Durante muchos años, ser locutor era sinónimo de preparación, técnica y una conexión genuina con la audiencia. Se necesitaba estudiar, dominar la voz, entender la pausa, controlar la respiración y conocer el poder de una palabra bien dicha. La figura del locutor representaba autoridad, sensibilidad y oficio.
Hoy, las reglas parecen haber cambiado: el micrófono ya no es exclusivo de los profesionales, también pertenece a quienes conquistan audiencias desde un celular. La democratización de las plataformas abrió un escenario donde cualquiera puede ser escuchado, y donde la voz viral puede tener el mismo (o incluso mayor) alcance que la voz entrenada.
Los influencers, cantantes y creadores de contenido han llegado a la radio impulsados por su popularidad. Su presencia puede atraer nuevos oyentes, refrescar formatos y conectar con audiencias jóvenes que quizá ya no consumen la radio tradicional. Ese es un gran pro: la radio respira aire nuevo y se mantiene vigente. Pero también existe el otro lado: la viralidad no siempre garantiza una comunicación efectiva, una conducción clara ni una conexión emocional real con el público. Ahí surge la duda sobre el valor del oficio, de la técnica, de los años de formación que definían a un locutor profesional.
Porque el locutor no solo habla, comunica. Detrás de su voz hay experiencia, sensibilidad, ética, responsabilidad y una comprensión del ritmo que solo la práctica y la preparación pueden dar. Ese profesional sabe modular emociones, dar intención sin exagerar y sostener la atención incluso sin necesidad de un guión perfecto.
Sin embargo, la industria también ha cambiado y negar el impacto de estas nuevas voces sería ignorar la evolución natural del medio. Hoy es más fácil llegar a una emisora que hace veinte años, sí, pero eso no significa que sea más fácil permanecer. La audiencia reconoce la autenticidad, pero también valora la calidad. Y aunque muchos influencers sorprenden con talento genuino, otros dejan claro que la popularidad no sustituye la preparación.
Quizá el reto no sea elegir entre la voz entrenada o la voz viral, sino encontrar el punto en que ambas convivan, se nutran y empujen al medio hacia adelante. La radio lleva décadas adaptándose: sobrevivió al televisor, al streaming, a los podcasts y ahora a la viralidad. Tal vez este sea solo otro capítulo de su constante reinvención.
Después de todo, la esencia de la radio sigue siendo la misma: generar un impacto real en quien está del otro lado. Puede ser una voz formada o una voz que nació en redes, pero lo que verdaderamente pesa es la autenticidad, la claridad y la capacidad de sostener la atención más allá del momento viral. En un mundo donde todos pueden hablar, no todos logran trascender.
¿De verdad el público ya no distingue entre una voz preparada y una voz popular… o simplemente está aprendiendo a valorar ambas de formas distintas?
Esta nota fue realizada por Alpha González, Lic. en Periodismo por la EPCS, con experiencia en la cobertura de la industria de la radio y los medios de comunicación.















