Aprendamos del pasado para hacer humor en la radio

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El genial humorista Guillermo Díaz Salamanca nos está contando en su propia voz y en la de algunos personajes que él imita, la historia del humor en la radio colombiana a través de una serie de podcasts que publica cada semana en la Radio Nacional de Colombia.

La serie se llama “Ja, ja, ja… ¿de qué nos reímos?” y todos sus capítulos se pueden escuchar en este sitio: https://www.radionacional.co/podcasts/ja-ja-ja-de-que-nos-reimos-guillermo-diaz-salamanca

Allí podemos escuchar la historia salpicada con grabaciones y anécdotas de programas como ‘La simpática escuelita que dirige Doña Rita’, ‘Las aventuras de Montecristo’, ‘Los Chaparrines’, ‘El manicomio de Vargas Vil’, ‘Los Tolimenses’, Hebert Castro, ‘La zaranda’, ‘El zoológico de la mañana’ y ‘La locomotora’, entre otros.

Luego de escuchar esos podcasts noté la gran influencia que tuvieron en mí los viejos programas de humor que podíamos escuchar por allá en los años 60 y 70. No solo me divertía escuchándolos sino que me dejaron una inquietud que vine a concretar años después, cuando comencé a hacer ‘Morning Shows’ en Colombia.

Estos programas de la mañana marcaron un antes y un después en la radio musical. Hasta 1986, cuando comenzamos a realizar ‘Despiértese con Veracruz’ en Medellín, el humor solo se había producido en las emisoras de A.M., y más específicamente, en las llamadas Cadenas Básicas.

En un viaje que realicé en 1988 a Nueva York junto a Donnie Miranda tuvimos la oportunidad de asistir a la realización del más exitoso ‘Morning Show’ de todos los tiempos: el ya legendario ‘Morning Zoo’ de la emisora Z-100.

En ese programa, Scott Shannon era el conductor y director y contaba con Ross Brittain como su compañero serio, Claire Stevens en las noticias, el profesor Jonathan B. Bell en los servicios a la comunidad, «Captain» Kevin respondiendo los teléfonos y J. R. Nelson como productor de audio.

Pero quien más nos llamó la atención fue ‘Mister Leonard’, un personaje interpretado por John Rio que tenía una voz chillona y quien se autodenominaba ‘director asistente de servicios públicos’. En realidad, representaba a una persona que siempre veía la forma de escurrirse de las tareas que le tocaba hacer.

A nuestro regreso a Medellín quisimos tener un personaje de humor en nuestro programa de la mañana, que ya veníamos realizando desde 1986 pero que realmente era más una revista de entretenimiento que un programa de humor.

Sin tener el presupuesto para contratar a alguien más, comenzamos a investigar quién podría cumplir con esa función, y ahí apareció Mauricio Pérez, un disc-jockey de la emisora que sabía hacer la voz de un niñito.

De esta forma le creamos una personalidad: la idea es que fuera un niño travieso que entraba a la cabina y creaba un caos a su alrededor mientras nosotros tratábamos de sacar adelante nuestro programa. Su nombre, ‘Pochito’, lo sacamos de la forma como el papá de Donnie le decía cuando era chiquito.

Para esa época todo era improvisado. Realmente no preparábamos nada, no había libretos de ninguna clase, a duras penas nos inventábamos una situación sobre la marcha y nos quedábamos esperando a que resultara una situación muy chistosa para rematar.

Obviamente había momentos muy divertidos, pero había otros muy aburridos, sin que pasara nada. Afortunadamente para nosotros, el nuestro era el único Morning Show en toda Colombia (y probablemente en Latinoamérica), y la gente nos perdonaba todo. Además, no había competencia.

Al llegar a la Superestación de Bogotá en 1988, me dieron la tarea de crear un nuevo Morning Show similar al de Medellín, teniendo en cuenta el estruendoso éxito que habíamos logrado con ‘Despiértese von Veracruz’.

