– ¿Me prestas 100 dólares?
– Bueno, pero con la condición de que no te los quedes mucho tiempo.
– ¡Ah! Por eso no te preocupes, en una hora ya no los tengo.
– Señor, usted está bizco.
– No, lo que pasa es que tengo un ojo tan bonito que el otro se lo queda mirando.
– Ya di el primer paso para mi divorcio.
– ¿Y que hiciste?
– ¡Me casé!
¿Cuál es el colmo de una monja?… Enfermarse y no tener cura.
– Disculpe, ¿estas manzanas son francesas o americanas?
– Perdone señora, pero usted piensa comerlas o platicar con ellas.