Temor, impotencia y rabia en la frontera de EE.UU. y México
Una idea loca, racista, inviable: en la transitada frontera entre Estados Unidos y México es difícil encontrar a alguien que esté de acuerdo con la construcción del muro ordenada por Donald Trump.
Sin una semana aún en el poder y como lo prometió en su campaña electoral, Trump anunció su política para reforzar los controles migratorios, que incluye la deportación de indocumentados con antecedentes criminales.
En el mayor cruce fronterizo terrestre del planeta, que conecta la estadounidense San Ysidro con la ciudad mexicana de Tijuana, el sentimiento es de miedo, frustración y rabia por el anuncio.
Aquí ya existe una división física. Dos cercas gigantescas con alambrado de púas, que se construyeron entre finales de 1990 y la primera década de 2000.
«Lo del muro se me hace una tontería porque si ya está todo lo que hay, ¿para qué quiere más?», se preguntó Esperanza Preciado, una chica de 19 años mientras cruzaba a pie de Estados Unidos a México con su bebé en brazos para llevársela al padre. Ella trabaja en las casas de cambio de San Ysidro, y está legal.
«Pero tengo mucha familia que no tiene papeles y me da miedo por ellos», dijo.