Allí también surgieron un par de personajes cuyas características no estaban muy bien definidas. ‘Carlota Mayo Larrota’, cuya voz femenina era interpretada por Jorge Marín mediante un procesador de sonido, era una mujer coqueta y extrovertida. Al fin y al cabo, quien la interpretaba pensaba como hombre…

El otro personaje fue ‘Don Fulgencio Cabeza Manotas’, un viejo cascarrabias que aparentaba ser un abogado de mucho éxito pero que no era más que un tinterillo, tratando de ocultar que no tenía dinero y que siempre andaba en un destartalado Simca 1.000 que se varaba por gasolina.

Por hacer radio completamente empírica, nuestro trabajo se realizaba más con emoción y pasión que con verdadero profesionalismo. No teníamos libretistas y todo lo dejábamos al repentismo y a los chispazos que pudieran salir de nuestros personajes.

Aprendimos a punta de prueba y error, y nos podíamos dar ese lujo por ser pioneros, porque nadie más estaba haciendo algo parecido y, especialmente, porque nuestros jefes estaban tan sorprendidos de lo que hacíamos que ni siquiera sabían cómo reaccionar y ayudarnos.

A mi llegada a Radioactiva un año más tarde, en 1989, tuve la oportunidad de trabajar con Guillermo Díaz. En su faceta de humor, Guillermo hacía reír a la gente con sus imitaciones de diferentes personajes de la política, el deporte y la actualidad nacional.

Sin embargo, su humor era muy adulto y nosotros estábamos enfocados en el público joven, que no le interesaba la política. La solución que se me ocurrió fue crear personajes en lugar de hacer imitaciones.

El primero que se me ocurrió, inspirado en ‘Mr. Leonard’, fue el de un mensajero que trabajaba para la emisora, muy perezoso, buscando disculpas para no cumplir con su labor. Para ello siempre inventaba una enfermedad inexistente. Por eso Guillermo Díaz le puso el nombre de ‘Hipocondrio’.

Luego fuimos inventando otros personajes que complementaba de alguna manera nuestra labor: el ‘profesor Dinario’ y su “torrente de sabiduría”, como una forma de lograr empatía con los jóvenes colegiales que nos escuchaban.

También estaban ‘Doña Maribucha’, una señora costeña muy enterada de la farándula. ‘El Mecánico’, a quien le mandábamos a arreglar nuestros carros pero que siempre encontraba una disculpa para cobrarnos más, y el ‘Doctor Tuga’, a quien acudíamos cuando estábamos enfermos.

Con el tiempo fuimos desarrollando otros personajes, y la radio musical comenzó a copiar nuestros programas de la mañana, apareciendo otros caracteres más elaborados, incluyendo libretos y elementos de producción.

Pero regresando al año 2020, al escuchar los podcasts de Guillermo Díaz que menciono arriba, me queda claro que lo que siempre quise hacer, y sin tener ni idea de cómo lo lograban, era rescatar y revivir de alguna manera esos grandes personajes de humor que escuché en mi niñez.

Al viajar al pasado en mi mente pude recordar a Víctor, Mario y Augusto Saquicela, “Los chaparrines”; a Emeterio y Felipe, “Los tolimeneses”; a todos los personajes de ‘La escuelita de Doña Rita’, pero muy especialmente a los personajes creados por dos de los más grandes humoristas que hemos escuchado en nuestra radio.

Uno de ellos fue Guillermo Zuluaga, “Montecristo”, quien representó siempre al paisa vivaracho, ventajoso, mujeriego y divertido, pero que estaba rodeado de personajes maravillosos dibujados con su voz. Cada uno tenía su personalidad muy definida:

Guillermo Zuluaga, ‘Montecristo’

“Montoño” era un campesino inocentón, iluso e ignorante. “Montecristote” era el supuesto hermano gay de ‘Montecristo’. “Montecristina” era su supuesta hermana. “Montecrispucho”, un viejito que siempre hablaba mordiendo un tabaco por lo que casi no se entendía lo que decía.

Pero tal vez el más exitoso fue “Montecristezo” un malandrín callejero, marihuanero, quien imponía muchos de los términos que usaban en la época los delincuentes de barrio.

El otro humorista en quien seguramente me inspiré para ayudar a crear los personajes para mis programas de radio fue Hebert Castro, un gran humorista uruguayo que casi muere de hambre en Chile pero que se convirtió en gran estrella al llegar a nuestro país.

Hebert Castro, el coloso del humorismo.

