Los oyentes de Radio son perezosos

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¿Usted cree que la gente siempre está pendiente de las novedades musicales?

Cuando hablamos del gusto por la música, para mí existen dos tipos de personas: las que la escuchan con detenimiento, les prestan atención a las voces, los arreglos, la instrumentación, la calidad del sonido, y la comparan con trabajos anteriores o con la que producen otros músicos.

Pero hay otros –y creo que son la amplia mayoría- que solo oyen la música como diversión: porque tiene una letra romántica o un ritmo pegajoso, o simplemente porque es la canción que está de moda.

Los primeros, los musicólogos, los audiófilos o como los quieran llamar, por ser fanáticos de la música son muy difíciles de complacer. Habitualmente piensan que solo la música que ellos escuchan es la mejor, y que todo lo demás es malo. Por eso no oyen radio “comercial”, y buscan otras alternativas, particularmente en los servicios de música por internet.

Invierten dinero en música: se suscriben a servicios como Spotify y descargan canciones de iTunes. Disfrutan visitando una tienda de discos, y si consiguen discos de vinilo, mejor, pues han comprado tornamesas o revivido las que sus padres habían guardado en una bodega.

Les gusta lo alternativo, lo que no escucha todo el mundo. Experimentan, abren sus oídos a música nueva, que para el común de la gente es rara. Y no hablo solo de los Rockeros: Ahí están también los Salseros, los amantes de la música Clásica y los del Hip-hop, por mencionar algunos.

Por otro lado están los que oyen la música como acompañamiento, para pasar un buen momento; para tener compañía; para revivir algún momento o acompañar un sentimiento.

Muchas veces no conocen ni el título ni el intérprete. Solo saben que les gusta, que se saben la letra, y que cuando la suenan, sus amigos y amigas las cantan en coro “a grito herido”, la bailan, la dedican, la lloran, la comparten.

Pero así como los primeros hacen lo que sea por conseguir su música favorita, crean y comparten playlists y presumen ante sus amigos la versión que consiguieron de determinada grabación, los segundos simplemente oyen radio para saber qué está de moda, y luego corren a descargar sus canciones de manera legal o ilegal.

No se preocupan por la calidad del sonido. No saben si está en MP3, ACC, WAV, SND, ni les importa, siempre que suenen. Por eso no tienen ningún problema en dejar sonando una playlist de Youtube, con su pésima calidad de sonido.

Son los que no compran el equipo de sonido de mejor calidad sino el que suene más duro. Usted se monta en su carro, y para mostrar lo bueno de su equipo de sonido le suben el volumen al máximo, casi destrozando las bocinas.

Y este público prefiere ir a un concierto de Reggaetón que a uno de Tinie Tempah, va a bares donde se mezcla todo tipo de música, asiste a recitales de Ricardo Arjona, se sabe los movimientos de “YMCA” y canta a todo pulmón “Adiós amor, me voy de ti, y esta vez para siempre. Me iré sin marcha atrás porque sería fatal…”

Sí, son perezosos para oír radio. Es cierto: muchos cambian de emisora, pero no para buscar nuevas alternativas sino para ver cuál está pasando su canción favorita. Y la oyen durante dos minutos y la cambian rápidamente por temor a que se estén perdiendo de otra de las canciones que le gustan.

Pero también está el público adulto, el que sabe lo que quiere. El que ha perdido ese interés en explorar y que prefiere oír la música con la que creció, con la que se enamoró, la que le recuerda un paseo o un momento en particular.

Y la curiosidad se despierta si uno de los artistas de su juventud saca una nueva canción, solo para decir que ya no canta igual que antes, y que las canciones de su época eran las mejores.

Esta gente, la que no es fanática, no considera que la radio sea algo importante en su vida. Oyen música, oyen radio, les dan grandes cifras de audiencia a las emisoras más populares, pero no lo hacen de manera consciente.

Es un acompañamiento. Es un ‘ruidito’ que llena el ambiente, que quiebra el silencio, y que los hace tararear, mover el pie o la cabeza mientras estudian, manejan o trabajan.

Esa gente probablemente compró un iPod o similar. Lo llenó con la música que tenía en ese momento. Metió 1.550 canciones pirateadas. Ponía ‘play’ y adelantaba la mayoría de las canciones, para terminar oyendo las mismas 40 de siempre. Y le daba pereza bajar más canciones y borrar las que tenía.

Eso es demasiado trabajo, sabiendo que ahí están la radio, los discos piratas de los semáforos, las emisoras on-line y las playlists de Spotify y Youtube creadas por otras personas. Por eso Apple descontinuó los iPods.

Por todo lo anterior insisto en que la gente, en el amplio sentido de la palabra, en los que no son fanáticos de la música, es perezosa. Y no es por menospreciar a nadie. No lo digo en sentido peyorativo. Para mí es una realidad actual, no de hace 30 años ni de hace 50.

Pero para los especialistas, los afiebrados, los inquietos, los fanáticos de la música, está internet con su infinita variedad de opciones.

También están las emisoras que no tienen compromisos comerciales. Esas que existen porque hacen parte de una fundación, de una universidad, o que son de carácter público. Emisoras que se pueden dar el lujo de hacer lo que les dé la gana, experimentar, poner la música que quieran.

Esa libertad tiene que ser un motor de innovación permanente, de asumir riesgos, de sorprender.

Pero si hablamos de una emisora Comercial, que pertenece a un grupo económico y debe generar ingresos a sus accionistas, indudablemente debe ir a la fija, debe llegarles a las masas, buscar las músicas y contenidos que gusten a las mayorías.

Si quiere ser número 1, aproveche la pereza del oyente. No se complique la vida. Deje que otros hagan el trabajo sucio por usted y, simplemente, ponga los éxitos, los que están de moda o los mejores clásicos.

 

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