maravillosa. ¿Eres locutora? ́. Yo le dije: `No, yo trabajo aquí haciendo la talacha ́. Me comentó que una locutora de Digital 99.3 estaba a punto de salir por su embarazo y que estaban haciendo un casting, así que me invitó al día siguiente a que participara.
La reacción de Sofía fue replicar que ella nunca había hecho radio, decir que no tenía experiencia ni idea de qué es lo que debía hacer, pero Palomera de la Ree insistió. De inmediato se fue a comprar un montón de revistas musicales para contar con material para hablar frente al micrófono. Quería enterarme al menos un poco de la vida de los artistas; no tenía ni la menor idea de música, me leí los chismes y al día siguiente me planté. Me pusieron en una cabina y me dijeron que tenía media hora para hablar. Estaba temblando. Pero de pronto me solté como tarabilla. En ese tiempo yo me reía muchísimo. Me preguntaba, me contestaba a mí misma, me reía, contaba anécdotas, inventaba cosas. Al final, terminé hablando una hora. El jefe de la estación, Héctor Lama, me dijo que quería que trabajara con ellos, pero que al día siguiente habría otro casting más en inglés. Yo hablo italiano y entonces hablaba también francés, pero inglés nada. Aun así me aventé. Al día siguiente me dijeron que estaba contratada y que iba a tener seis horas al aire.
Del Libro de monitorLATINO: En la Misma Sintonía, Vidas en la Radio
Fin de la primera parte