Lastimosamente, para cuando llegué a Bogotá y comencé a hacer programas con humor, todo estaba pasando tan rápido, todo era tan abrumador, estaban sucediendo tantas cosas buenas en ese momento que no aproveché para conocerlo a él y a sus secretos.

Y hoy, luego de escuchar los podcasts de Guillermo Díaz, entro a investigar más acerca de Hebert castro y su forma de trabajar el humor a través de sus personajes y me encuentro con un ensayo titulado “Eloy Alfaro Cadavid Macías: El alter ego de Hebert Castro”, escrito por Gonzalo Medina P., periodista y docente de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia.

Y en este documento nos dice que “el auténtico humor nada tiene que ver con el facilismo del mal gusto, de la vulgaridad que hoy impera en buena parte de los programas radiales y de televisión que se autodenominan humorísticos y se escuchan en nuestro país”.

Y añade: “una cosa es trabajar el discurso a partir de la agudeza verbal, del apunte certero e inteligente, otra es recurrir al expediente de la simple caricatura, con todo y su toque grotesco, algo que en nuestro medio tiene acogida por lo elemental de su creación”.

“Por el contrario, el humor tiene como virtud central poner a pensar mientras provoca la sonrisa o la risa, o producir una u otra en tanto propicia la reflexión, doble tarea nada fácil de alcanzar en un mismo contenido.  Incluso con un mérito adicional en muchos casos: la concisión”.

Y en ese escrito resalta el trabajo de Eloy Alfaro Cadavid, un nombre que seguramente no conocíamos pero que estuvo siempre detrás del gran éxito de Hebert Castro, ya que era él quien le hacía los libretos al humorista uruguayo.

Eloy Alfaro Cadavid, tercero de izquierda a derecha

Y lo mejor es que nos trae algunos ejemplos de esos libretos que el señor Alfaro trabajaba con mucho empeño y habilidad. Al leerlos es más fácil comprender el porqué del éxito de Hebert Castro y de por qué muchas de sus frases y dichos entraron a formar parte de nuestro lenguaje habitual.

¿Cómo se crearon esos personajes? ¿Qué representaban? ¿En qué se diferenciaban de otros? ¿Cuáles eran sus verdaderas personalidades? Miremos algunos ejemplos:

-“Peraloca”: Surgió de un personaje de la radio argentina llamado “El pobre Rodríguez”, creado por el humorista uruguayo Wimpy. Se trataba de un hombre condenado a la mala suerte, siempre tenía a la vida en su contra.

A continuación el señor Medina nos presenta un ejemplo, creado por él, de cómo podría ser un sketch de “Peraloca”:

– Esto me hace acordar del pobre Peraloca...

– ¿Por qué?

– Se le dijo, se le recomendó, se le advirtió, que no se le ocurriera ir al partido Medellín-Nacional con una camiseta verde a la tribuna de la Rexixtencia Norte y mucho menos se sentara al lado del perro doberman hincha de El Poderoso. No quiso hacer caso, se pasó el canino consejo por la faja y… ¿usted ha visto cómo queda una caja de donas después de que le pasa por encima un camión cargado de agua para una comunidad árabe que vive en el desierto? Bueno, quedó igual pero sin donas, sin agua, sin desierto, sin árabes e incluso sin turbantes.

– ¡Pobrecito! ¿Y qué sucedió?

– Lo recogimos como quien recoge los retazos de la ropa interior que quedó en la casa-estudio de “Protagonistas de Novela II” y se lo llevamos a su mujer.

– ¡Qué horror! ¿Y ella qué dijo?

– Se le quedó mirando y dijo: “sé que eres Peraloca por el lunar que tienes en la… cédula. ¡Bienvenido a casa!”

– Pobre Peraloca… Esa mañana había dicho: «algo me dice que hoy el rojo será un color de imapcto».

– El pobre Peraloca tenía una esposa tan brava, pero tan brava, que le mochó la cola al perro con tal de que no se la meneara a él cuando llegara a la casa; tenía un amigo ingeniero tan malo, que una vez construyó un andén y se le derrumbó.

Tenía un primo tan miope, pero tan miope, que inevitablemente siempre saludaba en plural; tenía un vecino tan pesimista, que cuando lo saludaban y le decían “bonito día”, respondía de inmediato: “esperemos a que termine». ¿Y de qué le valió al Pobre Peraloca todo eso?

Siguiendo con los personajes creados por Hebert Castro y Eloy Alfaro, el turno ahora le corresponde a “Don Prudencio”.

-“Don Prudencio”: Sobre él, el señor Alfaro dijo: “En cierta ocasión, el locutor y hombre de radio, el antioqueño Rodrigo Correa Palacio, me enseñó un disco del humorista argentino “El Zorro Iglesias”, cuyo personaje tenía el estribillo “garganta como la mía”.

Yo le agregué al mío la característica de ser alguien de voz ronca y proclive a los sinónimos, similar a ciertos exponentes periodísticos del medio radial”.

¿Cómo eran los sketches de “Don Prudencio”? El ejemplo que viene no fue escrito por el señor Alfaro, pero el señor Medina nos muestra cómo podría ser un libreto escrito para ese personaje:

– Don Prudencio (con voz ahogada): Ehhhhh, garganta como la mía, y pensar que estoy a punto de quedar afónico por culpa de mi mujer.

– ¿Por qué?

– Le envié un mensaje, un comunicado, una epístola, una misiva, una carta…

– Bueno, ¡pare ya…!

– Le dije que parara, que se detuviera, que suspendiera, que interrumpiera sus llamados agresivos, ofensivos, virulentos, procaces…

– Ya, señor. Le entiendo.

– Eso le dije yo, que le entendía, que comprendía, que captaba el contenido de sus palabras, de sus vocablos, de sus expresiones…

– ¿Y qué pasó?

– Pues llamó a decirme que no le parara bolas a una muda ansiosa de hablar.

Y, para terminar, un ejemplo más de cómo Eloy Alfaro construía los personajes de ‘El matrimonio García’ junto a Hebert Castro. Una vez más aclaro que el texto no es original de Alfaro sino de cómo el autor del artículo se imagina que pudo haberlo hecho:

– “El matrimonio García”: Surgió de las crónicas de Mark Twain, sobre todo las referidas al ambiente familiar, y de los relatos del italiano Giovanni Guareschi, el mismo de “Don Camilo”. El cansancio y la apatía de la vida matrimonial hacen presencia en esta pareja creada por Alfaro. Esta es una versión libre de cómo pudo haber sido un texto suyo:

– Querido… (Con tono seductor).

– ¿Qué? (súper aburrido)

– ¿Por qué tan frío conmigo?

¿Y es que no sabes que empecé a trabajar de paletero? (ya no aburrido sino muy molesto)

Ella se va a su habitación y desde ella llama a su marido:

– Querido (mucho más seductora).

El hombre va hasta el cuarto y… ¡oh sorpresa!

– ¿Tú te embobaste, o qué? ¿Y ahora qué haces ahí desnuda, tirada en la cama?

– Ay, querido, es que estoy vestida con el traje de la pasión.

– Ah, ¿sí? Entonces debiste haberlo planchado primero.

Conclusión

Al final, al presentar estos ejemplos lo que he querido mostrar es que los personajes de humor de los programas de radio tienen que tener su propia personalidad y apegarse a ellos.

Si un personaje es feminista, NUNCA hará chistes machistas. Si es un supuesto ‘experto’ en deportes, todo lo que hable deberá relacionarlo con ese tema. Si es tímido, nunca deberá mostrarse como un gran conquistador de mujeres.

Pero lo más importante: hay que respetar los roles. Si usted tiene en su programa a un humorista, deje que sea él quien haga los chistes. Si usted se acuerda de un buen apunte, no lo diga. Entrégueselo a él para que se luzca y pueda reforzar su papel dentro del programa.

Y la otra enseñanza es la de la preparación: aunque está bien tener humoristas con chispa, también es posible tener libretistas que se encarguen de crear contenidos de humor para ser representados en el programa.

Así funcionan programas como ‘La luciérnaga’ de Caracol, ‘Voz Pópuli’ de Blu Radio y ‘El tren de la tarde’ de RCN. Sí, la mayoría de los segmentos de humor de estos programas están libreteados y son leídos al pie de la letra por los humoristas.

Piénselo: de pronto es mejor contratar a un buen libretista que emplear ese dinero en contratar a otro cuentachistes…

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